Víctima mortal de las preferentes
Julio Miralles se quitó la vida en la cárcel de Albocàsser tras apuñalar a un exempleado de Bankia que vendió 400.000 euros en participaciones a su padre y abuela
Julio Miralles se arrepiente de haber cobrado una herencia. “Fue el origen de nuestra desgracia”, susurra con la mirada perdida. Es mediodía y por la recargada sala de estar de los Miralles, una familia valenciana de antiguos comerciantes, desfilan vecinos y parientes. Abrazan en silencio al sexagenario matrimonio de Julio y su mujer, Maruja. Hace un día que perdieron a su único hijo. Un policía local de Valencia de 38 años que se quitó vida en Nochebuena en la cárcel castellonense de Albocàsser. Allí permanecía desde mayo tras apuñalar al empleado prejubilado de Bankia que colocó a sus padres y a su abuela más de 400.000 euros en preferentes.
Esta es una historia de ojerizas irreconciliables. Y arranca con una herencia. La madre de los Miralles recibió tras la muerte de su padre 120.000 euros. Fue el 13 de julio de 1997. Ese día, en pleno desconcierto nacional por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el empleado de banca Germán Sánchez se presentó en la casa de la viuda a recoger el dinero. Se fiaron de él porque era pariente lejano de la familia. Poco a poco se convirtió en el guardián del patrimonio acumulado durante las tres décadas que el matrimonio regentó una droguería en el barrio valenciano de Torrefiel. “Yo firmaba lo que me pedía Germán. Iba a verle a la oficina de Bankia de Paterna. Como era de confianza…”, relata Julio, descompuesto.
Los padres del policía local muerto confiaron su dinero a un conocido
La relación cliente-empleado de Bankia fue estrecha hasta hace dos años. El hijo de Julio se enteró entonces por la televisión de la “estafa” de las preferentes. Miles de personas aporreaban cacerolas en la calle. Por primera vez oía el término de las participaciones de alto riesgo contratadas de forma fraudulenta. El policía miró su cuenta. Bingo. Era uno de los 300.000 afectados del controvertido producto vendido por Bankia y la mayoría de las cajas de ahorro.
Los Miralles pidieron explicaciones a su hombre de confianza, hoy prejubilado con menos de 60 años. El antiguo empleado, que declina atender a EL PAÍS, les dio largas, recuerdan. “Su mujer nos decía que estaba de viaje. Pero se iba a pasear con la bicicleta o a nadar a la piscina”, añaden. El trato afectuoso devino en odio. Y obsesionó al hijo.
El fallecido llegó a obsesionarse con el bancario al que atacó en su casa
El corpulento agente, que estaba casado, se fue cerrando en su mundo. Dejó de dormir. Cayó en la depresión. Afirmaba que iba a perder su casa. Que sus padres acabarían llamando a la puerta de la caridad. En el retén de la Policía Local de El Carme comentó a su centenar de compañeros cómo un conocido había arruinado a su familia. Sus jefes le retiraron el arma. “Detectamos un comportamiento de riesgo”, confirma un agente que le describe como “reservado, responsable y cumplidor”.
Un día del pasado mayo el policía, que no estaba de servicio, se desplazó sin avisar a la pedanía valenciana de Pinedo, en el corazón de la huerta, donde Germán Sánchez tiene su segunda vivienda. Allí acuchilló al que consideraba culpable de sus desventuras. El exempleado de Bankia se recuperó de las heridas. Pero el juez ordenó el ingreso en prisión preventiva del agente. “Julio nos dijo que iría a hablar con Germán, pero nunca que le agrediría. No justificamos lo que hizo”, recuerda el matrimonio.
Los superiores del agente detectaron un comportamiento de riesgo
El policía estuvo vigilado en prisión por otro recluso. En una ocasión había intentado quitarse la vida. Por eso, le retiraron los cordones y el cinturón. “Engordó y nos decía que le daban muy bien de comer”, recuerda la madre mientras abraza la foto de un hombre de dos metros de altura y más de 100 kilos de peso que llegó a jugar al baloncesto en el Tavernes. El agente había ingresado con 23 años en la policía local.
La siguiente secuencia se desarrolló en Nochebuena. Tres abogados llamaron a la puerta de la familia Miralles. El Rey acaba de pronunciar su discurso. “Pensamos que nos dirían que nuestro hijo salía en libertad por Navidad”. El matrimonio quería abonar la fianza para que Julio asistiese al cumpleaños de su hijo, que ayer cumplió seis años. Los letrados les informaron de que el preso se había quitado la vida.
El padre levantó el teléfono. Marcó el número de Germán. “Le dije que era un hijo de puta”. El exempleado de Bankia denunció a su antiguo cliente por amenazas. Julio fue arrestado y conducido por cuatro agentes ante el juez. Cuatro horas después le pusieron en libertad provisional con una orden de alejamiento para proteger a Sánchez. “Uno de los policías me dio un beso. Era un antiguo compañero de mi hijo”, recuerda. El agente fue enterrado ayer en el cementerio general de Valencia.
Es la una de la tarde. Siguen aterrizando amigos en la casa de la familia Miralles. Un vecino opina que el ladrón está en la calle y su víctima, bajo tierra. Otro añade que la sociedad es injusta por naturaleza. Julio sigue con la mirada perdida. Insiste en una idea: “Ojalá no hubiera cobrado nunca la herencia”.
Ofensiva legal
La familia Miralles vengará la muerte de su hijo en los tribunales. El matrimonio anuncia una ofensiva legal contra el exempleado de Bankia Germán Sánchez. Dedicarán sus esfuerzos para que ingrese en prisión el hombre que les colocó más de 400.000 euros en preferentes. “Venderé todo lo que haga falta para pagar a los abogados”, advierte el padre del fallecido, que insiste en una idea: “Puede que hayamos firmado documentos. Pero no nos informaron”. En su opinión, el hoy prejubilado de la caja se valió de la confianza para venderles sin su consentimiento productos de alto riesgo. “Nos decía que fuésemos a la oficina porque había caducado la firma”. La madre del policía añade otra clave. “Nuestro problema es que hemos sido demasiado buenas personas y confiados”. Maruja Tatay, de 65 años, admite que durante años mantuvo una relación cordial con Sánchez.
Fuentes de Bankia declinan valorar el caso de la familia valenciana. Se niegan, aludiendo a la privacidad, a confirmar cómo fue el proceso de contratación de sus productos financieros. Aseguran que hasta el mes de noviembre 53.000 clientes que adquirieron participaciones preferentes y obligaciones subordinadas han recuperado su dinero. No cuantifican la cifra. Y señalan que el 80% de los casos de afectados analizados por la consultora KPMG, que actúa de árbitro, han sido favorables para el reclamante. “Cuando finalice el arbitraje estas personas recuperarán su dinero”, alegan estas fuentes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.