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ESCENARIOS DEL CRIMEN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los niños de Saint-Denis

En 1912 desaparecieron varios chiquillos de la plaza del Pedró, estaban en Francia

La fuente de la plaza del Pedró de Barcelona.
La fuente de la plaza del Pedró de Barcelona.MARCEL·LI SÁENZ

Aquel fue un invierno triste en Barcelona. Se estaban terminando las obras del nuevo puerto y la ciudad bullía de trabajadores que vivían en condiciones miserables. Corría el año 1912 y aún perduraba el recuerdo de la Semana Trágica, cuando en el barrio Chino empezó a correr la voz que estaban desapareciendo niños pequeños. Alrededor de la plaza del Pedró, los vecinos murmuraban los nombres de los críos ausentes, mientras las madres los buscaban por las calles. En febrero de ese año la policía detenía a una mujer llamada Enriqueta Martí, e inmediatamente se la acusaba de los crímenes. La supuesta secuestradora moriría un año después, llevándose su secreto a la tumba. No se pudo demostrar nada sustancial contra ella y nunca se supo qué fue de aquellas criaturas. Pero en noviembre de 1912, un periodista y abogado que militaba en el partido socialista francés destapaba un caso que no trascendió en la prensa de nuestro país.

El redactor de la noticia se llamaba Pierre Laval y por aquel entonces trabajaba para el diario Le Matin. El joven Laval se había fijado en un suburbio situado al norte de París llamado La Plaine Saint-Denis. Allí había despegado la industria pesada francesa, pasando de una población de 22.000 habitantes a mediados del siglo XIX, a los 51.000 de principios del siglo XX. Desde entonces se había convertido en una inmensa localidad fabril en la que vivían hacinados unos cuantos miles de emigrantes belgas, italianos y españoles, cada uno habitando en su propio distrito.

La Petite Espagne era el barrio de los recién llegados, de los últimos en incorporarse a las fábricas. En sus calles se oía hablar el castellano y un francés denominado despectivamente fragnol. Sus habitantes eran mayoritariamente niños y adolescentes solos, que habían venido a probar fortuna en la industria. El gueto se extendía entre la avenida President Wilson, el canal de Saint-Denis y la calle Landy. Era un lugar espectral, de olores y gases pestilentes, con las aceras cubiertas de residuos industriales. La mayoría de las casas eran barracas autoconstruidas pintadas de colores chillones, que formaban laberintos y callejones sin salida, donde cualquier lugar era aprovechado para poner gallineros, palomares y conejeras. No era extraño que entre sus vecinos franceses tuvieran fama de ruidosos, sucios y de parir muchos hijos.

En esta población estaba la inmensa empresa vidriera Legras, fundada por los hermanos François Théodore y Charles Legras. Fabricaban piedras preciosas sintéticas, que vendían a joyeros como Tifanny o Gallé. Mas la espectacular demanda que tenía este producto y lo delicado de su proceso llevaron a los Legras a contratar una gran cantidad de niños. Esto saltó a la opinión pública gracias a la campaña de Pierre Laval, que destapó la explotación salvaje de los empresarios. Muchos de aquellos pequeños obreros padecían desnutrición y otras enfermedades, apenas cobraban ningún sueldo, y mientras unos habían llegado contratados ya en sus poblaciones de origen, otros parecían haber sido llevados a la fuerza. Se desvelaba así una red clandestina que reclutaba o secuestraba niños en España, para llevarlos a trabajar a la Petite Espagne.

A raíz de la denuncia, la policía localizó en sus talleres a 400 menores de 13 años (la edad mínima para trabajar), a los que llevaron hasta su embajada. La mayoría venían de Extremadura y del norte de Castilla, pero había criaturas que apenas sabían decir de dónde procedían. Se condenó a seis empresarios a penas de prisión y el gobierno de Alfonso XIII anunció la repatriación. En 1913 el rey envió una comisión para interesarse por los emigrantes españoles y uno de sus cortesanos costeó la capilla de Santa Teresita del Niño Jesús. Para entonces, el barrio se había convertido en un bastión del partido comunista francés, y tras la guerra civil en destino habitual de exiliados republicanos.

En los años cincuenta, los españoles fueron sustituidos por argelinos y portugueses, a quienes se acusó de sucios, ruidosos y prolíficos. Pierre Laval dejó el socialismo y se convirtió en el presidente pronazi de la Francia de Vichy. Al finalizar la guerra vino a exiliarse a Barcelona, pero Franco lo encerró en el castillo de Montjuïc y lo devolvió a su país, donde fue fusilado. De los niños desaparecidos alrededor de la plaza del Pedró nunca más se supo. Pudieron haberse escapado o acabaron en uno de los burdeles de menores que había en la ciudad, pudieron morir a manos de Enriqueta la vampira o terminar en una fábrica francesa, como mano de obra esclava. ¿Quién lo sabe?

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