_
_
_
_

Barricada, trinchera, cementerio

Inaugurado en el camposanto de Montjuïc un monumento a los brigadistas italianos Guido Picelli y Antonio Cieri.Emocionado ‘Bella ciao’ entre las tumbas

Jacinto Antón
Momento de la inauguración del monumento a los brigadistas italianos, ayer en el cementerio de Montjuïc en Barcelona.
Momento de la inauguración del monumento a los brigadistas italianos, ayer en el cementerio de Montjuïc en Barcelona. CONSUELO BAUTISTA

“Guerra al pueblo no hacemos como ellos”. La estrofa del himno de marcha de las Brigadas Internacionales sonó alta y clara, llenando de emoción el silencioso mediodía del cementerio y espantando a las gaviotas. Rodeados de tumbas, pisando las hojas de eucalipto secas que parecían vainas de ametralladora, algunos miramos hacia el puerto, allá abajo, y oteamos el cielo de un azul impoluto que se espejeaba en el ancho mar dormido. Por ahí llegaban durante la Guerra Civil los aparatos de la Aviazione Legionaria Italiana que bombardearon salvajemente la ciudad de Barcelona y a cuyos pilotos supervivientes se les ha colgado ahora del cuello un esperanzado “Se busca”...

Ayer era precisamente el día de los otros italianos, los que se enfrentaron al fascismo en su propia casa y en España (“la patria no la hemos aún perdido/ nuestra patria está hoy ante Madrid”). Se inauguraba en el camposanto de Montjuïc un monumento en memoria de los brigadistas italianos muertos en la guerra española y dedicado concretamente a dos de ellos, Guido Picelli y Antonio Cieri. Ambos lucharon contra los fascistas en Italia —codo a codo en las barricadas de Parma— y cayeron luego en combate en las trincheras de España. Picelli el 15 de enero de 1937 en el Alto del mal nombre (!), mientras atacaba al mando de la Brigada Garibaldi el Cerro de san Cristóbal en el frente de Mirabueno, junto a Guadalajara. El anarquista Cieri, miembro de la Sección Italiana de la Columna Ascaso de CNT-FAI, el 7 de abril del mismo año, liderando la escuadra denominada “los bomberos” —especializada en encabezar los asaltos— en un ataque por sorpresa al emplazamiento enemigo de Carrascal de Huesca.

Las hojas de eucalipto secas parecían vainas de ametralladora

La ceremonia del cementerio, en el Jardí de la Mediterrània, contó con la asistencia de un centenar de personas —entre ellas un buen número de italianos—, que se acomodaron en unas sillas dispuestas al efecto y entre las tumbas, con algunas banderas (republicanas, catalanas y de asociaciones y sindicatos italianos) y mucho entusiasmo. Fue un acto, presentado por Guido Ramellini, de la Asociación AltraItalia —que tuvo un recuerdo para Franca Rame—, cargado de sentimiento. Los oradores, Marco Puppini, presidente de la Associazione Italiana Combattenti Volontari Antifascisti di Spagna (AICVAS), Carles Vallejo, presidente del Memorial de los Trabajadores de SEAT y Jordi Palou-Loverdos, director del Memorial Democrático de la Generalitat, recalcaron el compromiso democrático y antifascista de los homenajeados. “No pedían nada, solo un puesto en la lucha”, se dijo mientras brotaban unos espontáneos “¡Viva los héroes de las Brigadas Internacionales!”.

El monumento iba a ser una placa, como la que le colocaron el pasado 30 de mayo a Picelli en Mirabueno, pero finalmente, gracias a la implicación de varias instituciones, lo que se inauguró ayer fue una obra de la escultura Anna Marín Gálvez consistente en unas lápidas de alabastro translúcido y unas piedras de granito que sugieren las barricadas de Parma. Estaban cubiertas por banderas que unos niños retiraron y luego los asistentes, con algún puño en alto, depositaron junto al monumento claveles rojos. La inscripción, en italiano y catalán, reza: “De las barricadas de Parma de 1922 a las trincheras de la España republicana de 1937 (...) Su lucha por la libertad también es la nuestra”.

El momento más hermoso del acto fue el recital de canciones antifascistas del colectivo Brossa. Acompañada por violín y acordeón, la cantante Marta Valero, interpretó ¡Ay Carmela!, Los cuatro muleros, la Internacional, el himno de las brigadas., y sobre todo un sentidísimo Bella ciao coreado en pie por los asistentes.

El acto recordaba a los otros italianos , los que combatieron el fascismo

Las biografías de Picelli (del que hay incluso una película) y Cieri están llenas de paralelismos y representan las de muchos otros combatientes antifascistas de su país y de toda Europa. Picelli, reivindicado luego por los partisanos, es uno de los grandes nombres de esa lucha. Condecorado en la I Guerra Mundial, fue diputado con el Partido Socialista Italiano (PSI), fundó en Parma, su ciudad, los Arditi del Popolo (terror de las fasces) y lideró, con Cieri a sus órdenes, el frente único antifascista que en agosto de 1922 durante los cinco días de la denominada Batalla de Parma defendió victoriosamente la población contra millares de fascistas mandados por Italo Balbo (ese gran aviador) tras haber sustituido Musolini a Farinacci por su incompetencia. En la lucha se levantaron las célebres barricadas populares de Parma y es célebre la anécdota del cura que, tras intercambiar sarcasmos con el anarquista, ayudó a Cieri a sumar los bancos de su iglesia al parapeto, aunque no el confesionario, aduciendo: “Si vais a matar fascistas y romper el quinto mandamiento lo necesitaremos”. Picelli fue objeto de varios intentos de asesinato por los mussolinianos. Finalmente huyó de Italia en 1932 para tras muchas vicisitudes sumarse al Battaglione Garibaldi. Cieri, oficial condecorado en la I Guerra Mundial, fue miembro activo del movimiento anarquista en su Ancona natal donde trabajaba en los forrocarriles. Exiliado en 1923 marchó a España y fue uno de los fundadores de la Columna Italiana. Generalmente achacada a las balas fascistas, la muerte de los dos combatientes ha sido también atribuida a los estalinistas, que les habrían disparado por la espalda desde sus filas.

Ayer dejaron ambos, Picelli y Cieri, bajo el mismo cielo que surcaron sus compatriotas del otro bando para aterrorizar Barcelona, memoria de las que quedan: hecha de piedra y de recuerdo agradecido. De valor y de canciones, que continúan resonando, muy vivas, entre los muertos. “País lejano nos ha visto nacer...”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_