Urkullu se la juega con el método Elkarri
La elección de Ezenarro tercia definitivamenten por el modelo a seguir con las víctimas del terrorismo de ETA, molestas por la equidistancia del Gobierno vasco
“Hay un problema de modelo, hay un problema de posición ante las víctimas”. La nueva etapa de la secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno vasco a partir del nombramiento de Aintzane Ezenarro como relevo de Txema Urkijo arranca excesivamente condicionada en opinión de la mayoría de las nueve personas consultadas por EL PAÍS —todas ellas vinculadas desde siempre a grupos pacifistas— porque resucita la histórica dicotomía que parecía superada entre el corpus de acción de Gesto por la Paz y el de Elkarri. Mientras en el Gobierno —en especial, su lehendakari— y en Lokarri se subraya la “ausencia de cambios” en la política con las víctimas respecto a legislaturas anteriores, en el resto de voces autorizadas, dentro y fuera de Euskadi, lo niegan. “Todavía estoy esperando a recibir una llamada de Jonan Fernández, y como yo muchos más”, critica una conocida víctima de ETA que dice haber compartido una única reunión a modo de saludo “con más grupos” junto al secretario de Paz y Convivencia. “Txema Urkijo era otra cosa, accesible, te lo ponía muy fácil”. Para otra víctima todo se reduce a este escenario: “Jonan, como pasaba con Elkarri, está en una posición más aséptica, más de macro. Urkijo, como Gesto, era más humanista, está en lo micro, en lo concreto”.
Fernández y Urkijo nunca se han entendido en el Gobierno Urkullu, hasta el punto de no dirigirse la palabra, pero posiblemente la razón de este antagonismo personal se encuentre en los diferentes conceptos que sustentan sobre un asunto tan nuclear cómo abordar la reparación del dolor causado por el terrorismo. Les diferencia su idea sobre la tipología de las víctimas. Urkijo empezó muy joven señalando a ETA y a partir de ahí procuró la reconciliación hasta abrir una nueva etapa, atendiendo al resto de afectados por otro tipo de violencia. A Jonan le costó demasiado tiempo, a juicio de más de un sector, y siempre ha procurado una lectura unificada, sin distingos, provocando con ello la hilaridad y la reticencia, quizá imborrable, de cuantos sufrieron a la banda terrorista. Es el recurso permanente a la mediación, a la equipración. Y así lo ha implantado en su departamento. Por tanto, el choque con Urkijo no podía esperar. Y en cuanto a Ezenarro ya sabe que debe cumplir de manera inflexible la exigencia que alberga Urkullu: acatar la dirección que marca Fernández para evitar un nuevo escenario de discrepancias como el vivido con Urkijo. “No hay que darle muchas vueltas al tema, la clave la aportó el propio Jonan cuando fue al Parlamento y reconoció que había llegado tarde al mundo de las víctimas”, recuerda otra víctima siempre muy activa en las movilizaciones por la paz.
Todavía nos acordamos de la reunión de Maroño"
Precisamente es aquí donde vuelven a aflorar las diferencias que mantenían de salida Elkarri y Gesto, los grupos de referencia para cada uno de ellos. “Todavía nos acordamos de aquella reunión de Maroño”, evoca un exmiembro de Gesto con mirada retrospectiva crítica hacia la posición de Elkarri, al referirse a aquel encuentro de ocho grupos pacifistas y asociaciones radicales, incapaces, después de 11 horas de conversaciones, de llegar a un compromiso por la paz que vinculara a los alineados con el Pacto de Ajuria Enea y a los del entorno de HB y ETA. De hecho, hasta 2005 no se pudo hablar de un abrazo entre Gesto y Elkarri para zanjar su vieja discusión sobre el origen de los conflictos que se planteaban al calificar la violencia. Demasiado tiempo para entenderse y muy poco para dejar secuelas. Ahora bien, hay quien para mitigar el efecto perverso de las discrepancias dice: “Todavía guardo una foto en el 2000 la que se pueden ver juntos a Victor Ayerdi, Jonan, Imanol Zubero o Txema Urkijo”. En esa misma dirección, una voz procedente de Elkarri lamenta que “todavía hoy” se “estigmatice tanto a Jonan cuando fue el quien primero habló desde Baketik del suelo ético, cuando ha reconocido lo que fue, pero no se le tiene en cuenta el gesto y la gente en cambio se queda con los prejuicios sin saber sus argumentos y sin leer siquiera uno de sus libros”.
