Tal para cual
Mas convoca a las urnas con exagerada anticipación y ahora su socio/opositor lanza dudas sobre la fecha fijada
Faltaba esa perla en la nube independentista. El muy astuto Artur Mas anunció hace semanas a bombo y platillo, ante el asombro de la humanidad —el mundo nos mira—, que el 27 de septiembre habría elecciones autonómicas. Era un hecho de su exclusiva competencia y, a la vez, un golpe de efecto maestro muy de Mas, ya que nadie anuncia unas elecciones serias con tantísima anticipación. Pero aquí somos peculiares, originales y pintureros: la claque, pues, aplaudió a rabiar; ¡gran estratega Mas, rey de lo inesperado, que coge a todos con el paso cambiado! Obsérvese que nuestra peculiar sofisticación requiere que unas elecciones, sean algo más que unas elecciones tout court, así que, además de apodarse plebiscitarias, estas elecciones nacieron para la la historia. Como devoradores de acontecimientos históricos nuestra dieta reclama esta constancia.
Ha pasado un mes y hete aquí que el aliado/opositor (otra peculiaridad que encarna el alambicado amigo/enemigo ERC, a la vez compinche gubernamental que jefe de la oposición) deja caer, como quien no quiere la cosa —y ya se sabe que este tipo de actitudes aquí se toman siempre muy en serio— si va a ser verdad o no que el 27-S habrá elecciones autonómico/plebiscitarias. Y, como es obvio —¿es cierto que Junqueras no cree que haya elecciones el 27-S como anunció Mas? se pregunta el foro de corifeos mediáticos mantenedores de estos juegos olímpicos del independentismo— se organiza el terremoto.
El gran jaleo dura toda la noche: ¡No vaya usted señor Mas a pasarse de listo! ¿Dado su astuto currículo, es esta otra jugada de las suyas? ¿Quiere liarnos otra vez? ¿No le basta con el 9-N, con el tricentenario, con los solemnes pactos de tutti quanti, con el encandilamiento europeo —¡y tanto que nos observan, les resultamos divertidísimos!—, con el colapso de Montserrat y con la admiración, en fin, de la diplomacia universal? Dijo que habría elecciones el 27-S pero ¿aseguró su celebración? ¿Le hemos pillado in fraganti o es otro lío de su aliado/opositor?
Un suspense tremendo. Un país en vilo. Así transcurre la intriga apasionante de la política catalana, cuando el amigo Oriol Junqueras —oso Yogui para sus simpáticos simpatizantes— sale a la palestra. ¡Paren máquinas! ¡Nada de nada! ¡La fecha se mantiene! Nadie duda de Mas, ahí está el anuncio: todo será como se dijo, no hay sombra de duda, viene a decir. Así calma a la jauría mediática que husmea buscando emociones imposibles en el aburrimiento congénito del proceso. Aviesas intenciones contra Cataluña —ya lo dijo Marta Ferrusola— andan sueltas.
Votar alcaldes para la independencia es como inventarse una novela, mucho más divertido, claro, pero ¿funcionarán las cosas?
Pero luego Quico Homs, ese conseller que sirve para un barrido y para un fregado, reparte Transilium: todo fue un malentendido… Aquí todos nos queremos. Por ello esta política vive de malentendidos, hoy con Esquerra mañana con Unió y siempre con los enemigos del procés, siempre dispuestos a sacar los colores a los valientes y heroicos independentistas no del todo declarados como el mismo Artur Más.
Lo de los malentendidos es un sin vivir del día a día. Algo se ve en esa puesta en escena. Ahora, por ejemplo ¿es un malentendido pensar que las elecciones municipales son también plebiscitarias? Ni el sapientísimo Quico Homs es capaz de aclararlo: nos encanta el lío. Y seguro que hay quien se lava los dientes pensando que así se evita el españolismo, no crean. El mismo monotema es, a la vez, un gran lío, ¿puede pedirse mayor intriga que hacer posible lo imposible? Exceso de excesos hacia dentro, sin moverse, mirando el ombligo y con aires de estar por casa. Votar alcaldes para la independencia es como inventarse una novela, mucho más divertido, claro, pero ¿funcionarán las cosas? Cuando la historia nos convoca hasta para graduárnos las gafas habrá que hacérselo mirar.
Juan Tapia se pregunta en un interesante libro ¿España sin Cataluña? si entiende España nuestro pétit point y nuestro kitsch monotemático? Parece claro que en el engrudo patrio cabe de todo, hasta esa ocurrencia de hacer paralelismos del partido Popular con Cáritas que, obviamente, aprovechan los listos. Y parece cierto que el autor del chiste es, nada menos, que Hacieda. Celtiberia show continúa in aeternunm.
Si Mas se monta unas elecciones fake y lo anuncia a bombo y platillo no es nada si resulta que Hacienda se encarga de informarnos de que el PP es en realidad una ONG. Ah, amigos, qué descubrimiento maravilloso, el control de este país, su gobierno, está en las benéficas manos de unos entregados muchachos que sólo piensan en la beneficencia, como el señor Montoro y sus amigos. ¿Qué han de contarnos en Madrid de este tipo de beneficencia teniendo aquí nuestros Nobel de la solidaridad como ha quedado patente estas semanas con el paso de la familia Pujol por el Parlamente de Cataluña? España sin Cataluña, digámoslo una vez más, apenas es nada. Sin nosotros no serían nada. Y que todos lo disfrutemos como hasta ahora. Tal para cual.
Margarita Rivière es periodista
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