_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cuerpo de Pasolini

El poeta más incómodo murió asesinado una noche de noviembre de 1975, un crimen sin resolver

Mercè Ibarz

A pesar de los 38 años que se cumplirán el próximo 2 de noviembre, todavía no se sabe cómo murió Pier Paolo Pasolini, poeta y cineasta, polemista y narrador. ¿Qué sucedió aquella noche en la playa de Ostia? Un muchacho se declaró culpable del asesinato aquella misma madrugada pero su versión no cuaja. Lo único cierto es que Pasolini murió cuando huía, de una o más personas cuyo rostro sigue anónimo. ¿De quién, de quienes, de qué huía Pasolini?

Cuanto más tiempo pasa, más me llama la atención el mes de noviembre de 1975. Con pocos días de distancia aquel noviembre conoció el primer concierto de los Sex Pistols en Londres y la muerte del dictador Franco en Madrid. Ahora se me suma en la constatación de las fechas el asesinato de Pasolini en la playa de Roma. No recordaba que murió sin ver estrenada su última película, la angustiosa y desafiante Salò, estrenada en París, en un festival, el 22 de noviembre. Este film evoca la república nazifascista italiana con una capacidad indescriptible de alteración de los sentidos. Pasolini no vio el estreno, como si le hubiera sido prohibido sobrevivir a su criatura.

Pero lo cierto es que no buscaba la muerte, ha dicho estos días su amiga la escritora Dacia Maraini, que ha hablado en Barcelona de él esta misma semana. Eso se dijo entonces, lo recuerdo. Sus querencias y su sexualidad le llevaban a buscar en las noches a muchachos de la vida, como les llamó en su primera novela. Y cuando apareció muerto, más de uno dijo que Pasolini encontró lo que de alguna manera buscaba, el sacrificio a manos de ragazzi di vita. Y sin más lo enterramos. Al fin y al cabo, era un tipo profundamente incómodo. Sólo faltó después Salò. A mi me hizo un efecto tan agudo que, para resarcirme con algo que me confortara, al salir del cine pedí con urgencia en el bar más cercano unos berberechos que me transportaran a los que excepcionalmente tomaba de pequeña los días de fiesta mayor. Tardé años en entender qué pintaban los berberechos en el asunto. Nunca más me ha sucedido.

Es de agradecer que la exposición en el CCCB nos devuelva al Pasolini más vital

Es de agradecer que la exposición en el CCCB nos devuelva al Pasolini más vital. El artista de tantos proyectos, hombre educadísimo y de trato afable que a menudo su cara cincelada y taciturna no permite advertir. Oímos su voz, tierna, y también podemos ver sus dibujos, cuya aparente sencillez sabe transmitir la luz de un cuerpo, de una mirada. Sus autorretratos, sus poemas: “he vivido dentro de una lírica, como todos los obsesos”. Hermoso es ver en filmaciones actuales los espacios donde habitó en Roma, sus casas y sus calles, como son ahora. Nació en el Friuli, y en dialecto friuliano empezó a escribir su poesía, pero fue Roma el espacio donde encontró a las gentes y el mundo que lo conformaron como artista y como persona. Tras escribir para el cine, rodó su primera película, Accatone, a los 39 años, sin saber nada de técnica cinematográfica, pero con la decidida intuición de que la pantalla debe mostrar rostros, las caras que el mundo está dispuesto a olvidar. Caras cutres, dijo más de uno. Y se dispuso a enlazar esos rostros con la pintura de los primitivos del Renacimiento. Dando una nueva dimensión al cine, a menudo con actores naturales, no profesionales. Sin retórica ni aspavientos, sólo poesía. De la misma manera, en 1963 se lanzó a recorrer Italia para realizar Comizi d'amore, una encuesta directa sobre los usos amorosos en tiempos de la ley del divorcio, momento capital de la Italia de posguerra. Y no paró de poner el dedo en la llaga en los cambios. Hoy sería acusado de nuevo de pedófilo, aunque más bien se consagró a entender y señalar que el futuro, la sociedad de consumo, conducía a la manipulación de los cuerpos en tanto que manipulación de las conciencias. Su análisis de deriva consumista de la clase media provoca hoy sonrojo. Nos lo advirtió, caramba.

La muerte de Pasolini sigue oscura cuando la clase media se extingue cuatro décadas después. Esa clase media cuya aparición en los 60 acusó de debacle cultural por lo que suponía de nivelación de las gentes y la consiguiente desaparición del lumpenproletariado y su incómoda vitalidad. Y ahora, qué. Nadie canta hoy a los precarizados y desasistidos de la clase media. No desde luego con tanto arrojo ni tanto cuerpo como lo hizo Pasolini con los suyos.

Mercè Ibarz es escritora.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_