Fermina García y la silla de Gaudí
La subasta de un mueble inédito creado para la Casa Batlló por el arquitecto enfrenta a los dueños actuales de la vivienda con la familia que la construyó
Fermina García entró a trabajar como niñera al servicio de la familia cuando nació Juan, el primer hijo de Mercedes Batlló Godó, segunda hija de José Batlló, el industrial textil que encargó a Antonio Gaudí la reforma de su casa situada en el 43 del paseo de Gràcia de Barcelona. Y así lo hizo hasta que “Juanin” murió con siete u ocho años. Pero no se quedó sin trabajo. Fermina siguió cuidando a los otros cinco hijos del matrimonio que nacieron después. Durante la Guerra Civil, cuando los señores se marcharon, Fermina se hizo cargo de la casa, incluso cuando fue ocupada por tropas republicanas, evitando que causaran destrozos y salvando muebles y objetos. Entre ellos “su silla”, un exclusivo mueble que Gaudí creo en 1907 para la sala de costura, creado en pino de melis procedente de Cuba, tallado y torneado y de forma ergonómica para que se adaptara al cuerpo.
La “silla de costura” de Fermina, tan inédita como su propia vida, salió a la luz por primera vez el pasado lunes cuando Balclis anunció que iba a subastarse por un precio de salida de 38.000 euros. Sus actuales propietarios, ocho de los bisnietos de José Batlló, habían decidido desprenderse de ella después de tener el mueble cerca toda su vida.
Según explica José Luis Marimón, uno de los ocho hermanos, su familia ya habían intentado venderla a finales de 2010. “La heredó nuestro padre de su madre y luego pasó a mi madre hasta que falleció en agosto de 2010. Entonces decidimos, para que volviera al lugar para el que se había diseñado y en el que había prestado sus servicios durante años, ponernos en contacto con la familia Bernat, los actuales propietarios de la Casa Batlló, pero no la compraron al no llegar a un acuerdo económico”. También la ofrecieron a un gran museo barcelonés que no la adquirió por falta de liquidez, según Marimón.
Por eso les extrañó que los responsables de la Casa Batlló aseguraran el lunes que no tenían constancia de su existencia, tras saber que la silla se vendía. Debía ser verdad, porque la sociedad Casa Batlló, SLU, que gestiona las visitas y ofrece el edificio para actos sociales, vende desde el mes de junio en “primicia mundial” réplicas de una silla igual que la que se quiere subastar —pero con las patas más largas— que se puede adquirir por 1.936 euros.
“Por ahora, la única silla auténtica es la nuestra” asegura la familia Batlló
Desde la Casa Batlló aseguran que son copias exactas de una silla de su propiedad que adquirieron hace unos años, pero se niegan a proporcionar más datos y remiten al mes de septiembre, que es cuando, mantienen, presentarán su silla.
“Las copias de la silla que venden en Casa Batlló no son de una ‘silla de costura’, sino de ‘cosidor’, que no es lo mismo”, asegura Marimón, que explica que en la sala de costura podía haber diferentes sillas, además de las que usaban las modistas, y que Gaudí pudo crearlas de altura diferente.
Varios especialistas en el mobiliario creado por Gaudí, consultados por este diario, no dudan de la autenticidad de la silla que se subastará la semana que viene.
Marimón y sus hermanos, a pesar de que el informe de Balclis que acompaña a su silla para subastarla defiende que en algún momento se le cortaron las patas, mantienen que esto no fue así. “Solo se recortaron ligeramente para reparar un desgaste irregular por el uso o el arrastre, pero sin variar sustancialmente su altura", explica.
Maria Lluïsa Batlló, nieta del impulsor del constructor de la casa, de 85 años, corrobora sus palabras. Ella y sus siete hermanos vivieron hasta la Guerra Civil en el piso 2-2ª de la Casa Batlló. Según explica, a la muerte de sus padres los hermanos heredaron dos sillas de costura “idénticas de bajitas a las que ahora se subastan”. Su hijo Lorenzo también las recuerda y asegura que una de sus mayores diversiones fue saltar sobre ellas cuando era niño. Según Maria Lluïsa, pasados unos años intentaron venderlas a la familia Bernat, pero no se pusieron de acuerdo y las subastaron en una galería de Pau Claris, seguramente Brok. Allí, según siempre la señora Batlló, sí fueron adquiridas por los dueños de la Casa Batlló. Pero las sillas no acabaron bien: un incendio en un almacén, explica Maria Lluïsa, afectó también a los muebles y “quizá acabó con ellas”. El caso es que no han vuelto a saber nada más de ellas.
Hasta ese momento, según Marimón, el “único ejemplar auténtico es nuestra silla y en consecuencia el más valioso”. Por eso, prosigue: “Mis hermanos y yo apoyaremos con todos nuestros conocimientos al que se convierta en el nuevo propietario de la silla para que lo haga, en defensa de los derechos que le ampararán como propietario del original”.
Fermina García siguió viviendo en la Casa Batlló hasta que falleció, pero sigue vinculada con la familia para la que trabajó casi toda su vida. Está enterrada en el panteón familiar de los Batlló, junto con Mercedes y cuatro de los seis hijos que cuidó, siempre en su silla de Gaudí, tan inédita como su vida.
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