Sin blanca en La Blanca
Está Vitoria sin blanca, con menos fuegos artificiales, menos toros y menos de todo, salvo espíritu de farra. Eso que no nos lo toquen, por favor. Aunque al paso que vamos, Merkel va a pedir toque de queda. Y no cuela que en Vitoria montemos las furgonetas de Mercedes mejor que en China. Excusas a Draghi, no. A la troika lo que le fastidia de verdad es que, mientras ellos duermen después de cenar queso desnatado, nosotros estemos todavía perreando en los bares y con aliento a colesterol. Para eso no hay austeridad fiscal que valga.
A lo que iba. No hay dinero para todo y se ve por la calle más txistu que saxofón. Que es más barato, claro. Pero, eso sí, gracias al patrocinio de un banco, este año hemos recuperado la añorada pantalla gigante para disfrutar, sin empaparnos de cava, de la bajada de Celedón. Y se le agradece al banco que nos haya resucitado la pantalla, aunque nos queda por saber si aprovechará el resto de las fiestas para emitir en directo un Carrusel de los Desahucios. Sería muy instructivo, porque mamados sí, pero informados también. En fin, es tal la obsesión con la prima de riesgo que cualquier día nos patrocina las fiestas una marca de yogures y tira el chupinazo José Coronado.
Y así estamos, sin blanca en La Blanca, y suerte que nos han concedido una pequeña tregua con el IVAzo. Aprovechen ahora que a partir de septiembre lo único que vamos a beber es el agua de los floreros, pero en sentido literal. Yo, por si acaso, ya estoy haciendo acopio de kalimotxo para 2013. Aunque, reconozcámoslo, en Vitoria sube el IVA todos los años. Cada 4 de agosto y durante seis días. Y sin que nos lo aconseje el FMI. Que en fiestas te venden zuritos a dos euros y, cuando les pides explicaciones, te dicen que es una caña de La Latina y se quedan tan panchos. Un cambio de los criterios contables, que diría Rato.
En Vitoria sube el IVA todos los años. Cada 4 de agosto y durante seis días
Y cuanta más pasta llevan las gafas del camarero, más pequeño es el bocadillo. Yo cuando veo una barra de pintxos aderezada con chill out y descripciones en el menú de más de dos líneas, huyo disparado a la calle. A mí este año no me vuelven a pillar. No.
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