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Mas potencia la agenda internacional pese a los fiascos de París y Moscú

El presidente catalán busca en la acción exterior el balón de oxígeno que se le niega en Cataluña El presidente viajará a Brasil con sus relación con Exteriores bajo mínimos

Miquel Noguer
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, junto a la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, en París.
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, junto a la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, en París. LAURA BAYARRI (EFE)

Con un Gobierno encallado por la falta de Presupuestos y por el bloqueo a que le somete el Ejecutivo de Mariano Rajoy, Artur Mas está buscando en la acción exterior el balón de oxígeno que todos parecen negarle en Cataluña. El presidente de la Generalitat ha decidido reactivar al máximo su agenda internacional los próximos meses en un intento de retomar la iniciativa política y a pesar del escaso brillo que han tenido sus recientes viajes a París y Moscú. A comienzos de julio el presidente catalán viajará a Brasil en la que debería ser la expedición de mayor calado económico y político de sus dos años y medio como presidente. El reto será conseguir que las cancillerías extranjeras vuelvan a abrir sus puertas al presidente de la Generalitat, hoy por hoy cerradas a cal y canto por las suspicacias que genera el proceso soberanista.

La secretaría de Exteriores de la Generalitat está cerrando estos días la agenda brasileña del presidente catalán. Será un viaje eminentemente económico, para dar brillo a las inversiones catalanas en Brasil y para buscar socios, inversiones y potenciales turistas en una de las potencias emergentes que todos se disputan en estos momentos. Mas visitará Sao Paulo, Rio de Janeiro, Florianápolis y Fortaleza entre otros lugares. Y no renuncia a tener una agenda política al margen de la estrictamente económica. Los contactos con el Ministerio de Exteriores y la Embajada de España han comenzado pese a las relaciones tan complicadas de los últimos tiempos.

Mas ha sufrido en primera persona estas malas relaciones en sus últimos viajes. En París, la semana pasada, Mas vio cómo naufragaba su publicitada entrevista con el ministro de Defensa francés. Lo mismo le ocurrió en Moscú el pasado noviembre, donde no consiguió reunirse con ningún dirigente político de relevancia. La influencia de la embajada española en estos pinchazos varía según las fuentes que se consulten, pero todas concluyen en que ante la duda, las autoridades extranjeras prefieren evitar cualquier atisbo de crisis con el Gobierno de España. De ahí que Mas tenga hoy más difícil que sus predecesores reunirse con mandatarios extranjeros.

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El caso del ministro de Defensa francés fue especialmente flagrante. La reunión con Jean-Yves Le Drian fue suspendida oficialmente por "problemas de agenda" del ministro. Fuentes diplomáticas explican que esta cancelación de última hora se produjo por múltiples despropósitos y equívocos que acabaron aconsejando al ministro dejar el encuentro para otra ocasión. Ciertamente, como dijo Mas, la reunión la había pedido el ministro. Pero éste no lo había hecho en calidad de miembro del Gobierno francés, sino como presidente de la Conferencia de Regiones Periféricas Marítimas de Europa. La Generalitat no explicitó este punto en las notas oficiales, "jugó al equívoco", según fuentes diplomáticas. Y motivó el enfado del Gobierno francés, que pudo sentirse utilizado en la campaña que lleva a cabo Artur Mas para demostrar que puede reunirse con mandatarios europeos pese a su agenda soberanista.

Las mismas fuentes señalan otro error que, en este caso también afectarían el ministro. La reunión se organizó sin la mediación del ministerio de Exteriores, algo que atenta contra los usos y costumbres del a diplomacia internacional. El ministro convocó por carta a Mas meses atrás y éste le respondió directamente. "Este simple gesto fue suficiente para que, posteriormente el Gobierno francés se diera cuenta del error y cancelara la entrevista", explican. No hizo falta pues, la intervención directa de la embajada de España como ha pasado en otras ocasiones. Fuentes del Gobierno catalán admitieron que "esta vez" no fue la embajada de España quien torpedeó el viaje.

Se da la circunstancia de que la parte del viaje a París que sí funcionó fue la que la Generalitat organizó conjuntamente con el Ministerio de Exteriores: la firma de un convenio con la Unesco para que Cataluña pueda tener delegados temporales en la institución. Sería un primer paso para el reconocimiento de Cataluña en este organismo y hacia un objetivo a medio plazo de que Cataluña, como Quebec, pueda tener una delegación permanente al margen de España. La firma del convenio, entre Mas y la directora de la Unesco, Irina Bokova, se hizo presidida por la bandera española y fue posible porque el Estatuto de Autonomía de Cataluña recoge que la Generalitat pueda tener presencia exterior.

Mas no tuvo otro remedio que invocar una segunda vez el Estatuto que tantas veces ha denostado. Fue a la hora de reunirse con el presidente de la compañía ferroviaria francesa SNCF, con la que intenta romper el monopolio de Renfe en Cataluña. La carta autonómica permite a la Generalitat gestionar los trenes de cercanías.

La colaboración entre la Generalitat y el Ministerio de Exteriores ante futuros viajes del presidente catalán no se adivina fácil. Ni unos ni otros se profesan ningún tipo de confianza mutua después de que en Moscú Exteriores optara por no facilitar la entrada por la aduana de los productos de exposición que los empresarios que acompañaban a Mas querían llevar. El resultado fueron serios retrasos y un caos importante. Tampoco ayudan declaraciones como las del consejero de Presidencia y responsable de Exteriores, Francesc Homs, esta semana, cuando respondió al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que es "mejor ir solos que mal acompañados".

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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