La biomasa, una energía no tan limpia
En algunos casos, el humo que genera su combustión contiene agentes contaminantes
La biomasa se ha introducido en los últimos años como miembro de pleno derecho en el grupo de las energías renovables, esas que protegen el medio ambiente porque no emplean combustibles fósiles, sino recursos naturales como desechos de madera, huesos de aceitunas o cáscaras de frutos secos, y evitan la emisión de CO2 a la atmósfera, el calentamiento global y el cambio climático. Sin embargo, la biomasa no es tan inocente desde el punto de vista medioambiental. “Está creando ahora otro problema de contaminación. La calidad del aire empeora por la combustión de pellets (prensado a base de madera)”, afirma Jesús Rosales, responsable del grupo de investigación de Contaminación Atmosférica de la Universidad de Huelva. Los humos de la combustión de la biomasa contienen dióxido de nitrógeno, partículas en suspensión, dióxido de azufre e hidrocarburos, todo el cóctel de agentes contaminantes. “Su inhalación produce Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC)”, afirma el neumólogo Aurelio Arnedillo. Hasta el punto de que en países en desarrollo, donde es muy común, por ejemplo, cocinar con fuego de chimeneas o fórmulas similares, la exposición directa a las emisiones de la combustión de biomasa en interior de viviendas tiene la misma incidencia que el tabaco a la hora de contraer esta enfermedad pulmonar, dice Arnedillo.
En países desarrollados como España el uso de la biomasa todavía es residual, pero su empleo está creciendo mucho, especialmente en Andalucía, y promovido por la Administración a través de subvenciones. La Junta, mediante la Agencia Andaluza de la Energía, ha incentivado con 36 millones de euros la puesta en marcha de cerca de 20.000 instalaciones de biomasa entre 2009 y 2013. La inmensa mayoría, el 96%, corresponden a estufas de pellets, calderas y chimeneas tecnológicas solicitadas por el sector doméstico y residencial, según la propia agencia, que presume de que Andalucía está a la cabeza de España en el empleo de biomasa. Los Ayuntamientos la están promoviendo en colegios para sus calderas de calefacción y en las propias dependencias municipales.
Pero, frente al beneplácito que tiene esta fuente de energía, el jefe de Calidad del Aire de la Consejería de Medio Ambiente, Juan Contreras, admite que “hay que replantearse la biomasa y que no se está reconociendo el problema en otros ámbitos de la Administración”, más pendientes de cuidar la estratosfera que el aire más próximo a nuestros pulmones. Contreras cree que en los núcleos urbanos la biomasa tiene menor incidencia que en las zonas rurales, en algunas de las cuales se están registrando “niveles elevados de partículas porque no se están utilizando tecnologías adecuadas”. Sin embargo, los científicos ven un mayor perjuicio en las ciudades, donde las emisiones de la biomasa no hacen sino sumar polución a un entorno ya contaminado por el tráfico y otras fuentes de emisiones, según un estudio del Instituto de Diagnóstico Medioambiental y Estudios del Agua, organismo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. “Vamos a actuar en las zonas donde haya más implantación de biomasa con planes para mejorar la tecnología de combustión de forma que se reduzcan las emisiones”, dice Contreras.
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