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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dos cuestiones que dan para pensar

Nada debe justificar que se ataque a los representantes de la voluntad popular, aunque no nos guste cómo actúan

J. Ernesto Ayala-Dip

1. Creo que no hay que ser un as en sensibilidad social para no ver en muchas manifestaciones callejeras contra el establishment político español o catalán un fuerte descontento con sus actuaciones (o no actuaciones), con su retahíla de corrupciones destapadas cada día. Y por si eso fuera poco, para exacerbar los ánimos, leemos noticias tan edificantes como: “Alto ejecutivo de banca indemnizado con 11 millones de euros, después de acordarse de mutua conformidad su desvinculación, aunque manteniendo en la misma entidad bancaria que lo descabalga tres empleos, se supone que igualmente millonariamente renumerados para que en caso de ser nuevamente desvinculado se le vuela a indemnizar como corresponde”. A este señor, dicho sea de paso, se le pagaba un sueldo astronómico solo por poner énfasis en dos palabrejas que debió agotarle las neuronas dada la dimensión de sus beneficios personales: “vender, vender y vender” y “producto, producto y producto”.

Nada de esto puede mantener indiferente a nadie. Dándose estos casos de manera tan alejada de cualquier patrón moral, esto nunca debe justificar que se ataque a los representantes de la voluntad popular, nos guste o no, o nos hayan salido ranas. Y mucho más hacerlo a las puertas del recinto donde esa voluntad popular tiene que ser ejercida libremente a través de los políticos que la representan.

Si hablo de este asunto es porque el lunes se conoció que la Audiencia Nacional había absuelto de un delito contra las instituciones del Estado a 18 de los 19 acusados en relación con el asedio al Parlamento catalán el 15 de junio de 2011.

Leí un resumen de la sentencia e inferí que de lo escrito el máximo culpable del asedio (y agresión) a los representantes populares fueron los encargados de cerrar todos los accesos al Parlament, se supone que por orden policial. El único voto discrepante en la sentencia fue el del presidente de la sala, Fernando Grande-Marlaska, que proponía condenar a los diez acusados por el delito contra las instituciones del Estado. He visto los videos donde salen los participantes del 15 M, que “buscaban confrontarse físicamente y dialogar con los representantes parlamentarios, trasladándoles el malestar y las consecuencias de los presupuestos que se iban a votar”, según reza literalmente la sentencia. Me cuesta ver una actitud por parte de los manifestantes que no sea agresiva, insultante y barriobajera.

Me dio auténtica pena ver la cara de algunos parlamentarios, entre el susto, la incomprensión por lo que les estaba sucediendo y una rabia trabajosamente contenida. Vi la cara de la diputada Tura con su gabardina manchada con pintura. Los señores Maragall y Boadas tendrán sus razones para haber argumentado en su momento que nunca se sintieron agredidos. Si no se sintieron agredidos, me gustaría entonces que me dijeran qué sintieron ante los empujones, los insultos, escupitajos y persecuciones, no solo los que sufrieron ellos, sino también sus compañeros. Yo viéndolo sí que me sentí agredido. Y si quieren, avergonzado.

Estos chicos volverán a sus casas como héroes de una batalla ganada no se sabe bien a quién

Estos chicos volverán a sus casas como héroes de una batalla ganada no se sabe bien a quién. Puede que al final se trate simplemente de que lo que pase alrededor de una institución periférica del Estado no tiene mayor relieve. Cosas de chicos con ganas y modos nada reprobables, salvo para el juez Grande-Marlaska, de protestar como un acto más de la libertad de expresión.

Lo siento mucho, pero por aquí no paso. Y solo desearle al señor Rajoy o a futuros presidentes de gobierno español que no tengan que llegar a sus escaños en helicóptero.

2. Este lunes pasado el candidato a la secretaría del PSC, Miquel Iceta, se pronunció sobre el referéndum del 9 de noviembre. Lo hizo calificando de “chapuza” la pregunta del mismo. Y acto seguido propuso otra pregunta en su lugar: “¿Quiere que el Govern negocie con las instituciones del Estado un acuerdo que garantice el reconocimiento del carácter nacional de Catalunya, un pacto fiscal solidario y el blindaje de las competencias en lengua y cultura?”. A los pocos segundos, los propulsores de la solución soberanista para Cataluña se apresuraron (dudo que hayan tenido tiempo de estudiar la pregunta de Iceta) a descalificarla.

Argumentaron (por decir algo) que ya era tarde. Y me pregunto, ¿tarde para qué? ¿Tarde para hacer una pregunta tan inequívoca y a la vez tan rotundamente federalista sobre el modelo de estado que queremos para Cataluña? ¿Qué excusa tendría Rajoy para decir que no? Si el Tribunal Constitucional ve un resquicio para que los políticos acuerden la pregunta soberanista, imagínese el lector lo difícil que lo tendría el dirigente del PP para decir que no a la pregunta del PSC. ¿Y ya que estamos, sabe el señor Rajoy cuántos indecisos votarían sí a la propuesta de Iceta?

PD: Alfredo Di Stéfano acuñó frases insuperables sobre el fútbol. A mí me gusta esta: “Yo les daba un pase y algunos me devolvían una sandía”.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario

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