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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Yo quería quererlos querer

El PSC toma las peores decisiones en los peores momentos y con unos resultados que dan lugar a nuevos desastres

La fotografía de Marina Geli, Núria Ventura y Joan Ignasi Elena en el último banco del Parlament será, sin duda, uno de los íconos del proceso independentista. La imagen dolió a votantes y a no votantes. Tan triste fue que marcará otro de esos muchos puntos sin retorno que se han ido señalando a lo largo de los últimos años. Tantos puntos sin retorno que ya no son muchos, son demasiados.

Entiendo que la situación del PSC es complicada, quizás la más complicada de todas las que se expresan hoy en el arco parlamentario catalán, pero hay que haber hecho muy mal las cosas para llegar provocar una escena como la que vimos en el Parlament. También se entiende, aunque muy mal, que la expresión de una determinada línea ideológica acabe en la ridiculización y en la humillación de las ideas que hasta hace nada el propio partido defendía.

El PSC toma las peores decisiones en los peores momentos, lo hace de manera continuada y con unos resultados y unas consecuencias que abren la posibilidad a nuevos desastres. Otra foto: cuando vimos las lágrimas emocionadas de Pere Navarro en Granada, tras el aplauso que le dedicó el PSOE, supimos que no serían las últimas. Entendimos desde el primer momento que esa ovación la íbamos a pagar todos muy cara, empezando por el propio PSC.

Lo que se entiende peor de todo es que el partido haga justamente lo contrario de lo que predica. En las últimas semanas Pere Navarro intenta aparecer como el que pone en evidencia la falta de diálogo entre Mas y Rajoy, pero se desacredita cuando al mismo tiempo castiga de una manera tan burda a quienes discrepan.

Las contradicciones son enormes: se propone una solución federal, pero viendo cómo funcionan las cosas dentro del propio partido y en las relaciones con el Estado, unos van a ser los federalizadores y otros los federalizados. Se pide exigencia, gestión y transparencia pero al mismo tiempo que se ningunea a Toni Comín, Jordi Martí o Laia Bonet se mantiene la confianza en Daniel Fernández y se tapa todo lo tapable de José Zaragoza, que ya es tapar. Se intenta reconstruir un espacio de discusión y de intercambio pero sus intelectuales se apuntan al escarmiento o a llamar totalitarios a sus vecinos. Yo quería quererlos querer y ellos no.

La frase antológica “el que se mueve no sale en la foto”, se le puede aplicar la mayoría social de un país que no salía en otra instantánea famosa
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Más retratos: la frase antológica “el que se mueve no sale en la foto”, se le puede aplicar la mayoría social de un país que no salía en otra instantánea famosa. Los flases iluminaban un brindis constitucionalísimo. Hasta los propios militantes del PSC se llevaban las manos a la cabeza cuando veían cómo Pere Navarro brindaba sonriente hace dos meses con Albert Rivera, Alicia Sánchez-Camacho y María de los Llanos de Luna. Sí, con un partido que está a un tris de pedir la suspensión de la autonomía, con otro que estaría encantado de suspenderla y con la inefable condecoradora de la División Azul. Lo malo de tener la cabeza gacha es que al final se te queda así.

No son muchas fotos, son demasiadas para los alcaldes de Flix y de Navarcles, esos pueblos que para Lucena, Iceta o Balmón son polvo de estrellas de galaxias lejanas. ¿El Ripollès? Connais pas. No son muchos gestos, son demasiados como para creer que al PSC actual lo define algo más que las doce bajas en la ejecutiva o que una gestora en las comarcas del Ebro. A fuerza de creerse aquellos seminarios en el CCCB de lo malo que eran las identidades colectivas el PSC ha dibujado tan mal a sus votantes potenciales que los ha convertido en una caricatura. Y cuando describes mal a tus electores, acabas pensando que más que electores son marcianos.

El gran proyecto del PSC y del PSOE, el federalismo, es un brindis al sol en un día de tormenta. Federalista en Cataluña, jacobino en Madrid, mandamás en Andalucía y, ay, fuerocarlista en Euskadi: el capón que le dio Eduardo Madina a Navarro cuando este dijo que se tenía que revisar el cupo vasco fue antológico.

Se dice a menudo que los políticos del país declaran en privado que la consulta no se va a realizar. No les cuento lo que dicen en privado en el PSC del federalismo. Connais pas, no saben ni lo que es. Puede que sea la relación de sumisión que Nicaragua mantiene con Ferraz. O los artículos de los ideólogos de este desaguisado, pidiendo que se escarmiente a sus críticos: que los castiguen, “no hay cura sin pasar por el dolor”, decía uno de ellos. Como eslogan electoral me parece insuperable, a la altura de las expresiones yugoslavas de Felipe González y su referéndum para invadir el Rosellón, el federalismo del escarmiento, la cofradía del santo reproche.

No, no… La mejor imagen del federalismo español es la de una casa regional, con su Fiesta de la Rosa. A este paso es a todo lo que va a aspirar el PSC, a ser una casa regional, no importa de dónde. Ay, la fui poco a poco, dando por perdida…

Los hay que se frotan las manos pero muchos, lo que nos frotamos, son los ojos.

Francesc Serés es escritor

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