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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hoja de Unió sin ruta

Los mensajes son contradictorios y las epístolas de Duran Lleida contrastan con miembros destacados de su partido

La división en Unió Democràtica es tan contaminante que la previsible descomposición de Convergència puede dejarla también en la UCI de los partidos políticos que cumplen con un ciclo, van perdiendo sus vínculos con la sociedad real y dilapidan su capital político de modo casi fulminante. La aceleración del tempo político obstaculiza ya que Unió pueda abanderar la tercera vía, una fórmula cuya imprecisión era la única garantía para ir hacia alguna parte cuando el secesionismo topase con la realidad, como está ocurriendo. Los síntomas son de una Unió sin margen de maniobra, propensa a la inacción, demasiado acostumbrada a gobernar con Convergència sin saber nunca con cuantos escaños contaría de presentarse sola a las elecciones. Aunque el oleaje soberanista esté menguando, sectores de Unió han traspasado la línea roja que fue el independentismo y, bien sea por pasión nacionalista o por no perder las cuotas de poder que les da el contracto federativo con Convergència, su oposición explícita o tácita a la posición de su líder cada vez es más prominente.

Los tanteos para una plataforma de tercera vía en apoyo de Unió no han dado fruto, tanto por falta de ímpetu y de convicción como por un planteamiento de origen que nunca fue claro, posiblemente porque los democristianos no se atrevían a enfrentarse abiertamente a Convergència y porque su partido no deja de formar parte de esa Cataluña de poder y penumbra en la financiación de los partidos que la ciudadanía ha comenzado a descalificar sin saber, por otra parte, a quien votar.

Quién sabe qué posibilidades tenía Unió si se hubiese propuesto ser el partido aglutinador de los votos del catalanismo reacio a la aventura secesionista y partidario de participar activamente en la política de España con la intuición de que el pacto es más efectivo que el maximalismo rupturista. Lo cierto es que sus mensajes son contradictorios y que las epístolas de Duran Lleida contrastan con el quehacer de miembros destacados de su partido, en algún caso abiertamente partidarios de entrar en la falacia semántica de unas elecciones plebiscitarias e integrarse en una lista única con ERC.

La voz de Duran Lleida sigue oyéndose pero tal vez ya no se le escucha como antes. Acaba de decir que, si la marca es secesionista, no se presentará a una elección. Sus críticas a ERC contrastan con la propensión de quienes en Unió coquetean con la idea de estar una lista unitaria con ERC. Al fin y al cabo, Maurici Serrahima, uno de los fundadores de Unió Democràtica, describió el separatismo como desear una Cataluña encerrada en un gineceo, que solo pudiera ser vista y tocada por los catalanes, “una monstruosa quintaesencia del localismo”. Es un aparatoso contraste con quienes en Unió propugnan pactar con una ERC que está en manos de los ideólogos más situados en las antípodas de los valores y estabilidades que el añejo partido democristiano de Cataluña pretendía representar hasta ahora.

Esa flaqueza pro-ERC es otra consecuencia, directa o indirecta, de la propuesta de Artur Mas de una lista electoral con independientes para avalar el tránsito hacia la independencia. Al no verse en la lista de Artur Mas, algún democristiano buscará su escaño en la lista de ERC. También puede ocurrir con miembros destacados de Convergència. Será en el caso de que haya elecciones en setiembre porque a la vista de cuantas cosas ha anunciado Artur Mas y no se han cumplido, cualquier calendario es un acto de funambulismo.

Para Duran Lleida la circunstancia es más que incómoda. El enroque secesionista de Artur Mas ha debilitado notoriamente su peso en Madrid, como hombre-puente y augur de mediaciones solventes. El prestigio parlamentario de Duran y el pedigrí tan merecido del grupo parlamentario de CIU va decayendo. Vivimos tan al margen de la actividad en el Congreso de los Diputados que tendemos a apreciar en poco la labor de un grupo parlamentario hasta ahora bien valorado en sectores económicos y sociales de importancia. Véanse las aportaciones de los diputados de CiU a los entresijos presupuestarios. Ahora, la insensatez de Artur Mas y la indecisión de Unió van a echar ese patrimonio político por la borda.

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Actualmente, tres dirigentes de Unió ocupan destacadas posiciones de poder. De una parte, Ramon Espadaler, también Joana Ortega y por otra Núria de Gispert. ¿Existe alguna coordinación entre lo que dicen y hacen que permita pensar que responde a una estrategia conjunta de Unió? ¿En qué quedan los pujolistas de Unió ahora que el pujolismo entra y sale de los juzgados? Se diría que Unió es una hoja sin ruta, sin liderato hegemónico, sin proyecto abierto ni ideas equilibradas. Parece más de lo mismo, cuando hubiese podido optar por la articulación de un espacio político de catalanismo autonomista, centrismo, espíritu de pacto y moderación, de democracia cristiana amplia y aggiornata. Eso, ahora, resulta improbable. En lugar de reubicarse en un nuevo panorama político y social, Unió Democràtica se encamina hacia la desintegración y el vacío.

Valentí Puig es escritor.

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