La encrucijada de Mas
El presidente de la Generalitat debe decidir si mantiene su apuesta por el pacto fiscal Ante los presupuestos, CiU se enfrenta al dilema de optar una alianza con el PP o con ERC
El presidente Artur Mas ha reanudado este curso político en medio de una encrucijada: o apuesta por el pacto fiscal hasta las últimas consecuencias o bien atiende los consejos del poder económico que no quiere aventuras cuando la tesorería de la Generalitat está asfixiada y su deuda degradada a bono basura. Nadie duda que la manifestación de corte independentista de la Diada, agitada desde el propio Palau y abrazada por Convergència, será un éxito aplastante. Pero la cuestión reside en el día después, cuando Mas tenga que canalizar la reivindicación de la calle a riesgo de caer en la nada, como ya ocurrió con la de la sentencia del Estatuto. La agenda viene cargada: el día 20, el presidente del Gobierno Mariano Rajoy recibirá a Mas en La Moncloa para discutir el nuevo modelo de financiación y el ejecutivo catalán intuye que no se van a producir avances perceptibles.
La agenda de Mas, que pivota en torno a la transición nacional hacia la independencia, viene ensombrecida además por una delicadísima situación económica. La Generalitat espera con ansia que el Ministerio de Hacienda le transfiera los 5.023 millones de euros —para lo que aun no hay fecha— para que pueda hacer frente a su deuda financiera y no enfrentarse a un “problema mayúsculo”, tal y como reconoció Francesc Homs, portavoz del Ejecutivo. Con todo, esa suma no impedirá que el Gobierno catalán se siga atrasando en sus pagos ordinarios a proveedores.
ERC plantea a Mas condiciones difíciles
La oposición no se quedará de brazos cruzados: los partidos de izquierda y el Partido Popular (PP) han reclamado a Mas y al consejero de Economía, Andreu Mas-Colell —al final lo hará éste—, que comparezcan en el Parlament y expliquen antes del debate de Política General de final de mes, el préstamo y las condiciones que conlleva. Convergència avisa que no quiere que el rescate esté sujeto a “condiciones políticas” pero la izquierda teme algo peor: que implique una nueva oleada de recortes, la cuarta en año y medio.
Inmerso en un atolladero, el ejecutivo catalán, sin una mayoría absoluta que le respalde en el Parlament, debe además decidir como afronta el quebradero de cabeza que le supone cada año tirar adelante sus Presupuestos: o revalida su alianza con el Partido Popular, que le ha permitido aprobar dos veces sus cuentas, o bien acepta la mano tendida de Esquerra, alineada por completo en la reivindicación de pacto fiscal y que ya evitó que Mas compareciera en el Parlament para dar explicaciones por el caso Palau. El momento es tan extremo que fuentes del Gobierno catalán admiten que Mas se planteó incluso convocar elecciones anticipadas este otoño pero que descartó la fecha cuando el lehendakari las fijo para el 21 de octubre en Euskadi. La próxima primavera está ahora marcada en rojo como posible cita electoral.
Jordi Turull, portavoz de CiU en el Parlament, hizo un sospechoso comentario sobre las intenciones de Esquerra de apoyar al Gobierno. En un momento tan delicado, dijo, “debería estar dispuesta a escuchar pitadas y abucheos”. Y Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP catalán, ha descalificado en numerosas ocasiones la deriva soberanista del Gobierno, aunque hace una semana le volvió a brindar su apoyo apelando a su papel de garante de la estabilidad.
El líder de CDC barajó
Abrumado ante un posible rescate de España y con la mirada puesta en las elecciones del País Vasco y Galicia, Rajoy no tiene precisamente en sus prioridades aceptar un pacto fiscal en el que no cree y espera además aplazar la negociación a 2014 cuando está previsto actualizar el modelo de financiación de las comunidades autónomas. Sin embargo, ha aceptado la entrevista propuesta por Mas en un gesto para calmar las aguas, ganar tiempo y tener al menos un aliado en un momento crítico y cuando carece de complicidades en el Congreso.
Todo apunta que el resultado del encuentro no irá mucho más allá de la voluntad de estudiar el modelo. Ahora falta saber si Mas apostará también al final por ganar tiempo. Y su dilema es espinoso: pacta otra vez con el PP, el partido que se opone con fiereza al pacto fiscal a riesgo de desoír la reivindicación de la ciudadanía que él mismo alienta a manifestarse aunque sea bajo un lema en favor del Estado propio o firma una alianza con Esquerra, con la que ya renunció a formar en 2010 una mayoría soberanista.
ERC exige además tres condiciones que no son fáciles de cumplir para CiU: una agenda clara para crear la hacienda propia, no más recortes, recuperación de un tramo del impuesto de sucesiones eliminado por el ejecutivo —una de las pocas promesas electorales que ha cumplido Mas— y un compromiso de transparencia democrática.
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