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El poder sale rentable a EH Bildu

Gipuzkoa se mantiene como feudo sin desgaste con el dominio en seis de cada diez municipios y en Álava recogerá ahora los frutos de su política institucional

El alcalde y aspirante a la reelección por EH Bildu, Juan Karlos Izagirre, a la derecha, y el diputado foral de Política Social, Ander Rodríguez durante un acto de EH Bildu.
El alcalde y aspirante a la reelección por EH Bildu, Juan Karlos Izagirre, a la derecha, y el diputado foral de Política Social, Ander Rodríguez durante un acto de EH Bildu.Javier Etxezarreta (EFE)

Tenía razón Xabier Arzalluz cuando en plena conmoción del divorcio nacionalista conminó a su partido a seguir en el Gobierno vasco a pesar de unos resultados electorales adversos. "Lo que desgasta es la oposición" les recordó a más de uno el entonces presidente del PNV, recogiendo la célebre proclama atribuida al eterno Giulio Andreotti. Bien lo recuerda Joseba Egibar en carne propia ahora que repasa las múltiples encuestas del 24-M.

El líder del nacionalismo guipuzcoano extendió en 2011 entre los suyos la teoría de que "Bildu se cocería en su propio jugo" durante cuatro años en el poder. Así justificaba su estratégico rechazo al pacto que le proponían los partidos constitucionalistas para evitar en Gipuzkoa un gobierno abertzale. Incluso, había quienes abonaban la idea de esta acumulación de fuerzas al advertir de los daños colateles que podría suponer cuando todavía ETA no había anunciado el cese definitivo de su terror.

En paralelo, dentro y fuera de Gipuzkoa, muchos sectores sociales compartían una visión catastrofista sobre los perniciosos efectos que para el territorio tendrían las políticas de una sensibilidad política más acostumbrada a las reivindicaciones históricas en torno al conflicto que a las obligaciones institucionales. El temor a un sonoro fracaso de Donostia 2016 como Capital Cultural Europea es el ejemplo paradigmático. Cuatro años después, EH Bildu está en condiciones de repetir un triunfo en el suelo más independentista de Euskadi, aunque es posible que reciba como castigo la pérdida de la capital.

La mayoría de los rivales atribuyen este respaldo electoral a la inalterable identificación con la marca. "Es una cuestión de elegir entre dos conceptos de país y quienes están en la izquierda abertzale ni se olvidan de votar ni cambian de partido", admite uno de los candidatos guipuzcoanos. "El PNV puede jugar a una imagen de país y de autogobierno, pero la gente prefiere la marca original", señalan desde el ámbito constitucionalista.

La coalición destierra desde las instituciones el catastrofismo que se le atribuía

Con varias previsiones demoscópicas en la mano, se puede concluir que el desgaste de EH Bildu en el poder ha sido mínimo. Después de sortear un carrusel de enfrentamientos incluso judiciales en materia, entre otras, de recogida de basuras, políticas económicas, banderas o un permanente desprecio a la mayoría en contra de las Juntas Generales, la coalición abertzale está en disposición de volver a ganar al PNV. "Para un afiliado de Sortu, que se queje la patronal o que el delegado del Gobierno te ponga una demanda son votos", recuerdan desde el bando contrario.

El PNV ha fiado su suerte a este desgaste. Y cree que hay razones objetivas para demostrarlo por "la paralización de Gipuzkoa y el estilo de imposición y de no diálogo" que advierte en el gobierno foral de EH Bildu. Pero no ha cuajado lo suficiente este deterioro en un territorio posiblemente porque la coalición soberanista disfruta del poder que le suponen 441 concejales, 43 mayorías absolutas y 13 relativas de un total de 88 municipios.

Ante la previsible derrota, y después de haber proclamado con nitidez la decisión de propiciar un gobierno de mayorías en Gipuzkoa, a Egibar se le plantea un problema que no tenía hace cuatro años. Entonces no era difícil prever que PSE y PP podrían aportar los escaños suficientes para descabalgar a Martin Garitano. Ahora, la irrupción de Podemos y en menor medida de Ciudadanos congela las expectativas. Incluso, los populares ya se han descolgado de esta posible unidad de intereses porque reniegan de Markel Olano como candidato. Y lo justifican: "hemos cumplido con la obligación que nos piden los ciudadanos de denunciar un caso de corrupción". El PP se ha sumado a la denuncia en pleno período electoral del gobierno foral de Bildu sobre supuestas irregularidades económicas de los nacionalistas en la sociedad pública de infraestructuras Bidegi.

Esta extendida mancha de poder en Gipuzkoa provoca "envidia" en sus compañeros de Bizkaia, posiblemente porque en este territorio no consiguen la suficiente penetración para amenazar el dominio del PNV. "Cuando consigamos ganar en la Margen Izquierda entonces seremos la primera fuerza", acostumbra a recordar el parlamentario independentista Iker Casanova. En el PNV no se olvidan de la premonición. De momento, la fortaleza de la coalición en este territorio se concentra en las localidades costeras fronterizas con Gipuzkoa.

Mientras, en Álava se asiste a una progresiva mejora en sus expectativas electorales desde una posición de antagonismo a la política hasta ahora reinante en las dos principales instituciones con el PP y a la alternativa de gobierno que representa el PNV. En el ámbito del Ayuntamiento de Vitoria nadie duda de que la gestión de Kike Fernández de Pinedo ha aportado a Bildu una visión muy alejada del radicalismo que se le presumía, participando incluso en acuerdos de gobierno en temas trascendentes como la nueva estación de autobuses. De hecho, la pujanza abertzale fue ensalzada por Javier Maroto, cuando advirtió al elector de centroderecha de que "un voto a Ciudadanos acercaba a EH Bildu a la alcaldía". Tampoco se descarta que el alcalde de Vitoria intencionadamente no quisiera encumbrar en su cita a Gorka Urtaran, el candidato del PNV y que le podría relevar su prospera un acuerdo entre nacionalistas y socialistas.

En su condición de primera fuerza política por concejales, 953, y la segunda por votos detrás del PNV, la coalición abertzale acaba por dar la razón a Arzalluz después de ostentar el poder cuatro  años a partir de su legalización.

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