Los testigos ponen en duda los cargos contra el ‘casteller’ de Can Vies
La fiscalía pide casi cinco años para Sergi Rubia por mover un contenedor
La madre de Sergi Rubia rompió a llorar cuando acabó el juicio y su hijo la abrazó en los pasillos de la Ciudad de la Justicia. La fiscal acababa de confirmar su petición de cárcel para el casteller: cuatro años y diez meses por mover, supuestamente, un contenedor durante los altercados por el desalojo de Can Vies, en Sants. El temor de Rubia y su familia a una condena sigue ahí, a pesar de que la vista oral les dio motivos para la esperanza: hasta cuatro testigos —dos de ellos, imparciales— pusieron en duda la versión oficial.
Rubia, auxiliar de enfermería, fue detenido la medianoche del 28 de mayo por dos agentes de la Guardia Urbana. Le acusaron de haber colocado un contenedor junto a otros que estaban ardiendo en mitad de la calle. El juez de instrucción le envió a prisión. Allí permaneció 23 días. “Fue una situación tensa, estaba fuera de lugar. Los presos me preguntaban qué hacía allí. Por suerte salí bien, física y mentalmente”, explicó ayer a la salida del juicio y frente a sus compañeros de la colla de los Castellers de Barcelona.
Que el joven fue detenido e ingresó en prisión es casi lo único que no se discute en este caso, el primero por los incidentes de Can Vies —70 detenidos durante una semana de disturbios en el barrio— que llega a juicio.
Los policías explicaron que estuvieron “vigilando” durante un cuarto de hora a un grupo “de entre 10 y 15 personas” que quemaba contenedores en Sants. En un momento dado, Rubia “se quedó rezagado” y desplazó él solo un contenedor “para dificultar el paso de las furgonetas” de los Mossos d’Esquadra, que estaban barriendo la zona. “Al quedarse solo, la intervención era segura y le detuvimos”, explicó el primero de los agentes, más experimentado. Los policías aseguraron que, “sin ninguna duda”, Rubia había movido el contenedor.
El joven negó las acusaciones y dio una versión muy distinta. Explicó que esa noche acudió a una cacerolada para protestar por el desalojo del centro okupa con su amigo Alfred. La gente estaba “contenta y emocionada” por el apoyo. Pero a las 22 horas hubo las primeras cargas policiales y se alejaron. Se encontraron con un chico, Pau, y los tres acabaron tomando “un par de cervezas” en un bar hasta que el dueño cerró, a medianoche.
La defensa del joven pide que se investigue a los dos policías por denuncia falsa
El acusado se despidió de Pau y caminó hacia casa junto a Alfred, que no pudo aguantar y orinó junto a un portal. Una vecina les abroncó y su marido bajó a pedir explicaciones. En vez de pelearse, hicieron buenas migas. Charlaron sobre los problemas del barrio unos 15 minutos. “De golpe, escuché ruidos y mi instinto fue correr. A los 30 metros, se me echaron encima dos personas que dijeron ser policías”, declaró Rubia, que añadió que en la zona donde fue cazado “había contenedores volcados y movidos”.
La defensa llamó a declarar a cuatro testigos: Alfred, su amigo; Pau, el chico al que ambos conocieron; Lázaro, el vecino con el que charlaron; y Manuel, el dueño del bar. Todos ellos confirmaron su relato. Aunque el testimonio más relevante, por espontáneo y verosímil, fue el del vecino. “Estábamos hartos del follón de los incidentes. Mi mujer vio mear a uno y le llamé guarro. Bajé, vi que eran buena gente y hablamos”, dijo. “Cuando vi que venía la policía, les dije ‘bona nit’ y subí a casa”. Un momento después, desde el balcón, vio a Rubia esposado.
Lázaro dejó claro que no tiene demasiada simpatía por Can Vies: “Son pesados. Sobre todo antes, cuando eran jóvenes. Montaban unos pollos...” Manuel, por su parte, dijo que estaban solos en el bar y por eso recuerda que estuvieron hasta que bajó la persiana.
Rubia cuenta con otra ventaja: los testigos no parecen sobrevenidos. Ya en su primera declaración ante el juez, tras ser detenido, habló de las cervezas en el bar y de la charla con el vecino, como recordó su abogada, Nahxeli Beas. La letrada pidió la absolución del joven —“ha quedado probada su inocencia”— y explotó las contradicciones de los agentes: uno declaró que iban con uniforme; el otro, que de paisano. Beas fue más allá y pidió que se deduzca testimonio (o sea, que se investigue) a los dos policías por denuncia falsa y falso testimonio.
La fiscal del caso, en cambio, cree la versión “precisa” de la Guardia Urbana, que, a su juicio, debe “prevalecer”. También explotó las incongruencias de la declaración del amigo Alfred. Ésta afirmó que, al ver a Rubia detenido, tuvo “miedo” y se fue a casa “en taxi”. “Es curioso que no se interesase en saber qué ocurría”, abundó la fiscal, que acusa a Rubia de desórdenes públicos y daños y de “atentar contra la paz pública”.
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