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El hospital Sant Joan de Reus acumula una deuda de 98 millones de euros

La justicia investiga la construcción del enorme e infrautilizado centro sanitario Sant Joan

Cerca del Tecnoparc, el parque tecnológico de Reus (Baix Camp), sobresale un enorme edificio. Es una mole de 92.000 metros cuadrados con seis alas y diseño rupturista plagado de oscuros ventanales. Un turista podría confundirlo con un palacio de congresos o un aeropuerto, sobrenombre por el que es conocido en la ciudad el Hospital Universitario Sant Joan.

En realidad es un centro sanitario de titularidad municipal en el que se invirtieron 170 millones de euros, según explicó el Ayuntamiento cuando fue inaugurado, en 2010. Alumbrado por el exalcalde, Lluís Miquel Pérez (PSC), el proyecto fue diseñado por los despachos Pich Aguilera y Corea Moran. Sin embargo, hoy funciona a medio gas y su construcción está siendo investigada por el juzgado de instrucción 3 de Reus dentro del caso Innova, en el que se escudriñan un reguero de presuntas ilegalidades cometidas en el seno de las empresas municipales.

El hospital ha comportado ya la imputación de Pérez por el pago de 387.000 euros al arquitecto Jorge Batesteza, por trabajos de supervisión que supuestamente no hizo. Batesteza fue jefe de Infraestructuras del Servicio Catalán de la Salud (CatSalut) y los contratos en Reus se le adjudicaron a dedo, según el juez, desde 2007, tan solo un mes después de que abandonara el cargo en el CatSalut. Por este episodio el juez le ha impuesto a él y al expresidente del ICS, Josep Prat, y exdirector de Innova, una fianza a cada uno de un millón y medio de euros.

En el interior hay largos pasillos y espaciosas salas de espera cerradas

El exalcalde está acusado en el caso de prevaricación, malversación, blanqueo de capitales, falsedad documental y omisión del deber de perseguir delitos. Las facturas suponen, para el juez, “una grosera falta de control del dinero público”. Prat declaró que los consejeros delegados de Innova y la entonces consejera de Salud de la Generalitat, Marina Geli, le ordenaron contratar a Batesteza.

El Ayuntamiento, al inicio de este mandato, tenía una deuda de 402 millones de euros, explicó el actual alcalde, Carles Pellicer (CiU). En el interior del hospital dominan los pasillos interminables y espaciosas salas de espera en las que sillas relucientes languidecen a oscuras por estar cerradas. También están clausuradas más de una cuarentena de habitaciones. Reina el silencio y el vacío ya en la entrada del edificio, donde un sábado de verano a media tarde no hay rastro de las más de 3.000 personas que el Consistorio estimaba que iban a acudir cada día al centro, un millón anuales.

Más allá de la recepción, ubicada en el medio de una rambla, entre tiendas de flores, regalos, prensa o una sala multiconfesional, incluso se alza un auditorio que sería la envidia de muchos municipios. El hospital tiene su origen a mediados del siglo XVIII, el Ayuntamiento se incorporó pronto a la gestión y no fue hasta 1980 cuando se convirtió en sociedad municipal y en universitario. El encargado de pilotar este proceso fue Prat.

La potencia instalada daría luz a un municipio de 5.000 habitantes

En 2006, Innova adjudicó a Dragados y Agelectric la redacción del proyecto del nuevo hospital. Lo gestaron el CatSalut y el Ayuntamiento, a pesar de que un informe del primero ya en 2006 habría alertado de su futura sobredimensión, con “numerosos excesos” según diversas fuentes, y recomendando que fueran poco más de 60.000 los metros cuadrados a construir.

Cuando se inauguró, gobernaban tanto en el ejecutivo catalán como en el Consistorio un Tripartito formado por PSC, ERC e ICV. Acudieron Geli, el entonces presidente de la Generalitat, José Montilla y el presidente del Parlament, Ernest Benach, que es de Reus. El equipamiento, que compite por la capitalidad sanitaria con el Hospital Joan XXIII de Tarragona, triplica en metros al anterior hospital, cuenta con 460 camas en total, 60 boxes de urgencias, y más de una decena de quirófanos. Incluso hay un “espacio museístico dedicado a la memoria de la sanidad pública en Reus”. Trabajan en él 1.070 personas. En 2011 se incorporaron robots para hacer de mensajeros en las entregas y recogidas del material de cocina, el almacén general, la farmacia y la lavandería. Se instalaron 8.000 kw de potencia eléctrica, el equivalente a lo que necesitarían 1.800 viviendas o un municipio de unos 5.000 habitantes.

Pero entre tanta grandilocuencia, la factura total del centro, a medias entre el CatSalut y el Consistorio, es un misterio y está casi toda por pagar. Según el Ayuntamiento, las obras costaron 129 millones de euros, de los que faltan por pagar 98,6. En cambio, según indicó Batesteza en la comisión de investigación de la sanidad catalana en el Parlament, las obras se adjudicaron por 70 millones de euros pero acabaron costando 131, mientras que Pérez en la misma comisión cifró la factura en 180.

El anterior gobierno local contó con vender los terrenos del antiguo hospital para sufragar los créditos, pero siguen sin comprador. Además puso como prenda a los bancos el concierto con el CatSalut, que aporta anualmente al hospital más de 100 millones de euros. Pérez pignoró estos ingresos en caso de no poder hacer frente a los pagos del crédito, como está ocurriendo. Una “chapuza”, según Pellicer. Y en enero se descubrió que el ayuntamiento sopesaba atraer a pacientes de Nigeria, Canadá o Israel por la vía privada, o alquilar espacios. Todo para salir del entuerto.

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