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El sector naval, entre la esperanza de más trabajo y la nueva precariedad

El 'efecto Pemex' y la perspectiva de contratos dan aire a los astilleros de Vigo Los sindicatos denuncian que los empleos creados son cada vez en peores condiciones

Botadura, en enero de 2011, del buque Volcán de Tinamar, el mayor construido hasta entonces en el astillero Barreras
Botadura, en enero de 2011, del buque Volcán de Tinamar, el mayor construido hasta entonces en el astillero Barreraslalo r. villar

Algo se mueve en Vigo. Por ahora es más humo que chapa de acero, pero la ciudad respira con la impresión de que lo peor de estos años negros para los astilleros de su ría empiezan a disiparse. Es un optimismo difuso que se sostiene sobre el alambre de unos pocos contratos firmados y a la promesa de otros con una nueva herramienta para financiarlos (el tax lease) con el plácet de Europa. La ría se ha embarcado en la transición del dique seco al efecto Pemex, que para los sindicatos tiene más de propaganda mediática que de realidad contractual. “Pasamos de no tener nada a alimentarnos de esperanza”, resume Enrique Castelain, de MCA-UGT en Vigo.

 Bajo la marca de Pemex, Barreras tiene amarrados dos barcos -—un flotel y un atunero— y comprometidos otros cuatro. La empresa aspira a sellar este verano “el mayor contrato de su historia” con garantía de empleo para un lustro. Su presidente, José García Costas, infló el globo de las expectativas el pasado 11 de abril cuando anunció conversaciones “muy avanzadas” para cerrar un acuerdo “muy fuerte” que no detallará hasta que esté “firmado y santificado”. “¿Podemos hablar de un cierto repunte? Sí. Pero no para tanto bombo”, critica el responsable de Industria de la CIG.

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Con 122 años de experiencia en sus gradas, Hijos de J. Barreras es el astillero insignia del naval en Vigo y el de mayor capacidad productiva de España. Sirve de termómetro para medir la salud del sector y marca el compás de la construcción privada en la ría. En ocho años, la misma factoría pasó de querer comprar la antigua Astano a ser comprado por la petrolera mexicana, que se hizo con el 51% de sus acciones por 5,1 millones de euros en diciembre de 2013. Prácticamente “una ganga” a cambio de carga de trabajo a corto plazo, cuestionan los sindicatos. La inyección de fondos le sirvió para sacudirse el fantasma del concurso de acreedores en el que estuvo atrapada de julio de 2011 a septiembre de 2012. Por ahora, los encargos ya rubricados son un flotel —buque hotel para albergar al personal de las plataformas petrolíferas— por 150 millones de euros y un atunero para Procesa por 22. El compromiso es sumar cuatro más: un supply (apoyo logístico) y tres buque-tanque para México por 300 millones y, desde el sector, apuntan que hay “opciones” de un ferri en Argelia.

Aunque Pemex y Barreras escenificaron en febrero el corte de chapa del flotel mexicano, lo cierto es que era un acto de promoción de un contrato que la Xunta dio por hecho en 2012, que no se adjudicó hasta el pasado enero y que, como pronto, no arrancará hasta mediados de mayo. El desembarco mexicano se recibió en Vigo como un salvavidas, aunque Pemex no oculta que sus planes pasarían por levantar un astillero en el Golfo de México al que transferir el saber hacer de Barreras. “Lo venden como una panacea pero la realidad es otra y se retrasa”, apunta César Rodríguez, de la CIG Metal. De fondo, cuenta, siempre hay problemas de financiación, por más que Europa diera luz verde al nuevo sistema de tax lease, porque el crédito no fluye. Opina que Barreras hace de pantalla para tapar el parón de un sector que está lejos de remontar hacia la bonanza del 2007 y que se sirve de la crisis como excusa para introducir, por primera vez, ETT (empresas de trabajo temporal) entre las subcontratas “en condiciones leoninas y con niveles de precariedad laboral” que no habían visto nunca antes en el naval vigués.

“La ría de Vigo es Barreras y cinco más, y no a todos les va bien”, resume Castelaín (UGT). Son Freire, Vulcano, Metalships, Armón y Cardama, factorías medianas y pequeñas que han sobrevivido al último trienio negro con apuros financieros y a base de expedientes de regulación de empleo y que encaran 2014 con pocos contratos pero mejores perspectivas.

Freire, por ejemplo, tiene adjudicado el contrato de un buque de investigación para Kuwait y una goleta para Indonesia que no acaba de arrancar. Este mes prorrogó otros seis meses el ERE a su personal, explican los sindicatos. Vulcano, que podía emplear a 800 o 900 personas, busca contratos sin encontrar armador para un buque que trajo del sur “y que se pudre en el muelle”, mientras Metalships (grupo Rodman), Armón —que tiene su matriz en Asturias— o Cardama, capearon el temporal con reparaciones navales, barcos con alto componente tecnológico y buques de menor eslora.

