Enseñanza, política y cinismo
Una denuncia de Compromís por presuntas irregularidades en los conciertos educativos entre 2008 y 2014 desata la reacción electoralista del Consell
al como acontece en ciertos deportes competitivos cuando la confrontación está prácticamente resuelta, esta legislatura también está jugando los llamados minutos -en este caso meses- de la basura. El Consell, reo de la impotencia política y de la parálisis económica, sobrevive exclusivamente pendiente de la cita de mayo próximo en las urnas y tanto sus actitudes como su lenguaje está condicionado por el agónico desafío electoral que le espera. Eso explica la impetuosa reacción contra Compromís, al que acusa de atacar la libertad en la enseñanza y los colegios concertados a raíz de una denuncia de la citada coalición por presuntas irregularidades en los conciertos educativos entre 2008 y 2014 que, por cierto, el ministerio fiscal ya está investigando. Algún fundamento habrá constatado.
No entramos en el fondo del asunto, que compete a la justicia y en ello está, como decimos. Aquí nos limitamos a glosar la respuesta de la Consejería de Educación. “Es una denuncia política”, ha dicho alguno de sus portavoces, y con ello entendemos que trata de desacreditar la mencionada iniciativa legal al tiempo que abunda en esa concepción de la política entendida como un repertorio de frivolidades, falacias y astucias sin otro objetivo que prolongarse en el poder, destruir a los adversarios y engañar a los ciudadanos. Una versión vil, por más generalizada que sea su práctica. Aquí, en el País Valenciano, hemos tenido estos años ocasión de padecerla, amparada como ha estado por las sucesivas mayorías absolutas que el PP interpretó como una suerte de carta blanca para el desmán. Nada que ver con la nobleza de una vocación al servicio de la convivencia, el progreso y la solución de los conflictos cívicos mediante el diálogo, como aleccionan los clásicos. Dicho sea sin el menor ánimo retórico o irónico, aunque lo parezca.
Resulta llamativa esta respuesta precisamente por proceder de un órgano de gobierno que todo cuanto concibe y decide está decantado de la política y de la ideología. Incluso un ministro del Ramo, como José Ignacio Wert, tan aparentemente tecnocrático, así lo admite. ¿Cómo no lo iba a negar siendo como es política todo lo referente al diseño, gestión, objetivos y financiación de la enseñanza? Y también decidir su naturaleza laica o confesional, tratar mejor o peor la escuela pública o la concertada, otorgar privilegios a la religión católica, concebir la educación como un derecho y no como una mercancía, segregar o no al alumnado según la capacidad intelectual, nivel económico o sexo, aumentar o disminuir las horas lectivas de unas u otras materias, recortar o defender los presupuestos y etcétera. Todo es político, incluida la tecnocracia, esa expresión sublime del cinismo.
Es evidente que Compromís no ataca la libertad en la educación ni el sistema de centros privados concertados. Hoy por hoy son imprescindibles, pero no han de estar prebendados. Otra cosa es que, tal como acontece, denuncie unos posibles delitos, como la malversación, prevaricación y falsedad en documento público. Pero como ya estamos en la carrera electoral se interpreta como una prueba de la futura política de la referida coalición que, según se ha publicado en un rotativo muy antiguo, pretende expropiar los colegios privados y convertirlos en públicos. No es cierto. Lo que se propone es confiscarlos para transformarlos burdeles. Puestos a mentir, que valga la pena..
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