A su bola
El problema de los que se dedican a la política, favorecido por el hecho de que los treinta y tantos años de existencia de los partidos ha permitido que muchos de los políticos actuales la hayan ejercitado casi desde su más tierna infancia, es su tendencia hacia la enajenación de la realidad. Ni el hecho de que existan oponentes políticos permite escapar de ella pues unos y otros acaban creando un espacio de debate con su propia lógica interna que la refuerza, y así pasa que se enteran los últimos de que venía una crisis. Observo con admiración el acuerdo y cultura republicana de nuestros vecinos, que hacen hasta del cambio presidencial un ejercicio participativo y pedagógico para la ciudadanía, sin el destructivo cainismo que padecemos nosotros, huérfanos de cultura y mitos políticos comunes, donde lo imprescindible es tachado de discutido y discutible.
Así, por ejemplo, la nueva propuesta de Interior, filtrada con pretensiones de gran noticia, orientada a la reinserción de presos, no soluciona nada, más bien acrecienta los problemas existentes. Parece que más que dirigida a los presos iba destinada a hacer ver al PNV y al PSOE que el Ministerio no es tan inmovilista. Sin embargo, lo único que ha conseguido el ministro es mostrar que se puede mover, lo que será interpretado consecuentemente por los presos a la espera de que se mueva más. Una salida llamada al fracaso desde el momento que el lehendakari y el PNV pidieron el acercamiento a Euskadi al día siguiente de la declaración de alto el fuego por parte de ETA sin ningún tipo de requisito por parte del reo. Propuesta fallida en tema tan sensible en un momento en que los pilares de la política española están en quiebra ante la escandalosa inexistencia del consenso necesario para salir de la crisis, manifestado en la escalofriante falta de acuerdo ante la Ley de Estabilidad Presupuestaria, ofreciendo una imagen de debilidad como Estado —con un rey dedicado a cazar elefantes— que el día menos pensado Andorra nos expropia La Moncloa con todo el consejo de ministros allí reunido.
Y hay reflexión ante la crisis. Sin ir más lejos, en EL PAÍS, hace unos días, Felipe González nos ofrecía un magnífico artículo, Los nacionalismos contra la unión referido a estas reacciones ante la crisis, cuya reflexión se podría trasladar entera a los problemas de España, donde es más fácil que la UE controle el gasto de su Gobierno que el que éste pueda hacerlo con sus autonomías. Y en este mismo diario, también, el de Belén Altuna, Contra la crisis, soberanía, donde aprecia la reacción del nacionalismo radical frente a las medidas de reducción del gasto, proponiéndonos éste la sima a la miseria que supondría un Estado independiente. Y las sabias reflexiones de Olaberri…
¿Pero a qué sorprenderse ante la reacción nacionalista, acaso no es similar, si no la misma, la lógica del lehendakari cuando esgrime, con tono aúlico, el autogobierno vasco para oponerse a las medidas de Rajoy? Igualito, igualito a lo que hubiera hecho Ibarretxe. El origen y problema de la enajenación de nuestros políticos es que su única referencia es otro político.
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