La sequía naval de Vigo puede aproximarse en cifras. Los más de 11.000 operarios que empleaba el sector en 2009 encogieron a poco más de un millar en 2013, según los datos que manejan las centrales, con el 95% de las auxiliares paradas, resistiendo la tormenta o arrimándose a la quiebra. “En tres años cerraron más de cien y quebró MCíes”, precisa UGT, mientras que la CIG dice que empiezan a abundar lo que llaman “empresas de furgoneta”: pequeñas subcontratas de pintura, soldadura, fontanería, electricidad, con muy pocos empleados que “incumplen el convenio y retroceden 20 años en seguridad y salud laboral”. “No diré el nombre del astillero, pero hay trabajadores que suben a la grúa con una botella para no tener que bajar a mear por la presión que les meten”, cuenta Miguel Anxo Malvido, responsable de Empleo de la CIG.

La diputada de AGE, Consuelo Martínez, alertó días atrás en la Comisión de Industria del Parlamento de la aparición de “empresas piratas” en la red de auxiliares, inmersas en “una guerra de precios” con el propósito de sacar partido al pastel del contrato con Pemex a base de empeorar las condiciones de sus plantillas. “Montan pequeñas empresas que se aprovechan de la situación límite en la que están viviendo muchos antiguos trabajadores del naval y los contratan por salarios de miseria, hasta un 20% menos que antes”, denunció Martínez, que reclamó a la Xunta que tome cartas en el asunto tras recordar que fue el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, el que se erigió en intercesor de los dos floteles, uno para Vigo y otro para Ferrol, en la precampaña de las elecciones autonómicas de 2012 que revalidaron su mayoría absoluta. El director del Igape (Instituto Galego de Promoción Económica), Javier Aguilera, respondió a AGE en esa misma comisión que las empresas buscan ser “más competitivas dentro de la legalidad” y sacó pecho de los cursos de reciclaje para desempleados del naval. Atribuyó los contratos con Pemex, a lo que denominó “diplomacia económica”. “Ha dado sus frutos y dará más”, terminó Aguilera. Al presidente de Pymar, la patronal de astilleros privados, no le consta que por el momento ninguna factoría gallega haya echado mano del nuevo tax lease en la contratación de nuevos buques, que sí ya están aplicando en Asturias y País Vasco.

Con todo, a estas promesas de nuevos contratos todavía sin concretar se aferran la patronal, los sindicatos y centenares de operarios de muchas contratas que se han ido a pique este último lustro y que esperan que la rueda del naval vuelva a girar y los ponga a flote. La crisis ha hecho mella en un sector que se asomó al abismo en Vigo y Ferrol, y ha quedado muy mermado en varios frentes: salarial, derechos sociales y desmovilización sindical.

Todas son renuncias muy dolorosas para un sector capital de la economía gallega, por el número de empleos directos e indirectos asociados, y que históricamente ha exhibido músculo en las calles a golpe de manifestaciones masivas para contestar las sucesivas reconversiones. Lejos quedan las estampas más duras de los años ochenta en Vigo y Ferrol. Las movilizaciones son frecuentes, pacíficas pero menos multitudinarias y más resignadas que antaño. “Más contenidas diría yo”, apunta un veterano líder sindical.

“Lo peor de todo es que ahora te contentas y tragas con mucho menos”, resume Manuel E. Tiene 33 años, es ingeniero técnico naval y ha trabajado para Navantia hasta que hizo la maleta hacia los astilleros del sur aprovechando los años de bonanza. Hace poco que encontró un nuevo empleo después de un “larguísimo año” buscándolo. Entre el paro y un trabajo peor pagado que antes, se decanta por lo segundo. Sabe que si él renuncia, otro lo haría incluso por menos. “Nadie se ha preocupado de mejorar los sistemas de trabajo y cuando pase la crisis, volverán los mismos errores pero cobrando menos. No habremos aprendido nada”, lamenta.

Otros desahuciados del naval hicieron la maleta al norte de Europa. Es el caso, cuentan en UGT, de un soldador con una década de experiencia que emigró a Alemania y dejó en Vigo a su mujer y a dos hijas. Como perdió la cobertura social, tuvo que contratar un seguro médico privado para ellas, y lo que cobraba se le iba en gastos. Regresó y encadena trabajos de camarero en negro para ir tirando con menos, pero cerca de los suyos. Mientras, Pedro G.D, de 37 años, operario de una auxiliar de aceros de Ferrol y en paro desde hace meses, ha pasado por Vigo para dejar su currículo. No es el único, dice, aunque sabe que, por ahora, las posibilidades de que los llamen a él o a sus excompañeros son muy pocas.

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