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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un otoño complicado

Se ha roto el contrato de confianza entre los ciudadanos y sus representantes políticos

José Antonio Griñán, en marzo de 2012, recién proclamado presidente de la Junta.
José Antonio Griñán, en marzo de 2012, recién proclamado presidente de la Junta.JULIÁN ROJAS

Manuel Chaves dejó la presidencia de la Junta de Andalucía el 7 de abril de 2009 sin dar explicaciones en el Parlamento que lo había elegido. Eran tiempos de aparente plenitud en la región, antes del caso de los ERE. Un mes después, el 8 de mayo, este periódico publicó una noticia que no parecía guardar relación con la ida de Chaves, a propósito de un caso de corrupción en el Ayuntamiento de Sevilla: “La juez que instruye el presunto intento de cobros de comisiones a unos empresarios por parte de dos exdirectivos de Mercasevilla ha solicitado a la Consejería de Economía el listado de las subvenciones concedidas en los últimos cuatro años”. La juez era Mercedes Alaya. El caso de los ERE había empezado. Chaves ya no estaba.

Elegir el momento de irse puede ser un arte. Todas las razones que José Antonio Griñán ha ofrecido para no repetir su candidatura a la presidencia de la Junta me parecen de peso y verdaderas, tanto las explicaciones personales como las que afectan a la estrategia o la conveniencia política. A los 15 meses de las elecciones autonómicas de 2012, el presidente piensa en un posible adelantamiento de las de 2016. Hace una semana, el domingo pasado, le decía a Luis Barbero en estas páginas: “Va a ser un otoño muy complicado”. Dos días después, la juez Alaya publicaba un auto en el que implicaba en el caso de los ERE a Magdalena Álvarez, consejera de Economía entre 1994 y 2004, año en que la sustituyó Grinán. El auto tiene fecha de 28 de junio de 2013. El día 26 Griñán había anunciado su despedida en el Parlamento andaluz.

Creo que José Antonio Griñán ha ejercido y ejerce su cargo de presidente con dignidad, sin las exhibiciones de paternalismo despectivo y caritativo que alguna vez fueron costumbre entre los gobernantes. Dignamente ha perdido la gracia de la mayoría absoluta y dignamente soporta los malos tiempos, funestos para su partido, en un clima de desmoralización e insatisfacción general, irreparablemente roto el contrato de confianza entre los ciudadanos y sus presuntos representantes políticos. Incluso Griñán parece compartir el desánimo ciudadano, la pésima opinión sobre los modos usuales de ejercer la política, y, hablando del caso de los ERE, le confesaba a Luis Barbero: “Ha habido una concertación para delinquir que va a ser sancionada por la justicia y ha habido una concertación para calumniarme que no va a tener sanción porque la mentira se ha convertido en una práctica común de la política”. Un político lo dice.

Frente a la “concertación para delinquir” que investiga el Juzgado de Instrucción 6 de Sevilla, la juez ha creído “llegado el momento de dar un paso cualitativo” y ha empezado a llamar a personalidades de la Junta de Andalucía, tanto de la época Chaves como de la Griñán, para determinar su participación en lo que la juez denomina “dispendio continuado de fondos públicos”. El problema principal de Griñán, o de su partido, ha sido la impotencia para asumir responsabilidades en el manejo descontrolado, por decirlo así, del dinero público que les tocaba administrar como gobernantes. Posponer la asunción de responsabilidad política hasta el fin del proceso judicial, como defienden los socialistas, significa que, contando con sucesivos recursos y acudiendo al Tribunal Constitucional y, por qué no, al Tribunal de Estrasburgo, su partido podría gobernar 20 años más en Andalucía sin ninguna responsabilidad en el caso de los ERE, del que nadie tendrá memoria en 2030.

Todavía en 2013, José Antonio Griñán ha respondido con una actitud generosa y fiel a su partido: anuncia que se va de la política, como si en el futuro se ofreciera a los jueces sin ninguna ventaja ni aforamiento, desprotegido de su partido y de sus cargos. A pesar de su edad, 67 años, si concurriera a la elecciones previstas para 2016, por lo menos se aseguraría la condición de aforado, y la juez Alaya se acerca con cuidado a los aforados, temerosa de quedarse sin caso. Me da la impresión de que el presidente Griñán echa de menos otras formas de persuasión política más convincentes que las de ahora mismo, tan inverosímiles. No parece disponer el PSOE de mucha capacidad para romper el espíritu de rutina y se va convirtiendo en un partido anacrónico, inconmovible en su estrategia de negar toda responsabilidad política (o incluso penal: la política es una dedicación arriesgada). Cada iniciativa del Juzgado de Instrucción 6 abre una brecha en las defensas del PSOE, que reacciona cerrándose.

Justo Navarro es escritor.

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