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Una moneda para mi escuela

Colegios públicos recurren a las donaciones para comprar material o poder pagar obras La Generalitat aporta el 17% menos por alumno desde 2010

Fiesta de fin de curso en Joan Montllor (Sabadell).
Fiesta de fin de curso en Joan Montllor (Sabadell). david datzira

La escuela pública Joan Montllor de Sabadell despedía el curso, como muchas otras, el viernes pasado. Organizaron una muestra de danzas que había preparado cada clase y una refrescante guerra de agua con un sencillo bidón azul. El colegio, ubicado en el barrio humilde Torre-Romeu, cuenta con pocos recursos. Peor están las familias —entre el 80% y el 90% tienen alguno de sus miembros en el paro, según el propio centro—, así que realizar excursiones fuera de la ciudad resulta una quimera.

El sueño de los profesores es llevar a los niños al Auditori o al Palau de la Música, en Barcelona. “Son cinco euros más el autocar. Todo lo que supere los dos euros las familias no lo pueden pagar y la escuela no lo puede asumir”, admite la directora Pepa Aguilera. Pero el colegio no se ha resignado y ha decidido organizar un concierto solidario para reunir fondos y hacer la excursión el próximo curso.

Ante los recortes y las dificultades, toca agudizar el ingenio y la solidaridad. Es lo que están haciendo algunas escuelas para poder comprar material, hacer excursiones e incluso construirse un nuevo edificio. El micromecenazgo, o recolecta de fondos en pequeñas cantidades entre mucha gente, se está convirtiendo en la alternativa a la que empiezan a recurrir escuelas, grupos de investigación y entidades sociales para suplir retroceso de la inversión pública en los tres últimos años.

En el ámbito educativo, el gasto por alumno del Departamento de Enseñanza ha caído un 17%, 927 millones menos, desde 2010. Se han recortado las plantillas de profesorado (3.000 menos), así como las transferencias para material o mantenimiento y se han eliminado las subvenciones a las AMPA.

La escuela Gavina recoge fondos para pagar la entrada de un nuevo edificio

“Toda esta situación es nueva para los profesores. Ves que hay una necesidad, puedes resignarte y hacer tus horas o buscar soluciones imaginativas. Es inevitable implicarte”, tercia Sílvia Pérez, maestra del Joan Montllor. Ella y el profesor de música Joan Carles Rull son los dos impulsores del concierto para recaudar fondos. De momento, cuentan con la colaboración desinteresada de la productora Les Nits de l’Art, que se encargará de organizar el evento con los músicos que tiene en nómina. Aunque el concierto todavía no tiene fecha, las entradas ya se han puesto a la venta con un precio de entre 5 y 20 euros, que incluyen un obsequio hecho por los alumnos de la escuela. “Haremos dibujos muy bonitos”, promete Juan Esquirol, que justo acaba quinto de primaria.

El dinero que recauden —2.500 euros como objetivo inicial— lo destinarán a material y a una pizarra digital. También quieren hacer la excursión al Auditori o al Palau de la Música. “Su entorno es Sabadell. Algunos no salen nunca del barrio. Les queremos ofrecer algo donde sus familias nunca les llevarán”, explica Rull. “No he estado nunca y tampoco lo he visto por la tele. Me gustaría ir”, confiesa tímida Mayra Dos Santos, de sexto curso.

El viernes, familias de etnia gitana y marroquíes colaboraban en preparar el desayuno para el último día de escuela. Las dificultades están haciendo caer las barreras culturales y todos arriman el hombro. “El colegio necesita muchas cosas, está muy bien que se hagan iniciativas como esta. Si podemos ayudar, lo hacemos”, dice animada Hayat El Guennouni, madre de dos niños. “Cada uno tiene su música, así que está bien que los niños vean que hay otras músicas”, añade otra madre, Carmen López.

“Este es un barrio muy deprimido y la depresión dura desde hace tanto tiempo que la situación de muchas familias es muy grave. En estos casos la escuela pasa a un segundo plano. Si te están desahuciando, el Auditori no tiene importancia”, explica la directora. “Creemos que los niños se merecen algo más. Todos tenemos un buen recuerdo de cuando éramos pequeños y eso es lo que queremos darles”, zanja Sílvia Pérez.

En la escuela Gavina necesitan algo más grande: un nuevo edificio. Hace dos años este centro de educación especial fue desahuciado del inmueble donde se alojaban, propiedad de la orden religiosa francesa Hermanitas de la Asunción. Tras un litigio largo y con desavenencias de carácter económico, la escuela tuvo que mudarse. Ahora, se hallan en un edificio que les ha cedido el Ayuntamiento de Barcelona en el barrio de Nou Barris, pero el próximo curso se trasladan a otro de Horta.

En el Xarau de Cerdanyola los padres se arremangan y hacen remiendos

La escuela, que es concertada, tiene un solar en Sant Andreu, donde esperan levantar su ubicación definitiva. El proyecto arquitectónico ya lo tienen, gracias a la colaboración desinteresada de unos arquitectos. Ahora, pedirán un préstamo para empezar a construir la escuela, pero no tienen dinero para la entrada que piden los bancos. De momento han activado una campaña de recogida de fondos por Internet para lograr 8.000 euros que seguirán el próximo curso.

“Con los recortes de las ayudas y el retraso en los pagos de la Generalitat hemos tenido que echar mano de la póliza de crédito para pagar las nóminas”, admite su directora, Montse Campà. Y añade que la disminución de recursos también les obliga a dejar de hacer actividades o hacer colonias más cortas.

La falta de recursos en las escuelas está generando un nuevo movimiento de solidaridad entre las familias. Padres y madres se arremangan para hacer pequeños arreglos y dejar como un pincel las aulas. En la escuela Xarau de Cerdanyola del Vallès, ubicada en un edificio viejo y que requiere de mantenimiento constante, ya hace seis años que las familias organizan batidas para pintar y hacer remiendos. Este año han redecorado todo el edificio de educación infantil. “El Ayuntamiento y la Generalitat deben poner los recursos”, reclama Eva Ramos, miembro del AMPA, que también destaca el aspecto positivo. “Es una forma de hacer participar a los padres, de hacer suya la escuela”.

“Los aspectos negativos de los recortes ya los conocemos. También debemos ver la parte buena. Surgen valores que estaban aletargados, como la solidaridad. Ojalá no hubiéramos llegado a esta situación, pero ya que estamos, hacemos lo que podemos”, valora Montse Campà.

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