Evitar tener la mente confusa
El problema de Cataluña debe abordarse como único y antes de discutir una reforma federal para España
Fue Chateaubriand quien al comparar a dos grandes personajes que trató —George Washington y Napoleón Bonaparte— nos dio a conocer que los líderes políticos pueden dividirse en los que tienen mente clara y los que tienen mente confusa. La mente y la actitud clara de Washington condujeron al pueblo estadounidense a la situación pacífica y a la prosperidad. La mente y la actitud confusa de Napoleón —aun siendo un genio— llevó a los pueblos de Europa a numerosas situaciones de dramático caos.
Los líderes políticos de mente confusa han sido muchos. Los de mente clara, pocos. Si me pidieran que eligiera a tres dirigentes políticos históricos destacados por su mente clara elegiría a Mahoma, a Theodor Herzl y a Jean Monnet. Mahoma, como caudillo, por la elección para la construcción de su obra arábiga de dos pilares: la identidad y el pactismo. Herzl por haber unido a un gran ideal, la capacidad de dominio de la concreción para la convergencia de un pueblo extraordinariamente disperso. Monnet por haber establecido la clave de la conversión de una zona de guerras mundiales en un área de paz.
Los tres grandes hombres citados tuvieron en común estas cualidades. Primera, la intuición de una fuerza profunda capaz de poner solución a un problema (la dispersión y miseria de las tribus árabes, la diáspora judía, las guerras del centro de Europa). Segunda, una seguridad personal a prueba de bomba (Mahoma tuvo que huir. Herzel fue considerado loco. Monnet nunca fue candidato a elecciones políticas. Pero supieron convertirlo en positivo). Tercero, una capacidad pedagógica de gran perfil (no se supeditaron al viento de las masas. Ellos las persuadieron y condujeron).
No iría mal que las cualidades de los líderes universales citados fueran imitadas por los tres dirigentes políticos a los que quiero mencionar, íntimamente relacionados con el problema catalán. Me refiero a Mariano Rajoy, a Artur Mas y a Pedro Sánchez. Lanzo sobre ellos una mirada a vista de pájaro. ¿Se puede ser líder profundo dependiendo tanto del toma y daca de partidos y de votos desesperadamente codiciados?
España está formada por tres entidades de singular nacionalidad: La propiamente española (con Madrid por capital), la vasca y la catalana
Para no entrar en la política más directa permítaseme abordar solamente la propuesta de Sánchez sobre Cataluña. A partir del Documento de Granada propone un plan federal. Cataluña ocupa solo unas líneas de un proyecto complejo que quiere cambiar toda España. Da para llenar muchos folios. Introduce muchos temas. Se apresta a discutir durante años. ¿No llevaría dicha propuesta a la imposibilidad del consenso? ¿No podría pudrir y hacer explotar la cuestión de Cataluña creando una sociedad catalana totalmente frustrada?
El problema de Cataluña debe abordarse, primariamente, como único. Está por encima de toda situación actual. Sus líneas, breves, han de tratarse al principio entre pocos. El ideal más ético sería que los tres dirigentes pusieran inicialmente el problema en manos de un grupo de sabios, expertos imparciales, fuera del poder, para moderar lo que todo es lucha de poder. El paso posterior sería inculcar la solución obtenida desde la pedagogía política.
España está formada por tres entidades de singular nacionalidad. La propiamente española (con Madrid por capital), la vasca y la catalana. La propiamente española está básicamente asentada con el poder y la riqueza que da tener la capitalidad del Estado. La vasca con el concierto económico. No queda bien cubierta la catalana. ¿Por qué no cubrirla con la devolución de lo que el Estado recoge en ella excluyendo el montante de los gastos comunes y la solidaridad, devolución centrípetamente entretejida en lo común? Una solución económica grosso modo esbozada, de diferente método que la vasca. A dicha decisión económica se uniría otra parecida en la cultura.
La exigencia federal más profunda de España es tritroncal. Una exigencia federal que viene de la historia. Junto a dicha exigencia hay otra sin raíces, ideada en 1978 y aplicada en la década posterior. Esta segunda no puede obstaculizar a la primera. Tiene que construirse primero la profunda. No montarse desde las comunidades de 1978 guardando alguna excepción para la cuestión catalana. La exigencia histórica no puede admitir meras excepciones sino esencialidades, tratadas como el concierto vasco, al margen de comunidades recientes.
La mitad de la esencialidad tritroncal ya está fundamentalmente solucionada con el concierto vasco. Habiendo conseguido la mitad ¿no podremos conseguir el todo?
Y si en el referéndum del anexo constitucional, sustitutivo de la consulta ilegal, muy pedagógicamente preparado, saliese el sí de la mayoría castellana flexible y de la mayoría catalana para quedarse en España, tras las consecuencias del referéndum de Escocia, golpe más fuerte al independentismo catalán que el del Tribunal Constitucional, constataríamos que no tenemos la mente confusa de Napoleón sino la muy clara del Washington presidente. El resto de la reforma se haría mejor, luego.
Santiago Petschen es profesor emérito de universidad
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.