Latidos de arte tecnológico
El mexicano Rafael Lozano-Hemmer presenta en ‘Abstracción biométrica’ nueve piezas que toman como contenido las constantes vitales de los visitantes
El cuerpo humano es, tal vez, la máquina más compleja que conocemos. Late unas 60 veces por minuto (de media), respira unas 13, come, metaboliza, duerme, sueña, parpadea y, con mayor o menor acierto, piensa. Los artistas contemporáneos se valen no pocas veces de las tecnologías más novedosas para realizar sus obras y algunos, como el mexicano Rafael Lozano-Hemmer, mezclan estas tecnologías electrónicas con la sofisticada tecnología orgánica que es el cuerpo en el que vamos incrustados. La biometría es la medición de estas variables vitales y alrededor de ella ha montado el artista la exposición Abstracción biométricaque se presentó ayer en el Espacio Fundación Telefónica y se puede ver hasta el 12 de octubre.
“Casi todas las obras que hago son más parecidas a las artes escénicas que a las artes visuales”, advierte el artista “Soy exactamente lo opuesto de Antonio López. Él es un pintor que tiene una inspiración romántica, se sienta ante su lienzo y trabaja de forma intimista y directa con su representación de la realidad, y, por tanto, se le tiene que celebrar como un iluminado que tiene esta característica de traducción de la naturaleza”. El mexicano, en cambio, viene del arte de la performance y, para llevar a cabo sus proyectos, forma equipos con diseñadores, arquitectos, programadores, lingüistas, ingenieros en robótica, entre otros. “Montamos algo que no son tanto piezas estáticas que representan una visión del artista”, continúa, “sino que son lo que llamamos, muy pretenciosamente, plataformas de autorrepresentación. Son entornos en los que el público es el que da el contenido”.
En efecto, las nueve piezas que se exhiben en la muestra, comisariada por Kathleen Forde, se basan en la captura de datos del cuerpo de los humanos que asistan y su transformación en representaciones artísticas. Por ejemplo, la instalación que da la bienvenida, Almacén de corazonadas, es una reunión de cien bombillas que centellean al ritmo cardiaco de los asistentes. El que llega puede agarrar un sensor e imprimir su ritmo a una de las bombillas, que se une al resto eliminando uno de los latidos de los anteriores participantes. “Esta instalación viene de estar expuesta en Ucrania”, explica el Lozano-Hemmer. “Para mí es importante resaltar que en la inauguración en España estamos ante los ritmos cardiacos de unas personas que se encuentran a punto de entrar en guerra. Es interesante cómo esa memoria llega hasta aquí”.
Del lenguaje del corazón al lenguaje de la palabra: en Matriz de voz hay 800 canales de sonido, asociados a luces led, que suenan y parpadean al mismo tiempo. Una vez más, el último en llegar puede grabar su mensaje y escuchar cómo se funde en un maremagno de palabras, formando una masa sonora ininteligible.
Respiración circular y viciosa es, quizás, la propuesta más llamativa. En ella, el visitante puede entrar en una cabina transparente sellada y mezclar su aliento con el aliento concentrado de todos los que estuvieron antes. Este aire viciado, además, sale por unos fuelles robotizados y se destina a inflar y desinflar 61 bolsas de papel de estraza, como representación de la respiración. Hay ciertas advertencias preliminares: primera, mejor no estar más 10 minutos, por peligro de asfixia; segunda, hay peligro de contagio pues no existe filtro de virus y bacterias; tercera, riesgo de pánico, pues hay que pasar por una cámara de descompresión de la que no se puede salir rápidamente; y cuarta, quien entre lo hará bajo su propia responsabilidad. “Ahora que no me oye mi galerista”, bromea el artista, “diré que es una obra de arte asquerosa. Yo, particularmente, nunca he entrado porque me da asco. Pero si entran, mejor hacerlo antes de que el aire se vaya viciando con el aire de los participantes”.
Lozano-Hemmer es el cocreador del Concurso Internacional de Arte y Vida Artificial VIDA, iniciado en 1999 por la Fundación Telefónica, y su obra está presente en colecciones como la del MoMA de Nueva York, la Tate londinense o el ZKM de Karlsruhe. “Estas piezas no forman parte de una nueva gama de representaciones, sino que vienen de colecciones bastante establecidas”, concluye, “y me preocupa que algunas colecciones españolas consolidadas no tengan media art. Esto hay que normalizarlo: la tecnología no es algo nuevo, es algo inevitable y los artistas aceptamos el reto de trabajar con la tecnología de nuestro tiempo”.
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