Cuatro nombres para un milagro
Una familia con un bebé se salva pese a viajar en un vagón que ardió
Yésica, Daniel, Carlitos y la pequeña Teresa Jazmín son los nombres propios de un milagro en las vías. Su vagón, el número dos, salió despedido, dio dos vueltas de campana y se incendió al estrellarse contra el suelo. Yésica Medina Castañé y Daniel Castro Pinzón, de 32 y 34 años, una pareja de venezolanos asentada en Galicia, reviven el horror desde el piso de Ferrol en el que viven desde hace tres años.
Regresaban en tren de una excursión familiar al parque de atracciones de Madrid. Viajaban todos juntos y juntos salieron vivos del infierno de la curva de A Grandeira con apenas unos cortes y magulladuras que pronto curarán. Más difícil les resultará enterrar en la memoria el peor viaje de sus vidas. Los cuatro descansan en su casa tras recibir el alta hospitalaria.
Cuentan que el tren corría mucho al acercarse a Santiago. En unos pocos segundos que les parecieron eternos, todo se desbarató. Gritos, golpes, desconcierto y sangre. Después de volar, su vagón descarrilado aterrizó. Yésica quedó encajada bajo algo que cree que era una mesa, protegiendo con su cuerpo a su “bebita”. Su hijo gritaba. Daniel vio un boquete por el que salir. Primero sacó a Carlitos y luego al bebé, que colocó en brazos de su hijo pequeño, antes de regresar rapidísimo a por su mujer y sacarla en volandas. Muy cerca dejaron a una pareja de ancianos con los que habían estado conversando en el viaje. El vagón ardía por zonas. No pudo hacer más, se lamenta Daniel.
Carlitos confiesa que todavía le duele “un poquito” la mano, pero mira los dibujos animados y atiende el teléfono con soltura. Yésica arrastra un esguince en el pie y varios moratones en la espalda que el viernes por la tarde la llevaron de vuelta al hospital de Ferrol para una resonancia. Su esposo, Daniel, se duele de un golpe en el ojo y Teresita, como llaman a su bebé, tenía 43 días cuando sobrevivió a un accidente espeluznante. Descansa plácidamente ajena a todo lo que ha vivido con apenas un raspón en una pierna y llora para reclamar su comida cuando le toca. Les acompaña la abuela, Ana María Castañé, una mujer que todavía no puede creerse la suerte que han tenido su hija, su yerno y sus dos nietos. “El niño está como siempre, parece que lo ha visto en una peli de terror”, dice con asombro.
Al otro lado de la ría de Ferrol, en Barallobre (Fene), los vecinos lloran la desgracia de otra familia de cuatro partida en dos. Rafael Recio, Lidia Martín y sus dos hijos viajaban en el mismo tren. Él, militar de profesión, perdió a su mujer y a su hija Daniela, de dos años. Solo su hijo mayor, Santi, se salvó con él. Los dos están de vuelta en una casa medio vacía.
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