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Cómo Benet creó al ‘mártir’ Pujol

Una correspondencia clandestina inédita del historiador muestra cómo aprovechó la detención del activista para crear su liderazgo político

Carles Geli
Jordi Pujol y Josep Benet, separados por Joan Reventós, Heribert Barrera y Antón Cañellas, durante el 40º aniversario de los 'Fets del Palau'.
Jordi Pujol y Josep Benet, separados por Joan Reventós, Heribert Barrera y Antón Cañellas, durante el 40º aniversario de los 'Fets del Palau'.joan guerrero

“Jordi Pujol. Atar su nombre a la campaña contra Galinsoga y Vanguardia, como acusado de ser uno de los cabecillas y por eso perseguido y castigado. Así ayudaremos a popularizar su nombre (necesitamos que el pueblo conozca nombres de las nuevas generaciones) y, además, permite la continuación de la agitación popular. Por otro lado todo esto es cierto y no perjudica judicialmente a J. P.; al contrario. Necesitamos que el caso Jordi sea conocido en los barrios, y no se quede entre el elemento burgués”. Es un fragmento de una inédita carta que Josep Benet dirige a sus contactos clandestinos el 9 de junio de 1960 y que forman parte de la frenética actividad del abogado e historiador para construir un líder patriótico para Cataluña aprovechando su detención y tortura como cabecilla de los famosos Fets del Palau de la Música Catalana.

“Su planteamiento es hiperpragmático: han detenido y golpeado a Pujol; llegados aquí, se dice, vamos a ver qué podemos sacar; y lo que Benet astutamente se da cuenta es de que el episodio permite construir algo más que un líder: un mártir con el que obtener una alta rentabilidad patriótica”, apunta el estudioso Jordi Amat que, investigando para ultimar una biografía del historiador, halló inopinadamente en casa de este una quincena de copias de cartas en una carpeta sobre los Fets del Palau, donde, ante la presencia de autoridades franquistas, se interrumpió un homenaje a Joan Maragall con la prohibida en ese acto El cant de la senyera y el lanzamiento de octavillas contra Franco.

Las cartas inéditas se han conservado en una carpeta sobre los ‘Fets de Palau’

Amat no sabe por qué Benet guardó copia (en hojas de cebolla) de misivas sobre tan delicado episodio de la clandestinidad. Pero son una mina porque aportan nueva información sobre unos hechos que se creían ya fijados al completo y, sobre todo, porque desvelan un episodio fundacional en la biografía política de Pujol.

La relación entre el futuro presidente de la Generalitat y Benet arranca de mediados de los años cincuenta, una complicidad antifranquista de raíces católicas y nacionalistas. Amén de esbozar futuras empresas como la creación de Edicions 62, habría sido Benet quien sugirió a Pujol que arrancara la exitosa campaña contra el director de La Vanguardia Luis de Galinsoga por su triste frase “Todos los catalanes son una mierda”.

El caso es que el historiador seguramente opinó sobre algún borrador del texto Us presentem al general Franco escrito por el joven activista y que se lanzaría como octavilla en el Palau de la Música ese 19 de mayo de 1960. Pujol, a pesar de que Benet le había sugerido que se escondiera, fue detenido a las dos de la madrugada del 22 de mayo. Aún le dio tiempo de bisbisear a su esposa Marta Ferrusola que avisara al historiador para que se ocultara. Así lo hizo, en el santuario de Queralt, donde vivía mosén Ballarín.

La relación entre el futuro presidente y Benet arranca de mitad de los años 50

“Nuestro Fouché”, como le bautizó Maurici Serrahima en sus excelentes diarios, no tardó en mostrar sus dotes de veterano resistencialista para instrumentalizar el caso. A la semana de estar escondido, el 1 de junio, ya tenía clara la estrategia y salía la primera de sus misivas, sin firmar o con seudónimo, con las consignas iniciales. “Benet se da cuenta de que Pujol es el primer católico catalanista al que tortura un régimen que se dice vencedor de una cruzada en defensa de la religión católica, pero que para defender su poder no duda en atacar a católicos y esa contradicción debía aprovecharse a fondo”, fija el autor de Las voces del diálogo.

