Las reuniones del lehendakari Urkullu
La utilidad de las reuniones queda en entredicho, quizás porque se desarrollan sin un programa previo bien definido
Se suelen producir cada año, al regreso de las vacaciones, que es cuando el Gobierno se introduce de lleno en la elaboración de los Presupuestos del año siguiente. ¿Son útiles esas reuniones? Pues yo no lo sé, porque en el par de horas que suelen durar caben muchos más asuntos que los que trascienden a la opinión pública, incluso chascarrillos o meras disquisiciones sobre el bien hacer de los equipos de fútbol vascos o de otros deportistas que, hoy por hoy, son los que mejor pueden representar a Euskadi allende nuestras fronteras.
De modo que cabe sacar pocas conclusiones ahora que ya han tenido lugar dichas reuniones, de las que los líderes de los partidos políticos han salido satisfechos, cada cual con su cantinela. Pero tras tales celebraciones se han producido tres situaciones bien diferentes que incitan al comentario. Los calificativos que se han dedicado unos a otros al final de sus reuniones han sido los esperados: ramilletes de palabras cuyo significado es ambiguo, vamos, ese tipo de palabras que tanto valen para un roto como para un descosido, esto sin especificar aquí quién es el roto y quién el descosido. Pero, esparcidas por aquí y por allá aparecen perlas importantes que permiten concluir que cada cual va a lo suyo, y que ni las pretensiones ni las preferencias o prioridades coinciden, luego los augurios de que el barco que nos lleva a todos los vascos llegue a buen puerto son escasos.
Los prolegómenos tampoco han sido buenos, porque Urkullu ya se había reunido antes con el presidente Rajoy y le había adelantado que es necesario dar otra vuelta de tuerca a la autonomía vasca, aprovechando de algún modo la estela del irracional proceso secesionista catalán, del cual Urkullu ha huido como un gato escaldado del agua fría. Por tanto el puzle será muy difícil de completar, porque las estrategias esgrimidas por todos son imposibles de engarzar en una sola. Esto es lo malo que tiene un mapa político tan enrevesado en el que el PNV ha de gobernar en todos los aspectos, sin embarullarse en grescas con Rajoy, para contrarrestar a la Izquierda Abertzale que le pisa los talones; en el que EH Bildu se ha empecinado en trasladar el conflicto catalán a Euskadi, con sus mismos ingredientes; en el que el PSE huye de las aventuras secesionistas que se camuflan tras el proceso catalán, porque cree que la auténtica respuesta que demandan los vascos es la relativa a la economía y el desempleo, así como el crecimiento de la desigualdad y el rigor de la pobreza creciente en nuestros hogares; y en el que el PP marea la perdiz preguntando al lehendakari qué estructura de Estado persigue con la propuesta que Urkullu formuló a Rajoy en su reunión; no estará lejos de esta posición la del único representante de UPyD.
El caso es que la utilidad de estas reuniones queda en entredicho, quizás porque se desarrollan sin un programa previo bien definido, o porque la información que se ofrece desde los medios de comunicación profundiza más en el impacto de algunos asuntos estridentes que en la generalización. Sin embargo, permítanme detenerme en el hecho de que el representante de EH Bildu echara en cara a Urkullu reunirse con él en segundo lugar (tras haberse reunido con el PSE de Idoia Mendía) a pesar de contar con más escaños que el PSE. Luego lo puntualizó con esta frase: “Quizás es pronto”, pero había adelantado su predisposición a aparcar el programa de EHBildu para pactar los futuros Presupuestos. Así se escribe esta parafernalia política en la que se echan en falta líderes que antepongan los problemas sociales de todos a los intereses partidistas de unos pocos.
Otra vez los hechos certifican a las palabras, cuando debiera producirse el fenómeno contrario. Va en mi descargo, en esta ocasión, que la postura de la líder socialista Idoia Mendía ha sido la más útil y atinada.
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