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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Trobades

A la vista de lo que se puede esperar del Consell, son cada vez más las voces que dicen que esto o lo apaña la “sociedad civil” o no hay quien lo arregle

Mientras nuestro querido e inoperante Consell de la Generalitat Valenciana se dedica a resolver los problemas esenciales de los valencianos, que pasan por cosas como gestionar equipos de fútbol, protestar por la fiscalidad de las Fallas y otras fiestas populares, enviar más dinero de todos a la Iglesia católica (ahora en forma de más suelo público gratis para sus centros educativos) y, sobre todo, defender a capa y espada nuestras señas de identidad de destrucción masiva (ahora un desmayo porque una bandera no tenía franja azul, ahora unos gritos porque alguien osa llamar a esto País Valenciano en lugar de obedecer las directrices en la materia dictaminadas por el Gobierno de Piongyang sobre símbolos) la crisis sigue a su bola, los datos de desempleo continúan logrando máximos históricos tras cada reforma laboral y nuestro Querido Líder prosigue con sus inauguraciones de fábricas de quesos, asistencia a romerías y demás actividades propias de su género. Todo es muy bonito.

Frente a este estado de cosas, y a la vista de lo que se puede esperar del Consell, son cada vez más las voces que dicen que esto o lo apaña la “sociedad civil” o no hay quien lo arregle. Ocurre, sin embargo, que eso de la “sociedad civil” no se sabe muchas veces muy bien qué es. Porque en este país nuestro, pequeño e innombrable, los años de la burbuja han institucionalizado a partidos políticos, sindicatos, asociaciones, empresarios e incluso clubes deportivos a unos niveles que certifican no ya la defunción de la Transición sino que, sencillamente, esta no llegó nunca a existir. Aquí hasta las asociaciones de amas de casa han convertido eso de la “sociedad civil” en un término que, traducido al valenciano normativo y certificado por nuestras autoridades, significa “grupo que pilla dinero público y contacta con los políticos en dinarots y soparots para ver si meten al sobrino a trabajar en una empresa pública”.

Sin embargo, en medio de la desconfianza que generan a cualquier persona con dos dedos de frente los representantes de la sociedad civil oficial e institucional, es verdad que hay cosas maravillosas en nuestro país que a uno le devuelven cierto optimismo. Paradójicamente, son iniciativas que han sido abonadas gracias a los continuos desprecios la Administración y que crecen cada vez más fuertes, sin ayudas y en medio de la hostilidad patente del poder. Iniciativas de ayuda mutua, de regeneración de barrios por los propios vecinos, cooperativas de energía, movimientos ecologistas que recuperan espacios de gran valor… y un fenómeno tan maravilloso como las Trobades d’Escoles en Valencià, que durante estos fines de semana concentran a varias decenas de miles de personas.

En las Trobades, simplemente, maestros y coles preparan actividades y los niños, sus padres y sus amigos se reúnen para aprender, comer, jugar… Parece fácil esto de disfrutar juntos de cosas sencillas, pero no lo es, como la realidad diaria del país se empeña en demostrar. Lo mejor de nosotros mismos, de lo que somos, está en esos actos delicada y afortunadamente ignorados por el Consell. Porque una sociedad sana es la que es capaz de organizarse para hacer la vida a todos más chula y justa, pasándolo bien si es posible, movidos por la generosidad, el compromiso y las ganas de ser, cada día, un poquito mejores en todo lo que hacemos. Bona festa!

@Andres_Boix, blog en http://blogs.elpais.com/no-se-trata-de-hacer-leer/

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