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Calabuig solo contempla adquirir las acciones de Aguas a Caixabank

El socio mayoritario recupera el control de la compañía valenciana

Miquel Alberola
Eugenio Calabuig, presidente de Aguas de Valencia.
Eugenio Calabuig, presidente de Aguas de Valencia.ÀNGEL SÁNCHEZ

Aguas de Valencia ha recuperado la estabilidad tras atravesar uno de los períodos más convulsos de su existencia, que fuentes de la empresa sitúan en la presión para alterar la relación de fuerzas en el seno de la compañía. Por una parte, la Audiencia Nacional anuló a finales de marzo el embargo judicial del 7,9% de las acciones de Inversiones Financieras Agval (la sociedad formada por Fomento Urbano de Castellón y el Banco de Valencia, que controla el 60,68% de la compañía), una medida cautelar adoptada tras la demanda que presentó el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) al considerar lesivo para la entidad financiera el reparto de títulos que dio la mayoría a la familia del presidente de Aguas de Valencia, Eugenio Calabuig (Fomento Urbano). Y por la otra, Caixabank, la nueva propietaria del Banco de Valencia, optó el viernes por el consejo de administración de Aguas de Barcelona frente al de Aguas de Valencia para cumplir con la exigencia de la Comisión Nacional de la Competencia.

Calabuig no solo ha recuperado el control de las acciones, sino que se le han despejado los obstáculos que han atenazado la compañía en el último año con el desguace del Banco de Valencia, su principal aliado en Agval, donde se reparten el 51% y el 49% respectivamente y controlan el 60,68% de la empresa centrada en el ciclo integral del agua.

La adquisición del Banco de Valencia por parte de Caixabank a finales de 2012 disparó todas las alarmas en la sociedad Agval, ya que la entidad catalana y es socia de Suez Environnement en Aguas de Barcelona, principal competidora de la compañía valenciana, con la que, además, mantiene un viejo litigio en Aguas de Valencia. La francesa Suez Environnement, que es propietaria del 33% de las acciones de Aguas de Valencia (y del 75% de Aguas de Barcelona), no ha conseguido estar representada en el consejo de administración de la compañía valenciana ni convertirse en su socio tecnológico debido a que Agval la considera el caballo de Troya de una competidora hostil.

Con la descongestión de la situación, la hoja de ruta de Calabuig pasa por ejercer el derecho de tanteo, que le permitiría adquirir las acciones del Banco de Valencia en Agval en el supuesto, como es el caso, de que un tercero como Caixabank se convirtiera en propietario de sus acciones sin el consentimiento del resto de socios. El actual propietario del Banco de Valencia, que no ha desvelado públicamente su estrategia, contempló en un primer momento renunciar a su presencia en el consejo de administración de Aguas de Barcelona para concentrarse en Aguas de Valencia.

Sin embargo, dio un vuelco repentino a sus planes, lo que algunas fuentes atribuyen a una imposición de la Generalitat de Cataluña, que no vio con buenos ojos que estuviera ausente del principal órgano la compañía catalana de aguas frente a la mayoritaria Suez Environnement.

En la actual coyuntura, Caixabank ha estado persiguiendo que la Comisión Nacional de la Competencia la autorizara a nombrar consejeros “independientes” (ha retirado a los tres que fueron nombrados por el Banco de Valencia) para mantener algún tipo de presencia en el órgano. Sin embargo, fuentes de Agval consideran que es una “maniobra imposible”. Y aun en ese supuesto, Fomento Urbano seguiría decantando la mayoría en el consejo de administración.

A falta de otras salidas, Caixabank tampoco se ve perjudicada en esta situación, reducida a socio financiero de la sociedad Agval, ya que, pese a la crisis, Aguas de Valencia ha tenido una facturación de 226 millones de euros (1,8% de incremento sobre el año pasado) y un beneficio de 22 millones (16% de incremento sobre el año pasado).

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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