El negocio del patio de vecinos global
Cada segundo 10.000 pagos on line, cada día 400 millones de tuits y 2,5 trillones de bites de datos desestructurados, inmanejables. Transformarlos en información útil abre un mercado de 132.00 millones de dólares en 2015 (reportaje en El Pais Negocios(29/9/2013). En eso (big data) están los grandes, Google, IBM, Microsoft, tutti quanti: los mismos que acompañan a la National Security Agency (Estados Unidos) a husmear el mundo y tratan de ocultarlo.
Su reto es saberlo todo sobre nosotros, no se trata de ciencia ficción. Espías, gobiernos, negociantes, tramposos y chismosos vigilan frenéticamente. El mundo es, para ellos, un gran patio de vecinos. Este negocio del marujerío lo quieren como arma de poder. Son como niños mimados: siempre quieren más y el volumen lo es todo. La interpretación de la monumental acumulación de datos la hace el más poderoso. Y punto.
Julian Assange, (ver El quinto poder, película basada en el libro de su ex socio) fue pionero en mostrarnos el morbo de espiar las tripas de los poderes. Disfrutamos viendo sus tropelías y también la enorme estulticia que encierran habitualmente sus comunicaciones. El periodista Jeremy Scahill, que desveló el caso Blackwater, aporta en su estupendo nuevo libro Guerras sucias, (Paidós), que tiene película en cartel, datos concretos de cómo los espías más secretos de los gobiernos de EEUU utilizan su oculto saber para cometer acciones incalificables, malvadas, tan equívocas que matan a civiles. Las consecuencias de no saber interpretar y de la obsesión de poder puede ser letal. Edward Snowden es un ejemplo vivo del frenesí existente en las cumbres de los poderes: ya lo imaginábamos pero hay que darle las gracias por confirmarlo.
Tras el espionaje subyace la idea de que el ser humano puede ser reducido a un algoritmo, pero no es cierto
“Todos espían a todos”, escuchamos en la última cumbre de Bruselas (excusa perfecta para no hablar de Europa). En el fisgoneo los americanos llevan ventaja, y los demás se aprestan a imitarlos. Parece que nuestras tripas, usos y costumbres es algo en lo que los grandes emplean su tiempo. Y nuestros datos les desbordan. Triste rebaño humano: ahora toca aquello tan sabido de que todos somos sospechosos junto a la no menos sospechosa idea de que está en marcha un mundo nuevo en el que el ser humano es transformable en un algoritmo. Esta forma sofisticada de ser aniquilado es nueva en sus dimensiones globales.
Tal es la sabiduría que despliegan estos sabios del futuro: “Hemos convertido lo físico en un archivo. (…) Nuestra memoria ya no está en el cerebro. Está en el smartphone. (…) Estamos cambiando el mundo, transformándolo en comunicación, lo estamos digitalizando”, dijo en esta Barcelona que lo digiere todo un gurú de Silicon Valley llamado Salim Ismail, fundador de algo llamado Singularity University en la escuela de negocios IESE (La Vanguardia 20/9/2013). Y remató: “El mundo se está desmaterializando”. Fabuloso: se lo toman en serio y sacan pecho, “creamos una nueva realidad”.
Estoy con los escépticos: nunca podrán saberlo todo de nosotros
Sólo describo una situación, más bien confusa e histérica creo. En ella el espionaje, la tecnología y el conocimiento se juntan. Una situación con sus fanáticos y sus líderes: son el establishment, decíamos antes. Aflora un montón de escépticos: ¿cómo digerir tanto dato sin equivocarse?
La directora de la Fundación Wikimedia reconoce (Le Monde, 23/10/2013) que la detección de errores y datos falsos han llevado a la edición anglófona de Wikipedia a suprimir 250 cuentas. Para llegar a hacerlo público debe haber sido muy gordo. Al parecer, los filtros de que dispone la Wiki no han sido suficientes para impedir que falsedades y propaganda fluyan en la enorme base de datos. Cualquier documentalista serio sabe del problema de la fiabilidad de los datos: introducir datos falsos en esta marea tecnológica resulta relativamente fácil. (Ver en la Wiki en castellano o en catalán, ciertas entradas sobre instituciones e historia de Cataluña.)
Estoy con los escépticos: nunca podrán saberlo todo de nosotros. “No es posible explicar el comportamiento humano con un modelo formulado matemáticamente”, escribe Georg von Wallwitz, matemático y filósofo en su magnífico libro Ulises y la comadreja (Acantilado), a propósito de quienes explican la volatilidad de los mercados financieros sin contar con la ironía de Walpole que la llamó (¡en 1754!) Serendipity: el talento para ganar dinero se adquiere con esfuerzo, años de experiencia, estudio, reflexión y pura suerte. Richard Sennet ya explicaba en su magnífico El artesano (Anagrama) su experiencia en un proyecto de Google en el que el lenguaje de los ingenieros aniquiló el humanismo y con él, el acceso al conocimiento real: este es el gran problema.
El tema se presta a toda clase de mixtificaciones. Si creen saberlo todo de nosotros se equivocan. Esa montaña de datos nos muestra la vanidad de los que se creen Dios. Por eso nos espían: buscan negocio y poder. Y el conflicto es el negocio que más les gusta, les resulta el más rentable.
Margarita Rivière es periodista.
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