La Pedrera celebra su centenaria vida en plena forma
Una exposición reúne seis edificios coetáneos de la casa de Antoni Gaudí
La Pedrera de Antonio Gaudí está de aniversario. Lejos de los achaques propios de su centenaria edad —el 31 de octubre de 1912 el arquitecto estampó su firma en el documento de final de obras— este edificio goza de muy buena salud, si tenemos en cuenta que se ha convertido en un icono de Barcelona que recibe anualmente la visita de más de un millón y medio de personas. Coincidiendo con esta fecha, la Fundación CatalunyaCaixa —la propietaria del edificio que ha invertido 53,5 millones de euros desde que lo compró en 1986— ha programado una serie de actos hasta el 1 de diciembre que acogerá este céntrico edificio de paseo de Gràcia. Este fin de semana los protagonistas son los originales gigantes con cabeza de guerrero de la azotea. Este sábado bailaron delante de la fachada para celebrar el “bautismo” de dos nuevos componentes de esta peculiar familia. Este domingo (entre las 9 y las 17 horas) se vivirá una jornada de puertas abiertas en la que todo el mundo podrá recorrer el edificio gratis. El día 1 protagonizará la jornada la danza con actuaciones sorpresas en algunos de los rincones del edificio y en su carismática fachada (de 21 a 21,30 horas).
Pero el acto central de los actos de este centenario es la exposición Las otras Pedreras. Arquitectura y diseño en el mundo de principios del siglo XX, en el que el edificio de Gaudí, como si fuera una matriosca rusa se convierte en un contenedor de otros seis edificios, tan rupturistas como la Casa Milà, construidos en la misma época por arquitectos tan visionarios como Gaudí.
El comisario de la exposición, el arquitecto y teórico del diseño Juli Capella ha invitado al piso noble (de más de 1.300 metros cuadrados) en el que vivió Pere Milà y su mujer Roser Segimon, a los mejores arquitectos del momento: desde Víctor Horta hasta Frank Lloyd Wright, pasando por Héctor Guimard, Charles Mackintosh, Joseff Hoffman y Adolf Loos.
La fachada ondulada con grandes ventanas de La Pedrera hizo que el edificio de Gaudí fuera criticado y comparado con un garaje para dirigibles; la austeridad de la Loosahus de Viena que se acusara a Adolf Loos de crear un sumidero; mientras que la escuela de Rennie Charles Mackintosh en Glasgow fue calificada, directamente, de fea y simple. Es lo que tiene crear edificios que rompen con la tradición y crean la arquitectura moderna a comienzos del siglo XX.
Todos los edificios rompieron con el clasicismo y todos fueron criticados
Los tres arquitectos dan la bienvenida al visitante de la exposición, junto a Víctor Horta, Frank Lloyd Wright, Hector Guimard y Joseff Hoffman, tras una enorme maqueta desmontable y táctil de La Pedrera, creada para la ocasión. A partir de ahí ya no se expone nada relacionada con el edificio de Gaudí, salvo el espléndido continente. Todo el protagonismo se deja para los invitados y sus obras, representadas por planos, enormes fotografías y una ambientación escenográfica formada a partir de más de un centenar de objetos originales (sobre todo muebles que se han convertido en cotizadas piezas y que, reeditadas, se siguen vendiendo a precios prohibitivos) que han viajado desde el Metropolitan de Nueva York, el Victoria & Albert Museum de Londres, el Museo d'Orsay o colecciones privadas, entre otras.
Víctor Horta está considerado el inventor del art nouveau por la Hotel Tassel de Bruselas (1902). Sin embargo, para Capella, el primer edificio modernista es el Palau Güell “construido cinco años antes por Gaudí”. Lo que si reconoce Capella es que “Horta fue el primero en romper con la arquitectura clásica, que hasta entonces se repetía una y otra vez”.
A diferencia de Gaudí, que no le gustaba alardear de su obra, según Capella, muchos de sus coetáneos se sentían orgullosos de lo que creaban. Héctor Guimard, discípulo de Horta, firmaba todas las suyas, como el famoso cartel del metro (Metropolitan) de París de 1900 o una de las butacas que creó para el Hôtel Mezzara de París (1911), un edificio en el que se se integran todas las artes aplicadas.
Charles Rennie Mackintosh creó la escuela de artes de Glasgow (1909), que hoy sigue existiendo como tal. Sencillez, funcionalidad y economía. El edificio, considerado una de las obras claves de la arquitectura contemporánea, al ser una iniciativa pública, está decorada de forma simplista. “Por eso se ha convertido en la semilla del movimiento moderno”, explicó Capella durante el recorrido por la exposición.
Si Wright es el padre de la arquitectura orgánica, Gaudí es la madre” Juli Capella
Joseff Hoffman levantó en Bruselas un edificio por orden de un banquero para su residencia particular, el Palais Stoclet (1915). Con la complicidad de los mejores artistas del momento en su país creó todo el mobiliario. Entre todas las obras, destaca el impresionante mosaico que el pintor Gustav Klimt hizo para el comedor. Hoy permanece cerrado al público, pero las autoridades belgas pretenden que la familia lo abra al público para poder pasear por su interior, inalterable desde hace un siglo.
Como si fuera un Ikea con obras y mobiliario de comienzos del siglo XX, el paseo por la exposición llega a otra estancia en la que el protagonista es la Looshaus (1911), de Adolf Loos construida en el barrio histórico de Viena. Su fachada blanca y lisa hizo que el autor fuera obligado a poner flores para que no pareciera tan desnuda y austera, como le acusaban en la ciudad. En la exposición se puede ver el cartel de la conferencia que dio Loos en defensa de su proyecto a la que acudieron 2.000 personas y el manifiesto en el que el autor asociaba ornamento con delito. Toda una declaración de principios.
La exposición concluye con la Robie House de Frak Lloyd Wright, creada en Chicago para un fabricante de bicicletas, para la que también diseñó todo el mobiliario. Como en su obra más famosa, la Casa de la Cascada, el edificio se integra en la naturaleza. “Si Wright está considerado el padre de la arquitectura orgánica, Gaudí es la madre”, aseguró Capella.
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