El fuego de Museros quema 10.000 toneladas de cítricos
El fuego en el gran almacén de naranjas está controlado y la estructura deberá ser demolida
Una vez que ardieron plásticos, cartones, cajas de embalaje y, sobre todo, los aislantes de las cubiertas y paredes de las inmensas naves de Fontestad en Museros, causantes de un humo de un negro profundo, este viernes lo que más ardían, con un humo blanco, eran las naranjas. Sí, las naranjas arden, y más a 800 o 900 grados. Lo explicó el jefe de bomberos Manuel Alonso, que dijo que una vez deshidratadas se consumen como la madera. Y en Fontestad había muchas. Según la empresa, ardieron 15 cámaras frigoríficas y unas 10.000 toneladas. Y esos 10 millones de kilos son casi la décima parte de lo que distribuye en un año Fontestad.
El humo negro del jueves pasó a ser blanco este viernes, pero el almacén de 45.000 metros de Fontestad seguía ardiendo, tras más de un día, anunciando el desastre a decenas de kilómetros a la redonda. Y con ese humo de mejor apariencia aunque de tóxico olor y las llamas ocultas entre vigas retorcidas a las espaldas, la dirección de la empresa, por boca de su portavoz, Javier Castellar, garantizó ayer a mediodía el suministro a sus clientes y que velará por los puestos de trabajo. La firma aseguró que está buscando un almacén para continuar con la distribución y cuenta, además de con otras instalaciones en Madrid y en Perpiñán, con las naranjas que aún quedan en sus campos en este final de campaña. “La compañía ya ha adoptado las medidas necesarias para asegurar el suministro a sus clientes”, dijo Castellar.
“Aquí trabajamos mis dos hijas y yo; esto me duele en el alma", afirma Isabel Sanz
Al lado del portavoz, Alonso, jefe de guardia del Consorcio Provincial de Bomberos, explicó que el fuego estaba controlado pero permanecería activo otra noche más. Aseguró que el humo era menos tóxico aunque a diferencia del día anterior, con una columna apenas movida por el viento, el de ayer se dispersaba a más baja altura y resultaba más molesto: pero no peligroso a esas concentraciones para las poblaciones más cercanas.
En los alrededores del almacén, decenas de trabajadores se lamentaban de la desgracia. “Somos un montón de familias afectadas”, afirmaba Isabel Sanz, de 59 años, residente en Rafelbunyol y con 22 campañas en la empresa, “aquí trabajamos mis dos hijas y yo; esto me duele en el alma”.
Modov Avv, senegalés de 29 años más conocido como Pepe, y que lleva seis años trabajando en el almacén, recordaba los gritos que lanzaban los trabajadores, y cómo decenas de personas se afanaron en apagar las llamas, que se iniciaron por causas desconocidas en una pila de plásticos y cartones en una cámara frigorífica en la esquina noroeste de la inmensa nave. “En menos de una hora las llamas ya recorrieron los 45.000 metros del almacén”, asegura otro trabajador, con solo 5 meses de antigüedad en la firma.
“La compañía ya ha adoptado las medidas necesarias para asegurar el suministro”, dijo Castellar
“Mis compañeras gritaron fuego, fuego, tras oír un fuerte estallido”, explicaba Josefa Ballesteros, vecina de Massamagrell de 45 años, cuatro de ellos en Fontestad, y se lamentaba: “Hemos perdido nuestro trabajo y no sabemos qué va a pasar ahora”.
Todos los consultados destacaron que los bomberos llegaron rápidamente, que los 250 trabajadores salieron ordenadamente y que confían en una empresa que siempre ha cumplido sus compromisos. “Si nos dicen de ir a limpiar un almacén y empezar a trabajar mañana, vamos casi todos”, recalca Isabel. Fontestad se comprometió oficialmente con ellos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.