Botella rechaza reforzar las medidas contra la contaminación
Bruselas exige iniciativas más estrictas bajo la amenaza de sanciones económicas El Ayuntamiento considera que el plan actual funciona y los datos de 2012 y 2013 lo avalan
Debajo del enrevesado lenguaje diplomático de la Unión Europea, subyacía un aviso al Ayuntamiento de Madrid: “Sería necesario incluir medidas de reducción de la contaminación más estrictas en el plan de calidad del aire para lograr el cumplimiento” del límite legal de contaminación antes de 2015. Bruselas denegaba así a la capital la prórroga que había solicitado para adecuarse a los niveles fijados en 2010 y evitar pues sanciones económicas. La alcaldesa de Madrid, Ana Botella (PP), responsable de la política medioambiental desde hace seis años, considera sin embargo que su plan de calidad del aire es suficiente, y no va aprobar por tanto medidas más estrictas.
El Ayuntamiento estima que el plan está dando resultados, atribuye los malos datos de 2010 y 2011 (la base sobre la que la Comisión Europea deniega la prórroga) a las condiciones atmosféricas extraordinariamente desfavorables de esos años, y mantiene que la evolución en 2012 y en 2013 cumple los requisitos comunitarios. Por tanto, “no tiene sentido generar alarma social ni proponer medidas extremas”, afirma el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Diego Sanjuanbenito. Esas medidas extraordinarias están contempladas en cualquier caso para episodios de alerta, pero aún no se ha registrado ninguno, añade.
El Ayuntamiento, obligado a suministrar las cifras de contaminación a la Unión Europea a final de cada año, adelantará el envío de esos datos para demostrar que su plan está funcionando. Respecto a las sanciones económicas, una vez denegada la prórroga, confía en que el incumplimiento generalizado en la mayoría de grandes ciudades europeas, achacado a la extrema dureza de la norma, disuada a la Comisión a tomar medidas contundentes.
La decisión de la Comisión Europea, fechada el 16 de mayo, recuerda que los límites de contaminación se impusieron el 1 de enero de 2010, pero se permitió aplazar el cumplimiento hasta 2015 en el caso del dióxido de nitrógeno (emitido por los coches, particularmente diesel) a cambio de aprobar un plan de calidad del aire que asegurara alcanzar el objetivo en ese plazo. España pidió esa prórroga para la capital en mayo de 2012, pero no aportó toda la documentación necesaria; subsanó ese error en octubre.
Los datos enviados finalmente a Bruselas corresponden a 2010, “el año pertinente que debe utilizarse como base de la evaluación”, según la nota comunitaria. Se acompañaron del plan de calidad del aire para el periodo 2011-2015 aprobado por el Ayuntamiento en abril de 2012. Es decir, la Comisión Europea ha evaluado ya el plan municipal, y ha considerado que no es suficiente, pese a que Botella defienda que bastará para cumplir los objetivos marcados. Influye en ello que 2010 y 2011 fueron años de fuerte estabilidad atmosférica, es decir, la falta de lluvia y viento no contribuyó a barrer la polución, como sí ha sucedido en cambio en 2012 y 2013, los años que el Ayuntamiento utiliza para probar la validez de su plan.
Según afirma la nota comunitaria, “las autoridades españolas han determinado que el tráfico local es la fuente que más contribuye a los altos niveles de concentración de dióxido de nitrógeno”. Sin embargo, la alcaldesa se ha negado reiteradamente a adoptar medidas que restrinjan la circulación urbana; además, todos los esfuerzos emprendidos por su predecesor, Alberto Ruiz-Gallardón, en ese sentido (peatonalizaciones, áreas de prioridad residencial, etcétera) han sido congelados por falta de presupuesto. El Ayuntamiento alega que cortar el tráfico, incluso de forma radical (por ejemplo, un 50%), apenas tendría incidencia sobre las mediciones de contaminación, mientras que causaría fuertes molestias a los ciudadanos y dañaría la actividad económica.
La nota comunitaria detalla que el incumplimiento de los niveles de contaminación se remonta a 2004. El Ayuntamiento, entonces bajo el mando de Gallardón, adoptó un plan de calidad del aire para el periodo 2006-2010 pero “algunas medidas aplicadas al ámbito de transporte no arrojaron el resultado esperado”. “Por tanto, a juicio de la Comisión, lo más probable era que, pese a las medidas de reducción de la contaminación adoptadas por las autoridades españolas, no se alcanzara el cumplimiento de los valores límite para el 1 de enero de 2010”, añade la nota.
“Para determinar si va a ser posible respetar el valor límite dentro del nuevo plazo”, es decir, en caso de concederse la prórroga a 2015, la Comisión “tiene en cuenta los niveles de concentración estimados para esas fecha y el impacto previsto de las medidas adicionales propuestas”, o sea, el nuevo plan de calidad del aire. El Ayuntamiento asegura que “cumplirá en 2014”. Sin embargo, en 2010 se superaron los límites en 18 de las 24 estaciones de vigilancia, añade la Comisión. En seis de ellas, por más de 10 microgramos, siendo el máximo 40. En 2011, añade, se superaron en siete de ellas por más de 10, y en dos de ellas por más de 20, lo que “indica incluso una tendencia negativa”.
Frente a esos datos, el Ayuntamiento asegura que, en mayo de 2013, sólo cinco estaciones superan los 40 microgramos, frente a las 15 que lo hacía en 2011. Además, en 2012 el nivel de concentración de dióxido de nitrógeno descendió un 13% en el conjunto de la red de medición. Madrid alega además que también se le ha denegado la prórroga a Roma, Viena, Bruselas, Copenhague, Berlín, Paris, Luxemburgo o Varsovia, Barcelona, Palma de Mallorca, Salzburgo, Marsella, Sttutgart, Munich, Stuttgart, Colonia, Dusseldorf, Florencia, Génova o Braga. Otras ciudades, como Londres, ni siquiera la han pedido porque consideraba imposible cumplir las exigencias comunitarias.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.