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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Canonjías en la Diputación

¿Pueden trabajar los alcaldes de Badalona, Sant Cugat o Granollers a plena dedicación en la Diputación?

Francesc Valls

No necesitaron más de 20 segundos. Los portavoces de CiU, PSC, ERC, PP e ICV-EUiA en la Diputación de Barcelona fueron rápidos para aprobar el pasado jueves —por unanimidad y sin debate— cuáles son los 31 cargos públicos (alcaldes y concejales) que cobrarán dedicación exclusiva. Percibirán entre 3.700 y 8.200 euros brutos al mes, 14 pagas, por unos plenos que apenas duran una hora. Pura canonjía, sin necesidad de vestir roquete y muceta, pero con todos los atributos que la sabiduría popular confiere al cargo: sosiego, comodidad e ingresos garantizados con un esfuerzo razonablemente escaso.

La decisión del ente provincial se tomó el último día del pontificado de Benedicto XVI. El Papa —el único con capacidad para crear o disolver capítulos catedralicios— partía hacia su retiro de Castel Gandolfo, mientras, como si de un sentido homenaje se tratara, los diputados barceloneses decidían quienes de entre ellos iban a ser canónigos lectorales, magistrales, doctorales o penitenciarios.

Con una devoción similar a la que el magistral Fermín de Pas profesa en la novela La Regenta, los cargos provinciales han abrazado la dedicación exclusiva con 14 pagas, ni una menos que no están los tiempos para rebajar planteamientos, aunque sea cuaresma. Para sacrificios penitenciales ya están los empleados públicos, que este año volverán a ver recortados sus ingresos por lo menos en una paga.

¿Quiénes son los beneficiarios del reparto? Pues gentes de todos los partidos. 14 ejercen como alcaldes y 17 son concejales, por lo que la dedicación a la Diputación Provincial difícilmente podrá ser exclusiva. Pero como no les está permitido cobrar dos sueldos públicos, han decidido renunciar al de su ayuntamiento para aumentar su salario gracias a la dedicación plena en la Diputación. En ambos casos paga el erario público.

Tal vez el interés de los representantes del vetusto ente provincial consiste en invertir la tendencia de la economía española en 2012, que registró un desplome de la remuneración de los asalariados —un 8,5%— , mientras que los excedentes empresariales aumentaban en un 1,4%. Pero dejando las voluntariosas intenciones reequilibradoras, no deja de sorprender la capacidad de trabajo de algunos políticos en su carrera por alcanzar la catalana cima de la cultura del esfuerzo. Por ejemplo, se puede ser alcalde de Badalona y cobrar dedicación exclusiva de la Diputación de Barcelona; o serlo de Sant Cugat, Igualada o Granollers y hacer otro tanto.

En total, lo que perciben esa treintena de hombres y mujeres dedicados en cuerpo y alma al prometedor ente provincial son 2,6 millones de euros al año, una cantidad que pasaría desapercibida en una sociedad que no estuviera convulsionada por la crisis y por los agravios comparativos. La actual situación requeriría que mantuvieran silencio algunos políticos que desde el púlpito, como si de canónigos magistrales se tratara, glosan a diario la cultura del esfuerzo, recuerdan que la ciudadanía ha vivido por encima de sus posibilidades y proclaman que debe llegar el fin de la sopa boba a la que ellos, sin demasiado sentido crítico, se entregan con tanto placer.

La lucha no ya por ejemplificar la austeridad, sino contra la mera corrupción se ha quedado en el terreno de la semántica: no solo siguen en su cargo parlamentarios con una imputación judicial, sino que ascienden sin escándalo —en consonancia con sabio término romano removeatur ut promoveatur— algunos con tres imputaciones, como el recién elegido vicepresidente primero de la Diputación de Barcelona y alcalde de Cercs (Berguedà).

El presidente Mas dijo esta semana en el pleno del Parlament que no se puede obligar a dimitir a un cargo público aunque esté judicialmente imputado, porque si luego resulta que es inocente la venganza ya ha echado por la borda su trayectoria política. “No podemos hacer como en el far-west”, ejemplificó el presidente de la Generalitat para reivindicar la presunción de inocencia frente a los deseos de venganza. Curiosamente Mas también recurrió al lejano oeste en 2009, cuando estalló el caso Pretoria. Mientras, proliferan los cuatreros.

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