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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La incomodidad del PSC

Enric Company

Vientos de división soplan de nuevo sobre los socialistas catalanes, cuya dirección ha ratificado la decisión de votar en el Parlament en contra de la hoja de ruta diseñada por el Gobierno de CiU para la consulta sobre el futuro político de Cataluña. La solicitud formal al Gobierno español para que delegue a la Generalitat la facultad de realizar el referéndum se votará mañana en el Parlament. La dirección del PSC entiende, con buen criterio, que siendo sobradamente conocida la negativa del Gobierno a realizar esta delegación, carece de sentido solicitarla.

El PSC sostiene que lo procedente es negociar, negociar y negociar antes de formalizar propuestas condenadas al fracaso. Mantiene todavía que si tiene que haber consulta a los ciudadanos debe ser legal y previamente acordada con el Gobierno central. Los socialistas saben, sin embargo, que frente al PP de Mariano Rajoy está opción será también inútil, por lo que su posición implica, en la práctica, esperar a que el PP pierda la mayoría absoluta en las Cortes. Es decir, hasta 2016 en el mejor de los casos.

A la izquierda le conviene clarificar un proceso en el que se confunde la consulta con la independencia

Una parte de los diputados socialistas en el Parlament, cinco de los 20 con que cuenta el PSC, están en desacuerdo con esta posición. Están en minoría en el grupo parlamentario, pero lo están mucho más en la comisión ejecutiva y aún muchísimo más en el Consejo Nacional, órganos de dirección en los que se ha debatido la cuestión. Más que argumentos para votar mañana en un sentido u otro o abstenerse, lo que en el fondo divide a los socialistas es la conveniencia o inconveniencia de desgajarse de la mayoría parlamentaria y política que apoya la estrategia del Gobierno catalán en esta materia. Es una mayoría pluripartidista formada por cuatro grupos parlamentarios en los que hay seis partidos: CiU, ERC, ICV-EUiA y la CUP. Es casi todo el universo catalanista. Una parte del PSC se siente muy incómoda en la posición acordada por la dirección, con el PP y Ciutadans como compañeros de viaje. ¿Qué hacemos, hacia dónde vamos, con tales compañías políticas?, se preguntan.

Otra cosa es, además, la opinión del entorno social y el amplio espacio electoral eventualmente socialista. Lo que se sabe de ellos no es muy alentador porque muestra también una división. Los sondeos de finales de 2013 indicaban que el electorado socialista de Cataluña está partido en una proporción ligeramente superior a la mitad a favor de la consulta. O sea, que la dirección de Pere Navarro controla el partido, pero rema contra corriente fuera de él.

Para comprender la incomodidad de los socialistas en esta batalla política puede ser quizás ilustrativo recordar cómo empezó. Todo viene de la necesidad del catalanismo de dar una respuesta a la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía. El Gobierno catalán, presidido entonces por el socialista José Montilla, propuso recuperar mediante leyes orgánicas y la negociación con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero partes de lo que el Tribunal había eliminado del Estatuto. Eso fue todo, que quedó en nada cuando CiU y el PP ganaron las elecciones autonómicas y legislativas, en 2010 y 2011 respectivamente. Lo que sucedió entonces fue que la iniciativa política pasó en Cataluña a una mayoría parlamentaria nacionalista formada por CiU y ERC que, primero con la propuesta de pacto fiscal con el Estado y después con la del referéndum para 2014, ha laminado el margen de maniobra de los demás partidos catalanistas.

Todo viene de la necesidad del catalanismo de dar una respuesta a la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía

A medida que pasan los meses, sin embargo, lo que hace poco era presentado por sus promotores como un imparable y urgente proceso hacia la independencia se convierte en un camino de obstáculos que cada vez parecen más grandes, llámense ausencia de aliados internacionales o renuencia de los medios empresariales, pérdida de apoyos como el del propio PSC o división en las filas de ICV entre federalistas e independentistas.

Y así lo que se pretendía que fuera un proceso rápido, empujado por la ilusión de sus promotores, va derivando poco a poco en un prosaico forcejeo que, en el mejor de los casos, va para largo. Hemos entrado en un ciclo electoral en el que el lío de la consulta catalana será un elemento más. Ya se verá a favor de quien, pues nada está muy claro. Sigue siendo muy improbable que haya un referéndum en noviembre de 2014, puesto que depende de que lo autorice el Gobierno de Mariano Rajoy, pero sí es seguro que antes, en mayo, habrá elecciones al Parlamento Europeo. Habrá elecciones municipales en 2015 y legislativas en 2016. Y al Parlamento catalán en un momento ahora impreciso, quizá en 2014.

A la izquierda, y en particular a los socialistas, les conviene recuperar la iniciativa política y el primer paso para ello es clarificar un proceso en el que se confunde y se solapa interesadamente el hecho de convocar una consulta con una campaña independentista. Y, desde luego, evitar que la presión de la mayoría parlamentaria nacionalista la divida.

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