Así lo hace Benet. Lo primero, dando difusión internacional al episodio. Por ello, usa su propia red de contactos. Y eso explica que uno de los primeros receptores de misivas fuera Francesc Farreras, exfalangista evolucionado a la socialdemocracia que vivía en París y trabajaba a las órdenes de Julián Gorkin en el antifranquista Centro de Estudios y Documentación, a su vez en tratos con el Congreso por la Libertad de la Cultura, el montaje de combate ideológico de la CIA estadounidense contra el comunismo. A Farreras, al que le recalca la importancia de la figura de Pujol (“Es necesario que se hable una y otra vez de Jordi Pujol. Hemos de hacer de él un líder nuevo para nuestro pueblo, que bastantes necesita”) le pide que se organicen protestas en las embajadas, un envío masivo de telegramas a los ministros de Justicia y Gobernación españoles quejándose contra la tortura a un católico en una país católico y, sobre todo, que “intervengan los amigos de EE<TH>UU”.

En esa última línea, otra de las primeras misivas irá destinada al congresista norteamericano John Brademas, miembro del Partido Demócrata que se había doctorado en Oxford sobre el movimiento anarquista español, tema que Benet también trabajaba a finales de los cincuenta y que debió unirles. A él alerta de “la creciente oposición de los más dinámicos elementos católicos de Cataluña contra la política franquista” y de que “es necesario que los amigos americanos hagáis cuanto podáis para evitar dicho consejo de guerra y para que Pujol pase a la jurisdicción civil”. También se trataba de dejar claro que las campañas contra la tortura y a favor de los presos “no queden siempre como exclusivas de los comunistas”, le insinúa a Farreras.

Uno de los ejes fue el ataque a miembros del Opus del Gobierno de Franco

Con un punto maquiavélico, la otra línea de ataque la dirigirá Benet a provocar una brecha entre los propios miembros del Opus que están en el Gobierno de Franco, “entre el sector espiritualista y el político”, escribe. Por ello, en una carta ahora a Josep Maria Trias Peitx, militante de Unió Democràtica de Catalunya que vive exiliado en París, le dice que “hay que seguir haciendo un esfuerzo para lograr que las autoridades del Opus impongan la dimisión de Ullastres y Cía.”, por lo que no duda en recomendar que “se presione cerca del padre José María Escrivá en Roma y al cardenal Tardini” y “a los miembros del Opus españoles y extranjeros, adversarios de la participación política, que también los hay”. Estaba bien pensado: Alberto Ullastres era ministro de Comercio y figura clave de los famosos planes de desarrollo que querían impulsar para modernizar al país los nuevos tecnócratas del Gobierno franquista provenientes del Opus, a la que Ullastres pertenecía. Benet quería hacer aflorar la contradicción.

El tercer eje de la estrategia de Benet es interior y de clara agitación catalanista. Por un lado, intentar presionar para hacer caer a Felipe Acedo Colunga, el durísimo militar y gobernador civil de Barcelona, designado tras la huelga de tranvías de 1951 y que había prohibido la interpretación de El cant de la senyera. “Imaginaos qué representaría que en menos de medio año pudiéramos tumbar a Galinsoga y a Acedo…”, escribe el estratega, que pretende que las provocaciones de este “hagan perder la calma a la burguesía barcelonesa, que tanto se necesita para que el Plan de Estabilización sea un éxito”.

El historiador consiguió acabar con Acedo Colunga, el duro gobernador civil

Benet ganará la partida: Acedo Colunga será cesado el 21 de octubre de 1960. Y el juicio sumarísimo y por lo militar a Pujol, con la petición fiscal de 20 años que acabarían en siete, de alguna manera también es un triunfo. Aparecerán hasta pintadas. “En Cataluña el sacrificio de Jordi Pujol creo que está dando resultados muy positivos”, no se corta en escribir a Vicente Girbau, militante socialista exiliado en Londres a quien también ha movilizado. “Desde los años cuarenta, Benet ha estudiado bien a los mártires de Cataluña y sabe de su rentabilidad patriótica: Companys, Carles Rahola, Domènec Latorre…; a partir de aquí sabe que ha logrado la asociación Pujol-Cataluña”, fija Amat, que en septiembre avanza este episodio en la revista Via, del Centro de Estudios Jordi Pujol.

Pujol, con los años, no se olvidará de la labor de Benet y, entre otras gestiones, cuando ya sea presidente de la Generalitat pondrá en 1984 al que fuera también uno de los ideólogos de la campaña Volem Bisbes Catalans o uno de los grandes gestores del eco de La Caputxinada, al frente del Centro de Historia Contemporánea de Cataluña, dependiente del Gobierno catalán. Era una manera de recompensar al que Amat califica de “eminencia gris del antifranquismo catalán”. Con Pujol le salió perfecto.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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