La ciudad de los ‘sin techo’

Cobijado bajo un paraguas, Fernando realiza el último repaso a sus apuntes antes de iniciar la visita guiada por el casco antiguo de Barcelona. A los pies de la catedral gótica, solo la llovizna que arrecia desde primera hora de la mañana se interpone entre él y la atenta mirada de los dos interlocutores: su compañero, Juan Carlos, y su jefa, Lisa Grace. A sus 62 años, Fernando es becario. Aún está en fase de prácticas como guía turístico y tiene que perfilar los últimos detalles antes de enfrentarse al público real. Ni él ni Juan Carlos son guías al uso, sino que forman parte de una iniciativa solidaria de la empresa de Lisa, Hidden City Tours, para mostrar Barcelona a través de los ojos de personas sin techo. Ambos conocen las calles porque, hasta hace poco, vivían en ellas.

Esta propuesta integradora funciona de maravilla en Reino Unido

Lisa ha visto el filón de la propuesta integradora en otras empresas de turismo del Reino Unido, donde la iniciativa funciona de maravilla. Tras quedarse sin trabajo hace más de un año, Lisa, de origen británico, se lanzó a la aventura: “Pensé que en Barcelona, con tanto turismo, sería interesante hacer un recorrido donde se mezcle la historia de la ciudad con trazos de corte social para que el turista entienda la realidad de Barcelona”. Así, se puso en contacto con la Fundación Arrels, que asiste a personas sin hogar, y encontró a sus dos primeros empleados, Juan Carlos y Fernando.

Durante una hora y media los guías pasean a los visitantes por los lugares más emblemáticos del Gótico. Pinceladas de la historia de Barcelona casan entre sus calles con las anécdotas vitales de los guías que dirigen la comitiva. Como ninguno de ellos dispone de la titulación oficial que exige la normativa turística de Barcelona, los recorridos no incluyen la visita al interior de edificios históricos. “Ni podemos ni queremos entrar en el territorio de los guías oficiales”, apunta Lisa.

Como no disponen de la titulación oficial que exige la normativa turística, los recorridos no incluyen la visita al interior de edificios históricos

Fernando repasa el recorrido en castellano mientras la jefa puntualiza en inglés. Cuando afiance el discurso, será el encargado de hacer las visitas guiadas para extranjeros. El hombre, que habla con fluidez inglés y francés, pasó los últimos años malviviendo en unas barracas por Vall d’Hebron, sin electricidad ni agua. “Me sentía indigno, esa sensación de sentir que no eres persona”, recuerda. La fundación Mambré, a la que pertenece Arrels, lo sacó de la calle y le ofreció participar en el proyecto. “No tengo adicciones ni nada. Pero no tenía dinero y tampoco familia a la que pedir ayuda. Así que cuando me llamaron dije que sí enseguida”, relata.

Juan Carlos, de 45 años, es el veterano del tour. Lleva todo el verano estudiando el recorrido. Silencioso, acompaña a Fernando en su práctica y apostilla los detalles que su colega ha olvidado comentar. “Lo más difícil son las fechas. Saber los años y los siglos es lo que nos lía”, confiesa. Hace 15 años, una depresión como consecuencia de la pérdida de su trabajo lo abocó a la calle. Sus noches a la intemperie, sin hogar, agudizaron el cuadro psiquiátrico que padecía y lo abandonaron a su suerte con el alcohol, una adicción que, apunta, ha conseguido superar. “Lo más duro de la calle es la soledad y el miedo a que te peguen o te insulten”, tercia.

Ambos guías llegan al final del recorrido, la fuente de Canaletes, discutiendo los pormenores del discurso. Reconocen estar entusiasmados con la oportunidad de Lisa. “Dicen que si bebes de la fuente volverás a Barcelona y te enamorarás aquí”, completa Fernando. Y cierra la carpeta con las anotaciones que ya se sabe.