Atención sin fronteras
La sanidad pública se ha convertido en un cambalache de tal enjundia que las listas de espera desesperan a todo el mundo
Al paso que vamos (que van) no sería de extrañar que los facultativos y demás personal sanitario de Médicos sin Fronteras se decidiera a trasladar el mayor número de sus meritorios efectivos a esta pobre comunidad en riesgo de convertirse en tercermundista también en el terreno de la sanidad en cosa de poco tiempo. De hecho, ya hay algunos indicadores muy fundamentados que apuntan en esa dirección, a lo que se añade la desidia, o lo que sea, del ministro Cristóbal Montoro para concederle a Alberto Fabra unos 1.500 millones de nada a fin de compensar una situación más que agobiante. Una decisión que revela el hartazgo de Génova respecto de su filial valenciana, que acaso sea un error o quizás una apuesta de mucha perspicacia, ya que esta tierra casi baldía pronto dejará de ser un granero de votos para los populares, entre palaus y trencadissos que se desploman como palomitas de maíz, blascones imputados que se hacen pasar ante el juez por el cordero de dios que lava los pecados del mundo y otras ridículas atrocidades que irán apareciendo antes de que se planten las Fallas, donde tampoco esta tropa habrá de salir bien parada, con lo que le gusta la fiesta. Y si hasta Juan Cotino se va a dedicar al cultivo de los caquis desatendiendo sus honradas obligaciones públicas, es que el maremoto está a la vuelta de la esquina. Que se lo digan a algunos mandamases locales del partido que gobierna y de paso a sus seguratas, tipos que alardean de fotos con sus recios compinches disfrazados de oficiales de las SS como una broma sin mayor importancia, como si Hitler se hubiera disfrazado alguna vez de fallera con su bigotito.
Pero a lo que íbamos. En un antiguo episodio de la serie House, el pintoresco doctor atiende a un médico que ha decidido ejercer en la sabana africana, donde ha pillado un virus que se trata en Estados Unidos, y el protagonista de la serie no puede sino insinuarle otra cosa que a santo de qué irse tan lejos, si en el mismo Harlem neoyorkino la gente se cae a pedazos por falta de atención médica. Aquí mismo, la sanidad pública se ha convertido en un cambalache de tal enjundia que las listas de espera desesperan a todo el mundo, las personas dependientes acabarán por no depender de nadie a fin de que mueran como perros solitarios en sus casas, si las conservan, pacientes con un cáncer diagnosticado deambulan de farmacia en farmacia en vano para conseguir los medicamentos recetados por el oncólogo mientras que acudir a urgencias es arriesgarse a lo que sea, tanto por recorte de personal como por otras indignas argucias cuyo resultado siempre es el mismo: el paciente debe copagar lo que ya ha pagado, cuanto menos moleste, mejor, y si hay que mandarlo a casa con un diagnóstico de incierto recorrido, pues se le envía y que vuelva por allí si continua sintiéndose fatal. Por eso sugiero que el ejemplar personal sanitario que se trasladó a África debería volver cuanto antes para ocuparse de toda esta pobre gente aunque fuera en barracones. Apenas si notarían la diferencia entre una miseria y otra.
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