Desmarque
Andalucía está llamada a jugar un papel clave para evitar desmarques perniciosos, y máxime ahora que pintan bastos para todos.
Se espera que el Gobierno español solicite formalmente esta semana ante las autoridades comunitarias el rescate para salvar la crisis financiera surgida a raíz del naufragio de Bankia y otras entidades cuya base eran cajas muy mal gestionadas. Pero mientras el Ejecutivo despliega una amplia ofensiva para recuperar la credibilidad, se observa cómo el presidente de la de Generalitat, Artur Mas, sigue haciendo la guerra por su cuenta. Considera que Cataluña tiene que desmarcarse cuanto antes de España y que no se le confunda con la ruina que tiene encima nuestro país.
Y para diferenciarse ha iniciado una larga gira internacional que le ha llevado a Boston y Nueva York, y que completará con otros desplazamientos por Lisboa, Bruselas, Paris, Moscú, China, Singapur e Israel. En esta época de recortes todos los recursos serán pocos para explicar por los rincones del mundo las tesis de los nacionalistas catalanes en favor de llamado pacto fiscal, que permita la recaudación de todos los impuestos en su territorio y limite sus aportaciones a la solidaridad con el resto de comunidades. No se trata de avaricia o egoísmos, nos advierte Mas, quien sigue impertérrito en su afán de lograr un sistema de financiación propio a imagen y semejanza del País Vasco que consolide privilegios y en perjuicio así de las regiones menos ricas.
Hasta ahora nadie ha tratado de parar la dinámica en la que se ha embarcado CiU. De hecho, sus pretensiones son ampliamente respaldadas por la ciudadanía, tal y como se refleja en distintas encuestas. El asunto ha tomado ya tal nivel que el resto de fuerzas políticas se han visto forzadas, sobre todo, el PSC y PP a realizar enormes esfuerzos para plantear modelos alternativos que, en realidad, se difieren bien poco de lo que ansían los actuales gobernantes de Cataluña.
Desde Andalucía se debe seguir con mucha atención este debate que más pronto que tarde va a estallar en toda su plenitud, una vez que traten de sacar adelante su plan en el propio Parlament. Y hará falta para frenar estos delirios algo más que alta política, puesto que ha calado profundamente en el pueblo catalán la idea de que no prosperan más debido a las ayudas y fondos que se destinan a otras comunidades.
No conviene despreciar el desafío que supone este fenómeno, de ahí que, tal vez, la mejor manera de comenzar a dejar las cosas bien asentadas sea que los partidos políticos andaluces planteen sus propuestas. Por ejemplo, ahora que el PSOE y el PP afrontan sus respectivos congresos regionales, deberían determinar sus posicionamientos con relación a un modelo de financiación autonómica actualizado sí, pero equilibrado y respetuoso con el principio de solidaridad. Se debe insistir en señalar que, de nuevo, Andalucía está llamada a jugar un papel clave para evitar desmarques perniciosos, y máxime ahora que pintan bastos para todos.
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