Atónito
La frivolidad, unida al feroz nacionalismo español de los ministros, nos acerca al abismo
Cada vez estoy más atónito con las noticias que leo. Cinco años casi de crisis y veo que, por lo general, todo el mundo pretende seguir actuando como si la cosa no fuera con ellos.
Lo de Bankia, por ejemplo. ¿Cómo es posible que un Gobierno diga un día que no hace falta capital público para Bankia y cambie cada tres días de opinión hasta llegar a la fabulosa cifra de 23.500 millones de euros? Esa cifra es más del doble de lo que se pretende ahorrar, con gran sacrificio de los ciudadanos, en educación y sanidad o cuatro veces lo que destinamos a I+D.
¿Es improvisación o desconocimiento? Parece difícil de asumir lo de desconocimiento, porque ya se dijo hace cinco años que había una burbuja inmobiliaria valorada entre 200.000 y 300.000 millones de euros y solo era cuestión de tiempo que esas pérdidas aflorasen en los balances de los bancos, llevándose a la tumba a muchos de ellos. Por lo tanto, estamos ante una continua improvisación, ante unos políticos que no quieren enfrentarse a los hechos y que pretenden seguir actuando como si las cosas se solucionaran solas. Solo así se explica que Rajoy admita públicamente que se va a inyectar capital público en Bankia, pero que no sabe cómo, y que paralelamente trate de endosarle esa factura al Banco Central Europeo por medio de una triquiñuela financiera digna de un tahúr “aficionado” que, obviamente, no ha colado en Bruselas. Es esa frivolidad, unida al feroz nacionalismo español de los ministros, lo que alimenta la estrategia del Tancredo financiero y nos acerca al abismo.
Y es ese nacionalismo el que justifica la resistencia a asumir que la solución pasa por más Europa, con todas las consecuencias políticas derivadas de una mayor integración fiscal y política y donde el Banco Central juegue el mismo papel en defensa de la moneda que juega la Reserva Federal americana. Pero claro, ya nos lo ha dicho el portavoz Alonso: no queremos el rescate europeo porque España es un país soberano. Y solo le ha faltado añadir: “Y soberano es cosa de hombres”.
Y no me deja menos atónito el ver a 40.000 o 50.000 vizcaínos marchar a Madrid a ver la final de algo que, al parecer, les molesta mucho, como es la Copa del Rey. Antes, otros muchísimos se fueron a Bucarest, a Manchester o a donde sea, que parece que aquí todo es jauja y a todos nos sobra el dinero. Dicen que la expedición ha dejado en Madrid entre 10 y 15 millones de euros, algo que pretendió ser contrarrestado con consignas por Internet, que me suenan a nacionalista de salón, de no dejar “ni un duro para Madrid”. Misteriosa consigna que, supongo, se tradujo en que los aficionados rojiblancos llevaron la tartera y visitaron las galerías de arte gratuitas, por ejemplo las de Bankia, en vez de tomar potes y comer en restaurantes. ¿A nadie se le ha ocurrido proponer donar esos 10 o 15 millones al club para que el Gobierno vasco deje de financiar el nuevo San Mames y así bajar nuestro déficit público?
Mayor pasmo me produce ver cómo en unos pocos meses se ha instalado en la opinión pública española la idea de que quizás no haya otra salida que salirnos del euro, opinión que también recorre todos los conciliábulos europeos. Ya resulta habitual hablar de un posible corralito financiero a la argentina y exponer en sesudos artículos la mejor forma de defenderse frente al mismo. Las propias cifras de salida de capitales recientemente publicadas avalan esta tendencia. La tentación nacionalista de echar siempre la culpa al otro se extiende tanto en las opiniones públicas de los países periféricos como en la de los países centrales. Para los primeros, la culpa de la crisis la tienen unos mercados conspirativos y unos alemanes que no quieren seguir pagando la fiesta, como si la culpa de haber apostado por el ladrillo o la decisión de endeudarse para comprar segundas residencias, yates y coches de lujo no estuviera en casa. Para los segundos, la culpa de la actual crisis la tienen esos irresponsables y consumistas habitantes de la periferia europea, que no pagan sus impuestos y viven en plena fiesta a costa de las ayudas comunitarias, pero que olvidan el que gracias a esa UE su nivel de exportación ha mejorado muchísimo.
Estamos ante unos políticos que no quieren enfrentarse a los hechos
Y nos acercamos al punto decisivo: o vence la tentación nacionalista y la propia idea europea se rompe, retrocediendo varias décadas y lanzando al caos económico a casi todos los países europeos, o, por el contrario, el miedo al abismo hace profundizar la Unión Europea y nos dotamos de nuevos mecanismos de corresponsabilidad fiscal, monetaria y política. Hasta hace unos meses yo creía que el resultado se decantaría por el lado de más Europa, pero ahora ya no sé qué pensar. Estoy atónito por la deriva nacionalista que advierto a mi alrededor.
Y confirma mi opinión de que aquí nadie cambia el ver cómo en una región tan devastada por la crisis como es Andalucía se destinan días y días a eso de El Rocío. Por lo que leo, este año ha habido menos gente que en otras ocasiones y, sobre todo, menos caballistas, que debe ser lo más guay de lo guay de esa fiesta. Pero la explicación que me han dado es que este año la banca no ha dado muchos de los créditos que la gente pide para ir a ese evento, sobre todos los que quieren fardar de caballo, costumbre similar a la de endeudarse para celebrar la comunión por todo lo alto, la boda o las vacaciones en la Conchinchina. Y es que se ve que lo de la crisis tampoco afecta a esta actitud de muchos ciudadanos de “viva la Virgen”. Si esta ha sido la explicación, convendría que para el año que viene se abrieran nuevas líneas de crédito por parte del Banco Vaticano a fin de que no decaigan los ánimos. Claro que por las noticias que me llegan sobre cómo van las cosas por el Vaticano, me parece que no voy a poder salir de mi pasmo.
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