Sobre la violencia

Concentración en la plaza de Catalunya convocada por la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) contra los recortes en los presupuestos y en los derechos civiles. Ya saben, a) el hecho de que la derecha española y la catalana aboguen por recortar varios packs de derechos, y b) el hecho estético de que dos estudiantes estén en la cárcel desde la mañana del 29-M, acusados de actos acaecidos en la tarde del 29-M.

Es 14 de abril y hay un cielo peronista, que dicen en Argentina y en el 51% de Repsol para señalar que el cielo está mono. En el aire flotan banderas tricolores y tuits de cachondeo comunicando que el Rey ha matado más elefantes de los que nos podemos permitir. Ambiente. No parece un acto 15-M. O, al menos, hay políticos —ICV y ERC—. Si bien, vete a saber. Todo lo que sucede desde hace un año —incluso aquella acampada, que parecía centralizarlo todo— carece de centro, por lo que en ocasiones es difícil narrarlo y ubicarlo. Se suceden diversos parlamentos, que finalizan con el del abogado Matamala, que, en representación del Colegio de Abogados, alude a la “guerrilla urbana” y a la ola de “violencia anarco-italiana” —dos objetos con los que el puigarato ha intentado salir del paso— como “una invención del Gobierno y sus aliados mediáticos”. Y señala diferencias entre vandalismo y violencia. Violencia es “la reforma laboral, los desahucios, la precariedad, los recortes de derechos, la amnistía fiscal”.

En el acto, en fin, oradores y público apuntan lo que está pasando: los Gobiernos por aquí abajo han perdido el monopolio para dibujar lo que es violencia y para agredir con ese dibujo. Parecen no darse cuenta de que el paradigma cultural y comunicativo ha cambiado completamente desde hace un año. Hace un año, por ejemplo, el Rey hubiera podido matar, no elefantes, sino pandas. La información no se hubiera producido.