“¿Hasta qué punto la gente está enfadada?”
Dos detenidos en las cocheras de la EMT de Fuencarral Forcejeo entre un piquete y un amplio dispositivo policial en la estación de Atocha Seguimiento masivo en el transporte público, según los sindicatos La Comunidad alude a dos sabotajes “aislados” y destaca el cumplimiento de los mínimos
Su elegante abrigo loden de color camel encaja raro en la madrugada de vaho helado y forro polar de los piqueteros de la huelga del 14-N. El corresponsal de la BBC en Madrid, Tom Burridge, se coloca junto al foco de su cámara a las puertas de la cochera de Fuencarral de Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid. Entrevista a Fátima Aguado, de CC OO. “¿Hasta qué punto la gente está enfadada?”. Su pregunta apenas es perceptible entre los gritos del agitado piquete vigilado de cerca por una decena de furgones policiales y agentes a caballo.
Aguado, en inglés fluido, reflexiona sobre una población “entre la espada y la pared”. “Cuando ya lo has perdido todo, no puedes perder más”, prosigue la mujer, de mechas discretas y gafas empañadas. Ella sí parece enfadada. Como algunos de los que chillan palabras mucho más gruesas que esquirol a los conductores que conducen hacia la salida custodiados por los caballistas y policías en moto.
Un viejo sindicalista asegura frotándose las manos heladas que quienes salen a bordo del autobús no son ni más ni menos que los trabajadores fijados para servicios mínimos: el 30% de la flota. Los conductores han secundado el paro un 100%, según estimaciones sindicales. No hay datos oficiales de la Comunidad de Madrid, que centraliza los seguimientos de la huelga general en la región.
“Patadas” a un eurodiputado
“Me daba patadas mientras me estaba hablando”, dice el eurodiputado de IU Willy Meyer, que acude de madrugada a Fuencarral con la parlamentaria madrileña Laly Vaquero. Según su relato, el jefe de los agentes le insultó y le propinó patadas (que no le han dolido) después de que se identificara en uno de los dos accesos principales. No sabe si denunciará o no. “;Me he tenido que poner las gafas para leer los números minúsculos de su placa de identificación”, comenta casi cómico, mientras le acecha un redactor de Intereconomía al que no hace caso.
En el Parlamento Europeo ha pedido que todos los países tengan “una orientación común” en identificaciones policiales. “En Alemania y Francia”, prosigue, “las placas identificativas son así” y abre las manos dejando una distancia de medio metro entre una y otra. “Quieren convertir la huelga en un conflicto de orden público, criminalizarla”, explica. Nuevo autobús, nuevo pitido en la puerta.
Meyer hace declaraciones un par de horas después de que la policía detuviera a dos integrantes del piquete “por nada”, dice Héctor Adsuar, de CC OO. Por enfrentamiento con los agentes, según la versión oficial. “Ha sido una provocación, pretendían que el piquete informara a dos manzanas de la puerta”, explica. Llega con el grupo de jóvenes del sindicato y se marcha luego al campus universitario, donde los huelguistas cortaron dos autovías por la mañana, la de la Coruña y la de Extremadura, según UGT.
Los viajeros del metro se agolpaban en andenes y vagones en un servicio también bajo mínimos, al 96% de seguimiento según los sindicatos, con unos mínimos del 30%. Una portavoz del Gobierno regional señala que ha salido un 10% más de trenes de los pactados. Denuncia un “sabotaje” en el tramo final de la línea 9, en Arganda, que ha provocado un corte del servicio.
Forcejeos en Atocha
“Yo no voy”, responde el agente impávido. Casi ni pestañea en la segunda fila detrás de otros dos agentes impávidos bajo el casco. A centímetros (y a voz en grito) los integrantes del piquete de la estación de Atocha piden paso para el vestíbulo de Alta Velocidad. Una veintena de furgones policiales enfilan la puerta de acceso principal. Hay grupos de agentes por todas partes. Ese “yo no voy” forma parte de un diálogo minúsculo en mitad del enfado, agitado y revoltoso, de los hombres y mujeres que recorren los andenes con banderas y consignas.
Casi cara contra cara, el secretario del ferrocarril de CC OO, Juan Carlos Cáceres, le pregunta al policía:
- ¿No vas a ir a las protestas de tu sector?
- Yo no voy.
- ¿Ni aunque le quiten el salario?
- Ni aunque me quiten el salario- replica el policía. No forma parte de ese grupo de agentes hastiados que han pedido respaldo para no desalojar a familias en los desahucios.
Pegatina puesta, pegatina quitada. En ferrocarriles también se cubren los servicios mínimos, según los datos de Renfe. Salen los 31 trenes previstos de Alta Velocidad y el 30% de los servicios pactados para Cercanías. “Ha habido un incidente en Cuatro Vientos”, revela Antonio Oviedo, secretario general del Transporte de UGT, que camina integrado entre los que protestan por los vestíbulos. Al otro lado del teléfono, la portavoz regional no lo llama incidente si no “acto vandálico”: han quemado neumáticos en la vía.
En los tornos de acceso se respira huelga mientras los usuarios intentan pasar pasadas las nueve de la mañana. Un miembro del piquete bloquea la ranura con una pegatina. La viajera, algo intimidada, la retira. Él vuelve a poner otra cuando ella se marcha. “¡Vergüenza de esquirola!”, le grita. Un policía despeja la ranura y se cuadra firme a custodiar el torno.
Fuera, en el centro de Madrid, el tráfico se vuelve invivible. Casi una hora de atasco en el Paseo de Recoletos, mientras UGT informa a través de redes sociales en tiempo real de los cortes de piquetes en la Castellana. “Todo va a seguir igual mañana”, comenta resignada una tertuliana por la radio. En la plaza de Colón, se alza ya la estructura del escenario en el que los responsables sindicatos subirán después de la manifestación de la tarde a denunciar: “Nos roban el futuro”.
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