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La milla del frío

El Boulevard reúne 14 heladerías en 650 metros El dulce es el complemento imprescindible de la Semana Grande

Varias personas disfrutan de un helado en San Sebastián.
Varias personas disfrutan de un helado en San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ

650 metros distan desde el Kursaal hasta el Ayuntamiento de San Sebastián, y en ese tramo, el Boulevard y calles aledañas (Garibai y Aldamar), se concentran 14 heladerías. Cada año abre alguna nueva y para todas hay negocio, porque lo de ser donostiarra parece íntimamente ligado a comer helado y, especialmente, en Semana Grande. Fuegos y helados, una tradición que algunos definen como sosa, y otros, como el quid de las fiestas, y durante las cuales algunas heladerías incluso cierran más tarde que los bares.

De hecho, este año el cartel de los espectáculos pirotécnicos es un helado, y ayer, entre otras cosas, se repartieron, de forma gratuita, unos 850 cucuruchos en Alderdi Eder.

“¿Cuántos helados podemos vender?... Es imposible calcularlo”, explica Anna, representante de la tercera generación de la familia Arnoldo, de origen italiano, y los primeros en abrir una heladería en San Sebastián, antes de la Segunda Guerra Mundial, “aunque luego mi abuelo se tuvo que volver, porque le llamaron a filas, pero después regresó”, especifica la nieta. El primer local que abrió el pionero estaba en Ondarreta, y una vez que regresó de la contienda, ya casado, optó por el centro de San Sebastián.

Volviendo a la cuenta. “Cada garrafa son 20 litros de helado, de cada una podemos sacar unos 200, calcula que hay 35 sabores... Es imposible, pero vamos, una barbaridad”.

La familia Arnoldo arrancó con ocho sabores, los tradicionales, “vainilla, chocolate, café” y ahora, para cada temporada, sacan alguno nuevo. Debajo de la heladería, situada en la calle Garibai, tienen un “laboratorio”, donde la familia al completo (la tercera generación la componen cinco chicas) prueba las nuevas creaciones y “democráticamente votamos y la que más nos haya gustado es la que sacamos”.

“Antes mi abuelo era el que hacía los helados, ahora es mi padre y mi madre, la que supervisa”, cuenta Anna, que deja su trabajo habitual en verano y Semana Grande para atender la heladería junto al resto de la familia.

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