La antesala de Sant Jordi
Món Llibre reserva para los más pequeños su propio Día del Libro El dibujante francés Benjamin Lacombe es la estrella del festival
Poblaciones construidas con casas de cartón, sabios consejeros de lecturas, un trono para ensalzar a niños audaces dispuestos a leer cuentos a sus súbditos, hábitos del pasado como el trueque para compartir libros. El corazón del Raval se transforma, durante el fin de semana anterior a Sant Jordi, en Món Llibre, un mundo onírico en el que los personajes de los libros salen de las páginas de papel para conseguir atrapar a los niños en la literatura.
El Instituto de Cultura de Barcelona inició hace ya ocho años este festival único en Europa con la intención de despertar el gusto por los libros. Para conseguirlo de forma atractiva, más de 40 editoriales han programado 100 actividades entre talleres, coloquios, cuentacuentos y espectáculos.
A primera hora de ayer, el centenar de niños que acudieron a los espacios reservados para el festival, cercanos al Macba y el CCCB, parecían no querer perderse nada. Allí estaban el Piojo Matías, nacido en la cabeza de un maquinista; Caperucita, en su versión más galáctiva y multimedia, el clásico Teo, y el más moderno de los periodistas, el ratón Gerónimo Stilton. También personajes reales, como el cantautor Albert Pla, que además de cantar, presentó Somiatruites, un cuento ilustrado por el argentino Liniers.
Otros talleres cautivaban al pequeño lector incitando a la reflexión y potenciando su imaginación, como el de la historiadora del arte y autora de cuentos Anatxu Zabalbeascoa, que les preguntaba la diferencia entre saber y tener. Los niños coreaban, desde su ingenuidad, que mejor tener. Como hermano pequeño de la Diada de Sant Jordi, Món Llibre también cuenta con su rincón de las firmas, para que los pequeños puedan llevarse a casa sus libros y cuentos dedicados por sus autores favoritos. Hasta media tarde de este domingo hay tiempo para adentrase en este mundo de fantasía y letras. En este universo creado por Món Llibre no falta la presencia de los ilustradores, quienes a través de sus dibujos ayudan a motivar a los niños para que exploren los libros. Es el caso de los exitosos dibujos de Benjamin Lacombe (París, 1982), el dibujante francés creador del cuento El herbario de las hadas (Edelvives / Baula), que ha vendido en España más de 100.000 ejemplares y es la estrella de este festival.
Acompañado de una carpeta con sus acuarelas y un iPad, Lacombe se mostraba como un joven extravertido, sonriente y expresivo en su discurso. Tras arremangarse su cazadora y ajustarse el sombrero, explicaba con elocuencia los detalles de su cuento en versión e-Book, donde las criaturas que habitan el bosque de Broceliande se transforman para articular aquello que no pueden hacer en sus libros bidimensionales.
“En el e-Book, mi lector se convierte en un investigador que puede explorar todo aquello que el libro tradicional no le permite”, explicó Lacombe, a la vez que iba curioseando a través de su tableta táctil los personajes, los vídeos y las escenas inéditas que muestra la edición digital de su cuento. Aunque parecía disfrutar como un niño pequeño con su juguete, el ilustrador considera que el soporte electrónico no sustituye al papel tradicional. Mientras que este último permite admirar el detalle material y aproximar al lector al tamaño real de sus dibujos, el otro da una visión dinámica del cuento.
Hay demasiado colorín en la literatura infantil, asegura Benjamin Lacombe.
“En la literatura infantil y juvenil hay mucho colorín”, aseguró. Por el contrario, sus dibujos,con un aire timburtonesco, tan tiernos como ásperos, representan un escenario mágico impregnado de claroscuros donde lo importante es la historia se que narra.
“Primero tengo una historia que contar y a partir de ahí desarrollo el dibujo”, explicó a la vez que mostraba sus acuarelas, que llevaba en su inseparable carpeta. “Estoy convencido que mis lectores, los niños, se alegran de que los trate como a adultos, y si hay algo demasiado complicado, procuro explicarlo a lo largo del cuento”.
Lacombe celebra que en tiempos de crisis “se dedique un festival a algo tan importante para los niños como la lectura".
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