Navegando en un mar de datos
Una exposición aborda la revolución del ‘Big Data’
Más de un millón de fotografías se amontonan contra las paredes de una sala del Espacio Fundación Telefónica. Es la obra 24 hrs in photos, de Eric Kessels, que representa la cantidad de imágenes que se suben en un solo día a la plataforma digital Flickr. Viéndolas juntas e impresas uno se da cuenta del volumen de información que se genera a diario: cada día se crean en el mundo cerca de 2,5 quintillones de bytes de datos. Solo en 2007 se produjeron la misma cantidad de datos que en el resto de la historia hasta ese año, mientras que el 90% de los datos almacenados en la actualidad han sido creados en los últimos dos años. La revolución del Big Data, la recogida y análisis de datos masivos, no solo cambiará nuestro mundo cuantitativamente, sino también cualitativamente: haremos las cosas de otra manera.
La exposición Big Bang Data, una coproducción de la Fundación Telefónica y el CCCB de Barcelona que se puede ver hasta el 24 de mayo, reúne cerca de 70 piezas que abordan este asunto desde diferentes disciplinas como el arte, la ciencia o la tecnología. En ella se entiende, por ejemplo, lo inapropiado de metáforas como nube o virtual, los datos son muy físicos. “Existe una industria pesada que hemos tenido que construir para albergar datos. ¿Dónde se guardan físicamente mis mails, mis tuits?”, dice José Luis de Vicente, comisario de la muestra junto a Olga Subirós. La video instalación Internet Machine, de Timo Arnall, da la respuesta: un centro de datos de Telefónica en Alcalá de Henares (uno de tantos) en el que se almacenan servidores nada etéreos y que reserva multitud de habitaciones vacías la espera de más datos, que no son entelequias metafísicas sino que ocupan sitio.
En un enorme mapa del mundo vemos las conexiones de Internet por cable submarino entre continentes. “La ruta mejor atendida es la que se construyó primero, entre la costa este de Estados Unidos y Europa y que, además, no por casualidad, conecta los mercados financieros más importantes”, dice el comisario. Se da cuenta también de la datificación del mundo: cada vez hay más dispositivos por doquier que recogen todo tipo de datos, como muestra un hermoso gráfico en tiempo real de los vientos sobre Estados Unidos o los mapas de Madrid en los que se ve la posición de los aviones que sobrevuelan la ciudad, la situación de los turistas chinos o las transacciones comerciales que se llevan a cabo aquí y allá. Un solo smartphone tiene hasta 20 sensores que proporcionan diferentes informaciones. Los datos, de cualquier naturaleza, están por todas partes y ahora la tecnología permite recolectarlos. Pero existe el riesgo de que los datos desaparezcan: “Los data centers pertenecen a empresas… ¿Qué pasaría si esas empresas desaparecen en el futuro?”, se pregunta el comisario.
En Stranger Visions Heather Dewey-Hagborg crea esculturas de rostros humanos de desconocidos a partir del ADN que encuentra en chicles o colillas. World processor, de Ingo Günther, son una serie de globos terráqueos iluminados que reflejan gráficamente datos mundiales como los países con más población encarcelada, los flujos de capital, refugiados o inmigrantes, o la producción de oro.
“Hoy en día la mayor parte de los datos los producimos las personas, en vez de los gobiernos, empresas o instituciones”, explica Subirós. Analizando estos datos algunos pretenden obtener beneficio económico, rastrear tendencias o conseguir ventajas políticas. “Es una mina de oro que ofrecemos gratuitamente”, dice la comisaria.
Así, los datos masivos también tienen sus riesgos: el caso paradigmático es la denuncia por parte del consultor informático Edward Snowden (ahora en busca y captura) de la vigilancia masiva por parte de Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA), al que se dedican varios videos en la exposición. Pero también se pueden utilizar de manera positiva, para mejorar los niveles de transparencia, realizar experimentos de ciencia colectiva o fomentar procesos de innovación ciudadana.
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