Los pacificadores de EH Bildu
"La ética y la decencia han de ser más importantes que el dictado de las religiones y de los sentimientos"
Dice el titular del diario: “EHBildu recuerda a Ortuzar que se puede avanzar en la pacificación sin el PP y el PSE”. Lo cual puede ser cierto pero, ¿sería un avance o sería un retroceso? La verdad es que el titular del diario se hacía eco con esta frase de las palabras pronunciadas por Pello Urizar, secretario general de Eusko Alkartasuna (EA), que seguirá formando parte de EH Bildu justamente hasta que a Sortu se le antoje romper la coalición abertzale y hacerse cargo del tinglado completo de la izquierda abertzale. Entonces EA y Alternatiba tendrán que buscarse la vida (la vida política, me refiero) del mejor modo posible. Nadie piense que esta explicación no es necesaria, lo es, porque la izquierda abertzalequiere a algunas formaciones que han caído en sus redes solamente para legitimarse. Si EA y Alternatiba fueron drásticas en su condena del terrorismo etarra, parece que quien está ahora a su lado obró como ellas, pero no fue así, porque Sortu no obró del mismo modo sino que fue condescendiente con las atrocidades terroristas, a las que apoyó guardando un silencio mezquino y asqueroso. De momento solo cabe decirles un “bienvenidos a esta Euskal Herria sin ETA”.
Volvamos al titular. ¿Expresa un avance o un retroceso? ¿Cabe construir la paz en Euskadi sin tener en cuenta a los dos partidos vascos que han puesto los muertos, los asesinados, los escoltados, los vilipendiados, los obligados a huir para salvar sus vidas, los despreciados? Es cierto que las palabras de Urizar iban dirigidas en exclusiva al PNV, como si se tratara de un reproche, ya que exhortaba a Ortuzar a la “socialización de la vía vasca”, es decir, “mojarse de verdad en intentar buscar una solución a los problemas que tenga este país”. Este tipo de cizañeros, que surgen de modo ocasional para agitar las brasas y de paso poner un poco de sonido al escasísimo resuello que les queda, deberían pensar sus palabras con cuidado, y poner la misma audacia para pedir a ETA que se disuelva en un acto público y universal. ¿Sabe Urizar que ETA aún existe? ¿Acaso Urizar no se ha enterado aún que Pernando Barrena, su compañero en Sortu, declaró hace algunos días que la izquierda abertzale "no abjuraría de su pasado político"? ¿Sabe Urizar lo que significa la palabra abjurar?
Las palabras no suelen ser inocentes ni neutrales, mucho menos cuando son pronunciadas en determinadas circunstancias. Conviene transcribir el significado de"abjurar: renunciar solemnemente a una religión, opinión o sentimiento. El uso de esa palabra por parte de Urizar es fundamental, por cierto, la dijo uno de los pocos que están autorizados en la izquierda abertzale a sentar doctrinas y posiciones inquebrantables, tanto como lo fueron los principios del Movimiento Nacional durante la dictadura franquista. Da la impresión de que Urizar despertó con cierta "resaca" del Aberri Eguna y echó la lengua a pacer sin miramientos éticos ni decencia. En sus palabras queda claro que propone ignorar a más del 50% de los vascos (muchos más si tenemos en cuenta a toda Euskal Herria). Menos mal que la euforia del PNV no llevó al delirio y sus líderes respondieron con rotundidad achacando en buena medida a la izquierda abertzale, y a la violencia que defendieron y apoyaron, que se haya avanzado tan poco.
En resumen, que seguimos atascados en un debate absurdo que, antes que nada, exige sentido común y partir de un “suelo ético” que para la izquierda abertzale está muy por debajo del nivel de la calle, quizás para que quepan en él los zulos que aún no han sido destruidos, los arsenales que aún no han quedado desabastecidos o las tumbas que conservan la memoria de los asesinados tan brutal e injustamente. Olvida Urizar una razón histórica: los socialistas vascos, como formación política, se implantaron cuando aún no había ningún partido político en Euskadi, casi diez años antes que el primer nacionalismo, PNV. Y olvida que la ética y la decencia han de ser más importantes que el dictado de las religiones y de los sentimientos, sobre todo si estos no han sido pergeñados con honestidad.
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