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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La patronal toma el mando

"El caso es que ahora que los empresarios se ponen en su sitio, el presidente de la Generalitat abandona el suyo. No hay manera"

Miquel Alberola

Hubo un tiempo (todavía demasiado reciente) en el que las organizaciones empresariales valencianas fueron una reata obediente de la Generalitat, un eco subyugado de las consignas del Consell gobernado por el PP. Si hasta la llegada de Eduardo Zaplana al Palau, Cierval y el PP conformaban un todo (la patronal no fue solo la oposición al Consell de Joan Lerma, sino la que recompuso a la derecha en el PP tras el naufragio de UCD, situó a uno de los suyos —Pedro Agramunt— al frente y luego propició el pacto del pollo con Lizondo y Zaplana para deshacer el empate electoral de 1995), a partir de ese momento las principales organizaciones empresariales valencianas se rindieron al presupuesto y quedaron reducidas al fondo del conducto reglamentario, a meras ejecutoras de consignas y directrices.

Ese fue, sin duda, un gran mérito de Zaplana, que cerró la boca a los empresarios llenándosela con trozos de pastel. Pero también fue el descrédito de la clase empresarial valenciana (tan emprendedora, tan decisiva en la construcción de nuestra identidad económica), que anuló su activismo y se desentendió del compromiso cívico para reducirse a una patética caricatura golosa de sí misma. En esos años los empresarios hicieron negocios fáciles y dispararon sus niveles de colesterol, pero a cambio fueron árido de relleno y agitadores de pompones en los desfiles de la reina de la cabalgata. Síntomas, sin duda, no solo de su agotamiento sino de que ni la Transición ni la modernidad habían logrado penetrar en esas organizaciones.

Por suerte, llegaron los puntos de inflexión, como la llegada de José Vicente González a la Confederación Empresarial Valenciana, que instauró la equidistancia política. Y su posterior acceso a la presidencia de Cierval, que ha terminado sacando a la patronal de debajo de la solapa de la Generalitat, la ha centrado en lo que es intrínsecamente suyo y ha avivado su responsabilidad cívica respecto del impacto económico de las inversiones de las Administraciones.

Y ahora, tras el impulso hacia la sensatez que le dio Francisco Pons a la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), su sustituto, Vicente Boluda, da un salto cualitativo en este selecto e influyente lobby para pulverizar definitivamente la tradicional imagen de los empresarios yendo a remolque de la Generalitat. AVE adelanta al Consell al exigir el pacto fiscal para la Comunidad Valenciana y se sitúa en la vanguardia reivindicativa de la financiación autonómica. Es una poderosa imagen para los empresarios y, sin duda, beneficiosa para el interés general de los valencianos porque, además, aporta vigor a su musculatura civil. Pero esa imagen también reduce al Gobierno valenciano a su estructura exacta: el cero a la izquierda.

Boluda ha expresado todo aquello que tendría que haber dicho y ha callado el presidente Alberto Fabra: que el trato del Gobierno central hacia los valencianos es vejatorio porque pagamos por encima de la media y recibimos por debajo del resto, “estando por debajo en PIB por habitante”, y que el sistema de financiación (ni los del PSOE, ni los del PP, ni siquiera el que impulsó Zaplana o la filfa de la cláusula Camps) no nos sirve. El caso es que ahora que los empresarios se ponen en su sitio, el presidente de la Generalitat abandona el suyo. No hay manera.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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