¡Fuego!
Y los jardines de Pedralbes ardieron. Así, de repente, con solo comenzar a sonar el omnipresente bajo de Verdine White y los primeros falsetes del inimitable Philip Bailey. Una oleada de fuego lo ocupó todo y el público se puso en pie ya en la primera canción para bailar. Y así siguió durante casi dos horas. Apabullante sin más: tras cuarenta y un años en la carretera Earth, Wind & Fire, EWF para los amigos, siguen siendo una fuerza de la naturaleza ante la que resulta imposible cualquier tipo de oposición. En Pedralbes, una vez más, hicieron honor a su nombre a pesar de que no soplaba ni una pizca de viento y el público no pisábamos tierra, suspendidos en el vacío gracias a la superestructura de mecanotubo, pero el fuego estaba allí y todo se inflamó ya con la primera chispa.
FESTIVAL JARDINS DE PEDRALBES
Earth, Wind & Fire.
Jardines del Palau reial, 7 de julio.
Hacía 16 años que EWF no actuaban en un escenario barcelonés. Increíble ¿cómo hemos podido pasar todo este tiempo sin disfrutar de un espectáculo así? porque fue sin paliativos un auténtico disfrute. Las gradas ante el Palau reial se llenaron, la bondad de la noche acompañó, los jardines de acceso ganan mucho con la semioscuridad y hasta una empresa comercial regalaba tarrinas de helado a la entrada.
Un grupo como EWF no necesita muchos aditamentos para su música. Sus doce componentes aparecieron a escenario vacío, como telón de fondo la fachada del palacete supuestamente real, y con la fuerza de su música como única arma. No se necesitaba más para levantar los ánimos al personal. Ya de entrada, tras una breve introducción, sonó uno de esos himnos capaz de convertir el más inaudito de los lugares en una pista de baile iluminada por docenas de centelleantes luces de colores: Sing a Song. Y el público la cantó a medio camino entre la nostalgia de algunos ya entrados en años y el descubrimiento sorprendente de los más jóvenes, que los había y muchos.
EWF siguen siendo una fuerza de la naturaleza ante la que resulta imposible cualquier tipo de oposición
A partir de ese Sing a Song ya todo fue cuesta abajo. Los temas más clásicos (Serpentine Fire, After the love has gone o Reasons) se mezclaron con otros menos conocidos pero de idéntica fuerza, alguna balada rompió sabiamente el ritmo alocado de la velada y hasta Philip Bailey volvió a tomar la kalinba en sus manos para un pequeño regreso al África ancestral. Una banda sencillamente soberbia, en la destacó el saxofonista Gary Bias (en EWF desde 1987), arropó a los tres miembros originales: el percusionista y cantante Ralph Johnson (en un rol secundario) y, sobre todo, el bajista Verdine White con su instrumento sonando siempre en primer plano y el cantante Philip Bailey que a sus 62 años sorprendió incluso a sus más fieles seguidores con su portentosa voz de contratenor y sus insuperables falsetes llevados a su máxima expresión, de esos que se clavan como la más afilada de las dagas.
Hacia la mitad de la velada ya todos los asistentes estaban de pie bailando, saltando y agitando brazos y ya no se sentaron hasta que el concierto alcanzó su climax con September, Let’s Groove y la implacable In the Stone que cerró por todo lo alto una noche clamorosa.
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