Pese a este evidente desafecto de hondo calado para el futuro inmediato de la gestión del Gobierno vasco y del signo de su política, máxime a partir de la entrada de Ezenarro, Jonan Fernández ha encontrado en Iñigo Urkullu, como anteriormente ocurrió con el lehendakari Ibarretxe, su principal valedor. “Le ha embaucado”, admiten en el PNV donde hay cargos y dirigentes, críticos por las “suspicacias” que les sigue provocando el pensamiento y el origen de Jonan y que asisten absortos a la apuesta tan decidida de Urkullu — “es su decisión personal”— que no comparten. Para zanjar cualquier resquiocio sobre la confianza plena de Urkullu en Fernández hay quien alerta: “La foto en Madrid apoyando a los verificadores lo dice todo”.
El lehendakari le aprecia por reconocer errores dle pasado"
Es la interpretación inmediata de la suerte que ha deseado correr el lehendakari en cuanto al apartado de paz y convivencia, de donder emerge uno de los tres objetivos de su mandato. “Ha puesto todos los huevos en el mismo cesto y le puede salir mal”, llegan a coincidir curiosamente con la misma expresión tres personas. ¿A qué se debe esta confianza de Urkullu en Fernández? “El lehendakari entiende que este exmiembro de HB, de Elkarri y de Baketik representa todo un ejemplo que admira por su valentía al reconocer errores y apostar por nuevas vías políticas y pacíficas cuando era muy difícil hacerlo”, admiten en su entorno. Además, el secretario de Paz y Convivencia le ha demostrado que “tiene muy claras las ideas, es inteligente, ha seguido mucho otros procesos y está convencido de que sabe cómo ocupar ese carril central”. Con Ibarretxe ocurrió lo mismo.
Esta química se mantiene con Urkullu, quien apreció al igual que Ibarretxe el carácter analítico y reservado de Jonan, tildado en cambio de individualista en una gestión poco proclive a adaptar a las discrepancias su método que entiende infalible, aunque se presenta solvente con su trato correcto y poco dado a los alardes. Quizá por la seguridad que le inspira su apuesta, Urkullu digiere a duras penas el recelo que Fernández provoca entre partidos, víctimas y el Ministerio del Interior. Aún el pasado viernes lo dejó traslucir cuando instó a erradicar el debate cortoplacista de algunos partidos. Pero el lehendakari choca contra la realidad a corto y medio plazo. Va a ser muy difícil que encuentre un sentido mayoritario en favor de la política que entraña el área de Paz y Convivencia a partir de ahora. El contundente artículo de dos centenares de miembros de Gesto contra el “desaire” de destituir a Urkijo y su temor por el futuro de las víctimas no serán flor de un día. “Ni siquiera tiene el reconocimiento en la izquierda abertzale porque le consideran un traidor”, dice un veterano pacifista. “Su problema es que no parte de cero y así es más difícil la credibilidad”, añade.
Ezenarro también
No obstante, hay quien ve en la neutralización de la vía Nanclares —otra desautorización hacia el trabajo de Urkijo— un guiño de Fernández hacia el sector soberanista teniendo en cuenta el rechazo que siempre provocó esta vía de reinserción en la ortodoxia de las presos de ETA. Ezenarro también presenta semejanzas: la odian en EH Bildu. “Es ambiguo, no tiene un lenguaje directo sobre lo que quiere con las víctimas y así va a ser muy difícil entendernos porque las propias víctimas nos dicen que no les inspira confianza”, admiten en el PP desde su sede central en Génova, un vaso comunicante con Interior. Precisamente para favorecer una imagen menos refractaria en Madrid el Gobierno vasco ha encomendado a un conocido periodista para que propicie encuentros de Fernández con medios de comunicación a nivel estatal y así “proyectar” el “auténtico mensaje” de su proyecto. El plan ya se ha iniciado. Fernández ha aventurado en algunas comidas pronósticos sobre movimientos de ETA que han estado luego muy lejos de cumplirse. En Interior lo saben aunque no olvidan los esfuerzos desde Vitoria por alimentar las expectativas ante la última visita de los verificadores que causó tanta decepción. Pero sobre todo les inquieta que la principal prioridad que advierten en el método del Gobierno vasco sea la política penitenciaria. Solo Urkullu les puede (o no) tranquilizar. Es que no reciben a nadie más.
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