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Brotes de un nuevo Madrid

Mientras la ciudad de las Administraciones pierde fuelle, la de los ciudadanos parece más viva que nunca EL PAÍS propone un recorrido por algunas de las iniciativas que los madrileños toman para dar soluciones

Esaú Acosta, Miguel Jaenicke y Mauro Gil-Fournier, creadores del Vivero de Iniciativas Ciudadanas.
Esaú Acosta, Miguel Jaenicke y Mauro Gil-Fournier, creadores del Vivero de Iniciativas Ciudadanas.Álvaro García

Se habla en muchos foros —también en este periódico— del declive de Madrid, de la falta de proyecto, de la suciedad de sus calles, del cierre de teatros y cines, de la caída de turistas, la contaminación, la pérdida del patrimonio histórico, el aumento de franquicias y la desaparición de los bares de siempre.

Llegados a este punto, hablemos de la ciudad detrás de esa ciudad. Al mismo tiempo que todo eso ocurre, cientos de ciudadanos, han decidido tomar las riendas y no esperar a que las Administraciones resuelvan sus problemas o atiendan sus necesidades. Se les ha dado en llamar ciudadanos empoderados y, aunque sea una etiqueta quizá demasiado amplia, sirve para definir a ese tipo de personas que se han emancipado de las Administraciones y se han puesto a trabajar para mejorar su barrio o su comunidad, ya sea creando artefactos para medir la calidad del aire, dándole la vuelta al barrio para convertir un espacio vacío en una zona verde, o distribuyendo Internet a lugares donde no llega bien.

Y no, no son gente contra el sistema, si es que ya le ha asaltado ese prejuicio, sino tipos normales, muy distintos los unos de los otros, y quizá solo tengan en común su convicción para modificar el sistema con sus pequeños logros ciudadanos.

En 2008, varios arquitectos decidieron que, además de sus proyectos arquitectónicos, debían crear un observatorio donde se diera cuenta de todas las innovaciones y propuestas que los madrileños estaban haciendo. Nació así el Vivero de Iniciativas Ciudadanas (VIC). “Surgió de una reflexión sobre la ciudad”, dice Mauro Gil-Fournier, uno de los fundadores. “La ciudad no es solo un espacio, sino la suma de vivencias de sus ciudadanos. Y hay una cantidad enorme de propuestas que salen de un análisis crítico de la ciudad”.

La expresión física del Vivero es una plataforma web que informa de esas iniciativas, se reflexiona sobre ellas y se conectan cada una de estas iniciativas, una especie de red de start-ups ciudadanas que podría resumirse, en definitiva, en gente que hace un montón de cosas. Los arquitectos del Vivero proponen a EL PAÍS un recorrido de un día por la innovación ciudadana de Madrid. Vale.

César García muestra unos sensores para medir la calidad del aire.
César García muestra unos sensores para medir la calidad del aire.Álvaro garcía

El martes, 5 de noviembre, la calle de Atocha amanece llena de basura tras el primer día de huelga. Por allí ha pasado la manifestación de los trabajadores de la limpieza el día anterior. Es muy cerca de allí donde Mauro, Esaú y Miguel tienen su oficina y es desde allí donde partimos al encuentro con Agustín de Saralegui, portavoz de la empresa Respiro. No es un mal comienzo porque esta iniciativa permite a varios usuarios compartir coche en distintas horas del día y dar solución así a los problemas del tráfico y de la contaminación. La compañía tiene ahora 70 coches y pronto tendrá 20 más. Agustín habla de ahorro, de lo sencillo que es utilizar un coche por horas en el que se paga solo lo que se usa y de las diferencias entre otras ciudades europeas y la capital de España. “Madrid es la última gran capital europea que no tenía un servicio de car sharing como ocurría en ciudades como Londres, París o Berlín”, dice Agustín.

En el coche de Respiro nos desplazamos hasta Velilla de San Antonio para ver a la gente de Ecosecha, una cooperativa que ofrece productos ecológicos de temporada. Uno de sus responsables, Javier Pérez, explica cómo distribuyen los frutos de su trabajo y cuenta su iniciativa estrella, el banco de semillas. Viene a ser algo así como el Napster de las semillas, un lugar en el que compartir las diferentes variedades sorteando el control que ejercen las grandes corporaciones en el mercado, sin pagar los derechos a las empresas que han patentado las semillas. Pérez da a probar los tomates de su huerto e inmediatamente uno decide no volver a llamar de la misma manera a lo que compra en el supermercado. Será comestible, pero no será tomate. En el banco de semillas han sido intercambiados ya más de 4.000 sobres de semillas con 400 variedades.

Once iniciativas

Respiro Madrid. Empresa que permite que varios usuarios compartan coche.

Ecosecha Madrid. Banco de Semillas en Intermediae-Matadero.

Guifinet. Wifi libre y distribuido.

La Casquería. Venta de libros al peso en el Mercado de San Fernando.

Bookcamping. Biblioteca digital colaborativa.

En Bici por Madrid. Mapa de rutas tranquilas y cursos para enseñar cómo ir en dos ruedas.

Air Quality Egg. Mediciones de la calidad del aire con sensores domésticos.

Esta es una plaza. Intervención en el urbanismo en la capital para conseguir una zona verde.

Som Energía. Cooperativa para conseguir energías limpias.

Teje la Araña. Intervención con tejidos en mobiliario urbano.

Arregla Sanse. Mapa de demandas ciudadanas en San Sebastian de los Reyes.

