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Espíritus con vaqueros

Una galería bilbaína presenta la obra del tanzano George Lilanga El artista transformó en contemporáneos a seres mitológicos

El galerista Jesús Ahedo enseña una de las piezas de Lilanga.
El galerista Jesús Ahedo enseña una de las piezas de Lilanga.LUIS ALBERTO GARCÍA

Los humanoides del artista tanzano George Lilanga (1934-2005) tienen las orejas grandes, han perdido la mayor parte de los dientes y solo presentan tres dedos en las manos y los pies. Los protagonistas de la obra de Lilanga, tanto pinturas como esculturas, son los shetani, espíritus rebeldes de la cosmogonía makonde, una cultura que se extiende por el sudeste de Tanzania y el norte de Mozambique.

Los artistas makonde tallaban shetani en madera de ébano hasta que Lilanga rompió la tradición y cubrió la madera noble con colores brillantes, convirtiendo a esos seres mitológicos en personajes casi contemporáneos. Se ganó así el desprecio de sus compañeros, pero su atrevimiento le sirvió para ser reconocido fuera de África. La galería Kalao (Heros, 18. Hasta finales de junio) presenta ahora en Bilbao una selección de obras de diferentes fases de la carrera del artista.

Los shetani de Lilanga visten vaqueros, camisas chillonas y llevan gorras. “Revolucionó la tradición escultórica del pueblo makonde, adaptándola a expresiones modernas y populares de carácter universal”, explica el director de Kalao, Jesús Ahedo. “Sus obras mezclan la sátira, la melancolía, el espanto y la bufonada”, añade.

Sus trabajos giran sobre los ‘shetani’, personajes de la cultura makonde

Tras sus exposiciones en Nueva York y Washington a finales de los años setenta, el estilo grafitero de Lilanga captó la atención de los jóvenes artistas estadounidenses. Keith Haring, por ejemplo, reconoció la influencia del tanzano en su trabajo.

Empezó, como era tradicional en su país, tallando figuras de madera. Experimentó después con el grabado, buscando fórmulas que le permitieran aumentar su producción. Así inició el camino de la pintura. “En los ochenta, Lilanga quería hacer muchos más shetani en menos tiempo que el que necesitaba para la escultura. Eso se lo permitía la pintura. Buscaba que se conociera su obra por todo el mundo”, añade el galerista.

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La exposición muestra una decena de cuadros, algunos de gran formato, una colección de esculturas de varios tamaños, grabados y otras obras realizadas en técnicas menos utilizadas por el artista como el batik (teñido de textiles) o la pintura sobre piel de cabra, tensada en marcos redondos.

“Adaptó la tradición a expresiones modernas”, dice el galerista

Lilanga tuvo también ojo para los negocios. En los años noventa dirigía un taller en el que ejecutaban sus obras varios autores, entre ellos su nieto, Hendrick Lilanga, lo que le permitió aumentar la producción. En el tramo final de su vida, trabajó sobre planchas de hierro, en las que recortaba las figuras policromadas de sus espíritus.

Lilanga se cotiza en el mercado internacional, pero un grabado del inicio de su carrera, con shetani, por supuesto, se puede comprar por 250 euros. Las pinturas de la exposición suben hasta los 10.000 euros.

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