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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La expareja feliz

Al Bano y Romina Power fueron pareja sólo artística en su reaparición en Peralada

Al Bano y Romina Power en su reaparición en Peralada.
Al Bano y Romina Power en su reaparición en Peralada.ICONA / JOAN CASTRO

En un escenario veraniego, con tiros moderadamente largos y bronceados a la luz de la luna, una pareja que fue feliz y lo cantó a destajo como una franquicia de Cupido, escenificaba que ahora, tras años de matrimonio y otros muchos de divorcio, pueden verse sin escozor. No, que nadie se equivoque, Al Bano y Romina Power están separados y no se van a reconciliar, pero por razones de amistad debidamente aliñadas con otros argumentos menos intangibles, la ex pareja feliz ha realizado unos pocos conciertos en los que han vuelto a ser pareja artística. Uno de ellos tuvo lugar en casa de sus amigos, los señores Suqué, artífices del festival de Peralada, donde en la noche del martes se dieron un homenaje que hizo pensar en que no hay desamor que mil años dure. Todo esto en un concierto eterno que no fue exactamente un concierto de Al Bano y Romina Power, sino un concierto de Al Bano y su familia, entre la que lógicamente estaba su exmujer. Nada como el concepto mediterráneo de familia, cualquier cosa por los hijos.

Sí, fue verdad, el concierto fue un atasco que sólo en la parte final se hizo algo fluido. Como marcando territorio fue Al Bano quien lo comenzó, vestido con un traje gris alpaca de los que El Fary usaba en alguna muy señalada fiesta de guardar. Pero ya se sabe que el fuerte de Al Bano no está ni en su carisma ni en la variedad de la montura de sus gafas, sino en su voz de tenor, potente aún más porque él la siente potente y la exhibe como su musculatura un chaval aún imberbe. Tampoco el tino estuvo en el grupo de acompañamiento -batería, bajo, guitarra y teclados con una orquesta dentro-, cuyos arreglos fueron bastante planos. Un cuarteto de vocalistas ataviadas de boda, reforzaron el apartado vocal. Y precisamente, tras calentar su herramienta con unas cuantas piezas, sí Al Bano tiene una voz tan lírica que incluso permite olvidar las canciones cuando son medianías e imaginarla en composiciones de fuste, introdujo a Romina sin apenas cruzarse con ella, escatimando la foto que todo el mundo buscaba.

Contrastó el gris Al Bano con los vaporosos tejidos azules con los que su exmujer apareció en escena para interpretar en inglés un par de canciones bastante mediocres, declamar un poema y certificar como la maternidad ciega hasta ver gracilidad en el trotar de un paquidermo. Yari Carrisi, segundo fruto de la relación con Al Bano, le acompañó en una pieza por él compuesta para mamá y con pocos visos de ser recordada por alguien que no sea mamá. Luego, para extraviar un poco el sentido de la velada, Yari hizo una versión de los Beatles y otra de Pink Floyd y se quedó tan pancho. Metido por el calzador protector de la familia, Yari cantó tanto que pegó el cante.

Pero nadie pareció ponerse tiquismiquis, la fiesta celebraba un reencuentro, el de la pareja con Peralada tras 20 años de ausencia. Tras el hijo, Al Bano homenajeó un escenario tan lírico como aquel marcándose unas arias y la famosísima y popular "Funiculì, funiculà" napolitana. Cayó, por supuesto, su "Ave María", en cuya presentación Al Bano confundió espiritualidad con religiosidad, algo muy católico. Más tarde compartió escena con Romina, espléndida en su sentido del humor sobre el paso del tiempo, inspirado en la seguridad de quien no se siente muy desportillada por los años. Romina, todo clase aún en sandalias, ya vestida en fucsia también vaporoso, dignificó la estampa de su ex, quien dejando la alpaca en el camerino ganó enteros. Hubo humor incluso repitiendo la entrada de Romina en escena para cantar a dúo, pues un problema en la batería impidió que fuese digna de la situación y de las deseadas fotos.

Y este fue el tramo del concierto que había movido los suspiros. La pareja, comportándose como una razonable pareja de divorciados, cantó piezas como "Nostalgia canaglia", "Siempre, siempre" o "Vivirlo otra vez", interpretados sin necesidad de parecer víctimas de un amor diabético. En este sentido los diálogos entre ambos y sus miradas nos hablaron de una pareja normal que ya no tiene que vender post adolescencia, sino sentimientos que no por morir conducen de por vida al resquemor. Casi resulta más esperanzador este mensaje que el amor a quintales, llovido como una catarata de sentimientos marcados por arrobas de acné. Incluso fue tierno el tímido e inseguro baile que la pareja protagonizó bajo los acordes de "Vivirlo otra vez", en el tramo final de un concierto innecesariamente largo y titubeante. Hay esperanza más allá del divorcio, pero cuidado con la familia.

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