“No estamos hablando solo de cultura y de urbanismo, estamos hablando de economía”, dice Esaú, otro de los fundadores de VIC mientras nos encaminamos a un domicilio de Pozuelo. Abre la puerta Alejandro Martín, un chico joven que cuenta en la azotea de su casa en qué consiste su iniciativa: con el permiso de sus vecinos, ha puesto una antena o nodo, conectada a otros nodos en Madrid. Lo hace a través de Guifi.net, una red de telecomunicaciones ciudadana que permite ahorrar costes y dar Internet a lugares donde aún no llega a velocidades del siglo XXI. “Guifi.net tiene en Cataluña 17.000 nodos, en Madrid hemos empezado con 20”, dice Alejandro, que ha montado seis de ellos.

De regreso a Madrid, paramos en Lavapiés, en el Mercado de San Fernando, un lugar que vive una segunda oportunidad tras haber estado a punto de desaparecer. Esa nueva vida viene de la mano de nuevos negocios e ideas como la de La Casquería, una tienda de venta de libros de segunda mano al peso. A 10 euros el kilo.

En torno a una mesa en un bar del barrio se juntan los miembros del Vivero con Carolina León y Silvia Nanclares, de Bookcamping, una biblioteca digital en la que cada usuario puede descargarse o subir documentos, libros o vídeos que tengan licencias abiertas y que ha acabado convirtiéndose en una comunidad. Por ahora llevan 9.900 usuarios y la plataforma cuenta con 2.303 referencias entre libros, podcast y material audiovisual. A los pocos minutos de comenzar la charla, vuelve a salir la palabra empoderamiento. No es la primera vez hoy y no será la última. Se habla también del 15-M, pues Bookcamping nació después del movimiento que tomó la Puerta del Sol en mayo de 2011.

Sigue la charla mientras esperamos a Iván Villarrubia, otro arquitecto, uno de los impulsores de un mapa de calles tranquilas para andar en bici que acabó siendo adoptado por el Ayuntamiento de Madrid. “Durante un tiempo se ha pensado que la Administración tenía que hacer todo para la bici”, comenta Villarrubia. El blog En bici por Madrid es una muestra de que eso no es así. Ahí se publican trucos, necesidades y todo tipo de ideas para circular. Se ha acabado convirtiendo en otra red en la que los ciclistas enseñan a otros qué es lo que deben hacer. “Hemos atendido a unas 400 personas a las que hemos llevado por Madrid y les hemos enseñado a perder el miedo a la bicicleta”, dice Villarrubia. Iniciamos un paseo por las calles de Lavapiés. Vamos por el medio. “Si no hay espacio para dejar pasar a un coche, no pasa nada”, insiste Villarrubia, que lleva la ordenanza municipal a mano para enseñárselas al conductor que se pase de listo.

Llegamos en bici a Makespace, una comunidad de desarrolladores de tecnología e innovación. Allí César García comenta en qué consisten Air Quality Egg o IntheairMadrid, redes de ciudadanos que desarrollan sensores para medir la calidad del aire. Sale el ejemplo de Sheffield, en Inglaterra, donde un barrio consiguió parar la construcción de un supermercado gracias a los datos obtenidos de ese tipo de sensores.

Luis Elorriaga nos recibe en el espacio Esta es una Plaza cuando ya está empezando a oscurecer. “Aquí nos dimos cuenta de que había un espacio vacío y nos decidimos a utilizarlo. Llevamos ya cuatro años trabajando por este proyecto verde que le hacía falta al barrio y este año estamos trabajando por la renovación”, dice Elorriaga, que recuerda la importancia que tuvo para este tipo de movimientos el foro de Porto Alegre a principios de 2000.

Casi no queda tiempo para nada más. Antes de dejar Esta es una Plaza, hablamos con el profesor de instituto Juan José Fuentetaja, uno de los socios de Som Energia. Esta cooperativa de energías renovables permite consumir energía verde gracias a plantas de producción fotovoltaica en Cataluña y Levante. “Lo difundimos para el gran público, pero puede ser complicado. La mayoría de nuestros socios viene de las cooperativas, de la energía social y en general gente cabreada con las empresas energéticas y el peaje que le han puesto al sol”.

Los penúltimos en llegar son Álvaro León y Adriana Turmero. Su iniciativa, Teje la Araña, viste mobiliario urbano de tejidos hechos de materiales diversos. Eso a veces hace visibles algunos problemas, otras veces es una mera ocupación del espacio urbano. En otras ocasiones, simplemente, un frío bolardo en noviembre puede convertirse en un sitio donde apoyarse si está vestido de lana.

Bajo un toldo tejido por ellos, otros dos ciudadanos hablan de arreglar su municipio. Son Rubén Holguera y Javier Taravilla, un ingeniero de telecomunicaciones y un filósofo, ambos integrantes del partido Izquierda Independiente. Son dos políticos que no lo parecen. Ellos pusieron en marcha Arreglasanse, una herramienta que hace un seguimiento en un mapa de todas las demandas de los vecinos de San Sebastián de los Reyes.

Su testimonio tiene más sentido al final del recorrido. De alguna forma son dos políticos que han creado una iniciativa ciudadana. “La gente organizada siempre es más inteligente que tú”, dice uno de ellos, “la información que ellos dan es muy útil para conocer lo que hace el Ayuntamiento”.

De nuevo en Atocha, el grupo continúa la conversación. Se habla de la desconexión entre las Administraciones y lo que hacen los ciudadanos. “No se trata solo de recibir dinero para hacer cosas. Se trata de establecer un diálogo con las Administraciones que permita mejorar la ciudad”, concluye Miguel Jaenicke.

Se ha hablado también de ausencia de proyecto, de un relato que marque un nuevo rumbo para la ciudad. Si el Ayuntamiento no sabe qué contar, ahí van 11 iniciativas surgidas de la imaginación de los madrileños.

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